| Prólogo |

404 60 17
                                    

Siempre fui tan ingenua e ilusa que… eso fue lo que le gustó de mi. Lo supo de inmediato cuando me vio por primera vez.

Ojos manipuladores, hechizantes, inexpresivos y sensuales, ocultaban tantas cosas que descifrarlos era… era un reto imposible. Caí por esos ojos, caí porque era curiosa, porque era tonta, porque… me atrajo. Me atrajo y fue imposible negar que me atraía desde el primer instante en que su mirada me hipnotizó tras el primer encuentro cuando sus ojos se interesaron en mi.

Desde ese momento entendí el porqué las chicas buenas querían a los malos, fue gracias a él que terminé entendiéndolo a la perfección.

Aunque él era más que eso, era un Hanssem y Hanssem significaba peligro.

«Hablemos de Luca» me dijeron en varias ocasiones.

Nunca me convino, lo sabía, pero como todo lo imposible y peligroso atrayente, él estaba allí encabezando la lista.

Su apellido era temido y admirado, intrigaba, y el aura que le rodeaba fue exactamente eso que avivó la curiosidad en mi, al igual que mis ganas de querer conocerle. No hice caso a las advertencias y cada paso que iba dando para adentrarme a su vida era un pedazo de mi corazón que iba cediéndole.

No sabía que se trataba de un paso más para terminar mal a causa suya. No era uno de los buenos, nunca lo fue.

«Este no es el momento para que te enamores de mi» fueron sus palabras exactas.

Nunca llegó a tratarse de algo que dijo o hizo, fue más bien influencia de la sensación que llegó a mi vida cuando apareció en mi vida como un huracán. Su mundo se movía demasiado rápido y era peligroso mantenerse a su lado, pero, lo único en lo que podía pensar era en como el diablo podía atraerte con alguien que se lucia muy parecido a un ángel cuando sonreía.

Fui su presa.

Estuve en su mira y me encontró, no me importó mucho porque me gustó. Me enseñó cosas increíbles, me llevó a lugares que no conocía, me llevó al cielo, al infierno, pecamos juntos y me dejó al borde de la locura.

Se volvió mi adicción, la droga que consumía de la cual no me quería aferrar, pero lo hacía lentamente porque le había dado todo de mí, dejándome sin nada más que ser adicta a su persona. Él era la droga que consumía y que me mataba si se ausentaba.

Luca Hanssem fue mi Troya en guerra, fue el caballo gigante que entró en mi para destruirme y adueñarse de mis pensamientos.

Entró en mi corazón con pocas sonrisas y un par de miradas, supo como derribar absolutamente todos y cada uno de mis muros pero al contrario de él, yo no pude derribar los suyos. Ni siquiera llegué a tocarlos.

Él se adueñó de mi ser, hizo lo que le dio la gana con mi corazón: lo robó, lo agarró, jugó con él y terminó rompiéndolo como a un juguete. Me hizo mucho daño, me destrozó, pero no podía, más bien, no quería estar sin él porque no podía dejar de quererlo aunque quisiera.

Nos convertimos en un constante tira, encoje y afloja, un círculo vicioso. Era peligroso, lo sabía, también era poderoso y no se tomaba absolutamente nada en serio. Sabía que, a pesar de lucir como un perfecto ángel caído, era capaz de hacer cosas horribles en un abrir y cerrar de ojos.

Me llevó alto, bastante alto, pero me dejó caer y fue completamente doloroso. Me dejó sin aliento, me dejó caer en el frio suelo como si nada hubiera pasado jamás y comencé a ahogarme porque solo lo quería a él; estaba confundida por su amor… aunque en realidad nunca lo fue.

La culpa fue completamente mía por haber caído por él estando advertida.

El amor era un juego que ignoraba y pasaba por alto a pesar de que era un increíble contrincante jugando.

Enamorarse de él era peligroso, enamorarse de él significa estar dispuesta a arder en el infierno así que quise arder con su compañía porque había escuchado decir por allí que el placer era dolor y fuego. Se volvió la gasolina de mi fuego y no existía algo que me hiciera olvidarle, tanto que, si la llama se apagaba y quedaba el humo, las cenizas revivían y volvíamos otra vez al inicio.

Nuestros encuentros se volvieron tan complicados como las fórmulas de matemáticas para aquellos que no entendían. Mi mente, mi cuerpo y mi alma le pertenecían porque yo era toda suya, no importaba que hiciera, de alguna forma había lanzado un hechizo sobre mí desde el principio porque me volví adicta a la prisión que era él.

Al principio mi dulzura no era amarga, pero él se encargó de transformarla y si quería dejar de sufrir por él, entendí que necesitaba aprender a jugar su juego y ser una buena contrincante que diera batalla. Entonces, decidí convertirme en su whisky amargo porque él ya era mi dulce vodka.

Terminé perdiendo el equilibrio, pero la peor parte no fue eso, tampoco fue perderlo a él, la peor parte fue perderme a mí.

Así que hablemos de él…

Hablemos de Luca.

Hablemos de Luca©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora