Aon

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Había una tranquilidad alarmante en el lugar...

Una que jamás había visto desde que la espada cayó de la mano de Assa, la gran líder.

No desde que mi espada apuntó a su cuello en señal de victoria.

Pero de eso habían pasado un par de cientos de años.

No había nadie en las calles y desde luego no había nadie a mi alrededor.

Eso no hacía más que inquietarme... pero desde que mi espada y los dioses me concedieron la victoria, yo había vivido en un estado continuo de inquietud.

Sin embargo mi instinto me decía que no había nada bueno esperándome al otro lado de la puerta de la gran casa.

La gran casa o como vulgarmente la conocíamos, Ass Hall, era una construcción más antigua que la propia dueña, Assa de los Balder, nuestra líder y reina.

El nombre de la casa le venía al pelo, uno nunca salía siendo el mismo de allí... por eso evitaba entrar.

Esa es la casa donde la líder y la reina vive hasta que la siguiente le sucede, sin embargo esa casa, desde antes de yo exitir, siempre perteneció a las Balder durante siglos y se decían que era una linaje de líderes.

Muchas líderes habían salido de sus entrañas antes de que Assa se hiciera con el poder y la gracia de los dioses, desde luego fue una sorpresa cuando la siguiente líder en subir al poder fuera de otro linaje, uno mucho más olvidado, uno mucho más desconocido o despreciado.

El linaje de los Kaysa.

El linaje del que era la última superviviente, el linaje que me ha hecho líder y futura reina.

Desde luego mis ancestros estarán orgullosos de mi, que a la dulce edad de setenta años había logrado lo que por siglos, otras valquirias habían intentado con desesperación.

El poder y la gracia de los dioses.

Cuando cumplí mi primer siglo, ya se  habían escrito poemas sobre mí, la valquiria que líderaría junto con Freyja a los guerreros del Valhalla hacia el Ragnarok.

Sin embargo no me sentía tan poderosa y que Freyja me perdone... pero yo solo quería ser normal.

Nunca supe exactamente porque intenté participar en las Tríadas, sin embargo nunca llegué a pensar que derrotaría a nuestra reina y líder, haciéndome así con el poder.

No estaba preparada, no creo que me sintiera preparada jamás.

Aún se me ponen los pelos de punta al recordar a Assa en la arena arrodillada ante mí -una valquiria que ni siquiera había alcanzado la inmortalidad- mientras el resto de los asistentes le imitaban arrodillándose también y recitando las plegarias.

Intentaba no pensar en ello, ni en el círculo vicioso de hechos que acontecieron durante las siguientes semanas.

La gente se arrodillaba ante mi, me consideraban una diosa, me consideraban superior a ellos.

Incluidos los Eir, descendientes de la misma diosa de la curación y con el mismo nombre, que me habían criado desde que nací, que me dieron mucho mas que el amor que te pueden dar unas guerreras que se preparan a la guerra.

Los hombres entre las Valquirias eran bastante sublevados en una jerarquía de mujeres, sin embargo eran apreciados como consejeros y eran entrenados también junto con las guerreras.

Yo tenía a Fenris, quien era como mi hermano mayor quien me dio la confianza suficiente como para volver después de la primera clase de lucha que daban a los niños pequeños en los campamentos de batalla.

The Last Valkyrie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora