2. El café

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El tiempo pasó volando, en verdad siempre me pasa. También siempre me pasa que cuando entro, mi mente se para, y cuando salgo se pone en marcha, o así es como yo lo explicaría, porque parece como si tuviera un vacío mental en ese rato que estoy hablando con mi psicóloga.

-Papá está abajo, ¿quieres un café?- Me dice mi madre mientras bajamos las escaleras.

-Claramente, no hay cosa mejor que el café de aquí.- Contesto sonriendo. Creo que tengo una obsesión con éste café, ¡pero es que sabe a avellana!

Cuando llegamos a la primera planta, vemos a mi padre sentado esperándonos con un café encima de unas revistas en el asiento de al lado, no sé cómo lo hace para siempre encontrar revistas o papeles de cualquier cosa para leer.

-Hola, ¿qué tal ha ido?- Pregunta mi padre inocentemente. Sabe que yo nunca sé qué decirle.

-Pues como siempre, no creo que haya pasado algo importante tampoco.- En verdad no me acuerdo de lo que acaba de pasar, pero tampoco era como para decirle eso.- Quiero café, ¡aliméntame!

-Anda vamos, muerta de hambre.- dice riendo mientras se levanta.

Mientras esperamos que se rellene el vaso, sacó un tema del que no quería ni acordarme.

-Por cierto, hoy es lunes, ¿no tienes que ir a atletismo?

-Ugh, sí, encima mamá me obliga, no sé ni por qué me apunté la verdad, si yo y el ejercicio nunca nos hemos llevado bien.

La máquina hace el bip que anuncia que mi bebida adorada está lista. Estaba pensando tanto en lo de atletismo que me llevé el vaso a la boca sin pensarlo.

-¡AUCH!- Grito casi tirando el vaso, me he quemado toda la boca, ¿por qué he hecho eso? ¿Soy tonta o qué?

-Tienes que tener cuidado, torpe.- Me dijo mi padre burlonamente mientras se ponía rojo de aguantar la risa, pero no tardó en estallar a carcajadas. -Tenías que haber visto tu cara de sufrimiento.-Y ahí está el mejor padre del mundo señores.

Pongo cara de indignada, me doy la vuelta moviendo mi corta y negra melena y me voy andando, cual diva, hacia el asiento donde estaba mi padre, pero ahora está mi madre mirándome confusa. Por detrás oía cómo la risa de mi padre iba a más.Cuando casi llego al asiento, mi madre me hace señas para que me acerqué a ella.

-¿No ves que hay gente hija?- Me dijo sorprendida por lo que acababa de hacer. Es que estaba pensando en mi lengua, todavía dolorida, tanto que ni me acordaba que estaba aquí. En eso que miro hacia la izquierda, y veo en un asiento un poco cerca de la máquina de cafés a un chico riendo por lo bajo y tapándose la cara. Cuando ya para y me mira, ya reconozco su cara, y siento que me dan los siete males. ¡Acabo de hacer el ridículo delante de mi compañero de clases de inglés! Cojo el café, lo soplo un poco, y me doy prisa en terminármelo, no quiero seguir aquí con este cerca, que encima ni sé cómo se llamaba.

Mi padre se va acercando, todavía riendo un poco, pero luego me mira con cara interrogante, supongo qué sospecha algo de por qué llevo tanta prisa ahora.

-Venga vámonos, que quiero llegar pronto a casa.- Aviso a mis padres mientras me levanto para tirar el vaso a una papelera que no encuentro.

Not TodayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora