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Despertar

Cuando entramos a la casa azul todo fue belleza. Entrando había un minúsculo recibidor con bancas de madera y almohadas encima de estas, con alfombras y cuadros de Griegos y querubines. Pero pasando este estaba una gran sala con sillones rojos y piso de madera, había un radio y una televisión, una alfombra verde lima y una mesa de centro café, con rosas de todos los colores en un jarrón, había un gran comedor con un enorme candelabro y la cocina era enorme y magnifica.

–¿Quieres esperarme aquí en la sala?– pregunto Manu y yo asentí embobada.

Admiraba los cuadros que había en el salón, había una pintura de una pareja, sin nada de polvo y con una vela abajo, me acerqué a ver de cerca todo,en la mesilla de abajo del cuadro había una pequeña placa:

"Siempre estarán en nuestras mentes y en nuestros corazones, madre y padre"

Algo se rompió en mí, los padres de Manu están muertos. Me hubiera puesto a pensar más pero luego asimile.

Nuestros.

¿Manu y quien más?

–Nuestros– susurré bajísimo.

O eso creí yo.

–Y yo, también – oí una voz escalofriante atrás de mí. Me sobresalté y gire sobre mis talones para toparme con un rostro masculino, sombrio y un tanto aterrador. –¿que haces aquí preciosa?– hablo con un tono divertido.

Me iba a desmayar del miedo.

–Y-yo, soy Á-ambar– tartamudee y sentí mis manos sudar.

El tomo una de ellas entre sus masculinas manos y besó mis nudillos. Me tense.

–Soy Santiago, el dueño de la casa ¿veniste a verme?– susurró a centímetros de mi rostro. Retrocedí unos pasos y choque contra una pared.

–Joder, Santiago– gruñó una voz conocida desde arriba de las escaleras helicondiales –¿Es que no te cansas de molestar a los pocos invitados que he llegado a traer?

Manu, gracias al cielo que estas aquí.

El menor tomo a Santiago y lo alejó de mi anatomía. Debí imaginarlo, era muy guapo, pero no mas que Manu. Tenia el cabello castaño y los ojos azul claro, con algunos tatuajes que pude apreciar. Sin embargo, su carácter arruinaba su linda cara.

–Hermanito, ¿es tú invitada? ¡si tu no sabes hacer amigos!– rió de alguna irritante manera.
Mis impulsos hicieron que mis pies se movieran hacia Manu y el rápidamente se puso frente a mí, dándome la espalda de forma protectora.

–No me duelen tus palabras, Santiago, pero a ti estoy seguro que te duelen las mias– susurró con la voz cargada de veneno.

Wild Life  |Manu Ríos|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora