Pasadas las 7 a.m. los pasillos del hospital municipal Carlson se encontraban someramente vacíos. En sus días dorados, antes de la entrada de todas las clínicas de renombre y de la construcción del gran hospital estatal en la ciudad, estos gastados pasillos de pisos y paredes blancas se llenaban de visitantes; algunos venían de lugares lejanos haciendo visitas de cortesía para un familiar o allegado, pero jamás regresaban una segunda vez. Otros volvían con frecuencia, 2 o 3 días a la semana, e incluso diariamente; tanto, que se hacían conocidos por el personal de la instalación.
La enfermera Jolly Ray había trabajado en la recepción del hospital durante casi veinte años; era el miembro de personal más antiguo y aspiraba a retirarse en algunos meses. En sus más de dos décadas de trabajo en este hospital, Jolly había presenciado personas de variadas edades asomarse a la recepción para anunciar sus visitas, pero era la primera vez que veía a un pequeño que apenas era más grande que su mochila, caminar erguido con su pase amarillo en mano; con su nombre y la habitación de su familiar marcados en rojo, todo esto completamente solo.
Ningún niño menor de 9 años tenía permitido hacer visitas a cualquier paciente sin la presencia de un adulto; pero este niño tenía un permiso especial por parte de las directivas, ya que su único adulto a cargo estaba internado en el hospital desde hacía una semana.
—Así que hoy son orquídeas, cariño—Mencionó Jolly, al ver en las pequeñas y sucias manos del niño una orquídea, con tierra y raíces aun adheridas al tallo de la flor—Seguro tu mamá estará muy feliz de recibirlas—
Este niño era pequeño y delgado, tan delgado que podía pasar por un niño de cuatro o cinco años; aunque en realidad tenía siete. Hablaba muy poco frente a los demás, pero podía escucharse su voz animada al interior del cuarto del paciente al que visitaba todos los días.
Jolly firmó su pase cuando el niño extendió su mano para dárselo y seguidamente lo observó perderse en los silenciosos pasillos en dirección a la habitación.
—Pobrecito—su compañera de recepción, Elizabeth, murmuró a un costado de Jolly— Escuché que una anciana vecina está cuidando de él desde que su madre entró al hospital y lo trae todos los días a verla— un niño, sin ningún tipo de registro de nacimiento, con una madre sin familiares o documentos; estoy segura que servicios sociales no tardará en venirlo a buscar.
Jolly suspiró de igual modo; reconociendo la verdad en las palabras de su compañera.
—Solo Daniel, sin apellidos— Jolly murmuró— de no ser por sus vecinos ¿Qué sería de él?
Una semana atrás, una mujer indocumentada había entrado al servicio de emergencias del hospital estatal; ya que era un caso extraño y que no pudo validarse su identidad en ninguna base de datos, fue enviada a Carlson, para ser atendida. La mujer tenía un niño, al parecer su hijo, de apenas siete años.
La pareja de ancianos que la trajo al hospital relató algo de haberla encontrado deambulando cerca al aeropuerto de la ciudad junto al niño y la llevaron a su casa, empleándola en el invernadero que administraban y dándole espacio en una pequeña cabaña en el patio de su vivienda. Habían vivido ahí por casi un año, antes de que ella colapsara mientras preparaba el desayuno.
Cuando la mujer despertó, se negó a decir su procedencia o la identidad del padre de su hijo, incluso se negó a responder en que hospital había nacido su hijo o si contaba con familiares en algún lugar; solo dijo llamarse Diana, y su hijo, Daniel.
Lo más triste de todo esto, es que la mujer tenía un terrible cáncer que nunca fue tratado, y ya se encontraba en su etapa terminal.
—Solo el cielo sabrá que le depara a ese pobre niño—.
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Quizás mañana...
RomantikLuego de conocerse durante la secundaria y tener una historia que solo puede describirse como "complicada", Daniel Calo y Aiden Roden se reencuentran en extrañas circunstancias. Mucho tiempo ha pasado, y sus vidas han tomado rumbos muy diferentes, p...