Capítulo 3: Mundanzas

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No pegue ojo de toda la noche, mi cabeza no paraba de pensar y los ronquidos de Phill tampoco ayudaban. Cerré los ojos deseando dormir pero en vez de eso empecé a recordar toda nuestra conversación.

-Debes decírselo a ella, si se lo dices a Mike sabes lo que pasará pero a ella, no creo que se lo diga porque sabrá lo que le haría. Y aparte si se lo dices te quitaría el mayor peso de encima digo yo. Veo como cada día estas a punto de explotar y decirlo, y te aseguro que yo quiero estar bien lejos cuando eso suceda.-dijo Rob.

-¿Decírselo? ¡estas loco! si se lo digo pensara que no es sincero y que se lo digo para que me perdone, lo que hará que me odie más. Quiero decir he hablado con ella y si no me quiere perdonar o como ella lo dice no puede, no la obligare, hoy desde hace un año me ha hablado aunque sea un poco, para mi eso que parece nada es mucho, ¡la he abrazado! la he sostenido en mis brazos unos instantes y juro que fueron los mejores instantes que tenido hasta ahora. Y si debo mudarme  la otra punta del país lo haré, haré todo para que me perdone, para que sea feliz.

-Eso es muy bonito, como dicen no hables, reacciona. Tienes que sacar a Jess de tu organismo, tienes que enamorarte de otra chica. Si no haces eso puedes dar por hecho que la perderás.-dijo Phill.

-Phill tiene razón, imagínate que se vayan a casar estoy seguro que si no la olvidas serás tú quien diga que no estás de acuerdo con ese matrimonio.

La imagen de ella vestida de blanco y Mike esperandola en el altar volvió a mi cabeza.

-¡Pero no se como olvidarla!

-¿No sabes o no quieres?-dijo Rob.

Volví a abrir los ojos y me dirigí a la mini nevera a coger una botella de agua, el sol ya se había levantado serían eso de las siete de la mañana, volví a mi sofá y puse mis pies en la mesita. La pregunta de Rob retumbaba en mi cabeza, y para ser sincero no tenía una respuesta, no es como si hubiera un botón en mi corazón que poniera Quererla on- Quererla off, yo nunca decidí de amarla nadie decide amar a una persona, y aparte realmente no se como olvidar a alguien, puede que si te vas de tu país o otro sitio si puedas olvidar a alguien pero yo que supiera no me iba a mudar. Mudar... pensé, ¡¡¡Marta!!!.

arranque la etiqueta de la botella y escribí:

Fui a casa de Marta, ya os lo explicaré cuando vuelva.

Cogí el ascensor dándome cuenta cuan lento iba y en una hora llegue a su casa, sorprendido de que sabía el camino con tan sólo venir una vez. La casa de Marta estaba a las afueras de Onil (nuestro pueblo), me gustaba mucho ya que no son como todas las casas del pueblo azules, beige o rojas, la suya era de madera con enormes ventanas en las que ahora podías ver lo sola que estaba. Me bajé del coche y avance hacia el camión de mudanzas que se encontraba delante mía.

-Hola señor y señora Rodríguez.

-¡¡Taylor!! Querido cuánto tiempo sin verte- dijo su madre con acento español, hay gente que no le gustaba pero a mi me encantaba. La madre de Marta es algo así como una supermodelo pero sin ser plata y delgada, Phill y yo la solíamos llamar la modelo sexual, a pesar de sus cuarenta años no parecía tenerlos, su melena era de un negro menos intenso que el de Marta ya que al sol su pelo parecía castaño y liso. Iba vestida con pantalones piratas y una camiseta rosa que por culpa de sus enormes tetas le quedaba corta.Para mi era la típica española de ojos marrones, piel dorada y pelo oscuro, salvo por su cuerpo que era más bien de una brasileña o alguna mujer de América Latina.

-¿Cómo estás amigo?- dijo su padre de dentro del camión, colocaba las cajas con  la mirada casi asesina de su mujer, el a cambio de su mujer ya no tenía acento, bueno un poco pero sólo en algunas palabras. Tiene la piel dorada como su mujer pero más oscura, su pelo negro y rizado como su hija y sus ojos azules eran lo primero que veías. También se mantenía en forma pero sólo le hacía pasar por un teintañero.

Historias cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora