"Deberías haberla matado".
Mi hermano colocó dos pequeños cubos de azúcar sobre una cucharilla suspendida en el fino canto de su taza de té. Su jubilosa atención se centró en el vertido del té. Las arrugas de su rostro se movieron hacia atrás para dibujar una sonrisa y una risita de felicidad escapó al tiempo que observaba cómo las formas se fundían y caían una sobre otra. Sin escapatoria, los remanentes de dulzura colapsaron ante la oscura infusión.
"Lady Sofía no será un problema", dijo.
Stevan hizo un gesto de fastidio con la mano. "Hoy quizás, ¿pero mañana? Las emociones se infectan si no se tratan, hermana". En su mirada pude ver un interrogante. "Mejor ahogar la llama antes de que incendie todo el lugar, ¿no crees?"
"Hablé con la recabadora de información principal de Arvino..."
"Ustedes los recabadores y sus tratos. Aún creo que traicionó a su casa y que debe pagarlo con su vida".
"Ya llegará el momento", respondí, suavizando mi tono. "Pero tenemos un acuerdo. Adalbert se encargará de que ella no se meta en problemas. Es su responsabilidad".
Mi parte en la discusión había acabado. Stevan se reclinó en la silla con una mirada de aceptación de mala gana y levantó la manta que tenía en su regazo.
"A ese hombre le serviría otro par de ojos en su cabeza", expresó Stevan en voz baja, indignado. Para Stevan, nunca se trató de la búsqueda de una solución, lo único que importaba era el resultado final. Para mi hermano, los arreglos a los que llegaba podían hacer desaparecer muchos de los problemas de Piltóver. Rara vez consideraba las elecciones que llevaban a tales decisiones.
Sostuve mi taza con una mano y dejé que la otra se tendiera distraídamente sobre la cadera, reconfortándome en la línea de agarre que llevaba allí. En parte, Stevan tenía razón. Los resultados importan, pero siempre preferí la caza.
Observé a Stevan a través del vapor de mi bebida. Fruncía los labios como si estuviera decidiendo algo. La presión emblanqueció la piel de su barbilla y resaltó las marcas de edad que trepaban por la seda que envolvía su cuello.
"Hay algo más", agregué.
"¿Soy tan obvio, hermana?"
Creo que se habría sonrojado si su débil pulso se lo permitiera. En su lugar, me lanzó una sonrisa llena de dolor y sacó un trozo de papel doblado y un rosario de uno de los cajones del escritorio que nos separaba. Stevan retrocedió en su silla de ruedas y tosió con esfuerzo. En la silla, haló de las pequeñas palancas. Ese esfuerzo simple puso en movimiento una serie de pequeños engranajes que activaron unos más grandes hasta que el mecanismo empujó las ruedas hacia mí, y a Stevan con ellas.
"El corto compromiso de Lady Arvino no fue lo único que descubrimos en todo este desastre", dijo. "Encontramos esto en uno de los hombres del Barón durante la limpieza".
Puse mi taza en el platillo blanquecino y tomé el trozo de papel y el rosario que me ofrecía. Cambié de posición las cuchillas debajo de mí, sus afiladas puntas se clavaron aún más en la fina alfombra.
Los bordes de la nota estaban carbonizados y un tinte verdoso atravesaba el papel desde la parte quemada. El rosario había sido protegido con amor; las caras de las piedras de cristal eran pulidas y finas.
"Camille".
Mi hermano solo pronunciaba mi nombre de esa manera cuando era importante. O cuando quería algo. Desdoblé la nota, el olor acre de los disgustos de Zaun salió de ella. Observé las líneas sólidas. La diagramación era limpia y ordenada; el texto, preciso. Mis ojos encontraron la marca del artífice al tiempo que Stevan lo confirmaba.
"Si Naderi regresó..."
"Hakim Naderi ya no está". Las palabras salieron de mi boca como un reflejo.
Habían pasado más que unos años desde que el cristalógrafo se había desempeñado como artífice principal de nuestra casa, había pasado toda una vida.
Stevan contempló su siguiente movimiento. "Hermana, sabes qué es esto".
"Sí". Observé el papel; el diagrama reproducía la construcción mecánica y cristalina que latía bajo mi pecho.
Sostenía el diseño de mi propio corazón.
"Creímos que todos habían sido destruidos. Si esto existe, bien pueden hacerlo otros. Por fin podré liberarme de esta silla", agregó. "Para recorrer mi casa tal como el maestro de un clan debe hacerlo".
"Tal vez es momento de dejar que otro tome la responsabilidad como el maestro del clan", repliqué.
Habían pasado años desde la última vez que Stevan pudo recorrer los salones por cuenta propia. Algo que sus hijos y nietos nunca permitirían que olvidara. Este no era solo un trozo de papel y una serie de oraciones. Para Stevan, este era un mapa hacia la inmortalidad.
"Es solo un diagrama", continué. "Crees que si encontramos el resto de los diseños de Naderi, nuestros artífices podrán recrear su trabajo. Pero todavía está la cuestión de cómo obtener energía..."
"Camille, por favor".
Miré a mi hermano. El tiempo no había sido amable con su frágil cuerpo. Pero sus ojos, después de todos estos años, sus ojos eran como los míos, azules, el azul de los Ferros. Ese cerúleo profundo no se marchitaría con la edad ni la enfermedad. Sus ojos tenían el mismo color brillante que los cristales hex que iluminaban el dibujo que sostenía ante mí. Su mirada me rogaba.
"Tú y yo juntos hemos llevado a esta casa mucho más lejos que lo que Madre y Padre alguna vez soñaron", dijo él. "Si tu amplificación puede repetirse, este éxito, nuestro éxito, Camille, continuará por siempre. Esta casa garantizará el futuro de Piltóver. De hecho, garantizaremos el progreso de todos en Valoran".
Stevan siempre había tenido afinación para lo dramático. Por su constitución débil, había sido difícil para nuestros padres negarle algo.
"No soy la recabadora de información para todo Valoran. Quizás no encuentre nada".
Stevan soltó un suspiro de alivio. "¿Pero buscarás?"
Asentí y le devolví el diagrama, pero conservé el rosario y metí los aros retorcidos de nuevo en mi bolsillo. Me di vuelta para abandonar el estudio.
"Y Camille... Si está vivo, si lo encuentras..."
"Será igual que antes", respondí mientras detenía a mi hermano antes de que pudiera desenterrar más de mi pasado. "Mi deber, como siempre, está con el futuro de esta casa".
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Camille: La sombra de acero
Science-Fiction"La precisión es la diferencia entre un carnicero y un cirujano". -Camille