La muchedumbre del final de la tarde cerca del Comercio del Ala Norte seguía palpitando en anticipación por las fiestas del Día del Progreso. Los rostros de los asistentes estaban enrojecidos por el esfuerzo de los preparativos en ocasión de la fiesta anual de la innovación. Sin embargo, no fueron ellos, sino un mercader extranjero que se tambaleaba por la bebida quien reveló mi segunda sombra.
"Por las mamas congeladas de Ursino", dijo el mercader, frustrado por la presión de la multitud. Empujó a quienes se habían detenido para ayudarlo. "No necesito ayuda".
Las abejas trabajadoras de Piltóver zumbaban a nuestro alrededor, todas excepto un zángano rubio en una de las esquinas de la plaza. La mantuve a la vista mientras me inclinaba hacia el mercader en frente.
"Entonces levántate", le dije.
El freljordiano me miró. Su enojo había hecho que intentara alcanzar su daga de colmillo tallado que colgaba de la cintura. Respondí a su mirada y la observé recorrer el cristal hex en mi pecho hasta llegar a mis piernas con cuchillas. El hombre soltó la empuñadura del cuchillo.
"Buen chico", le dije. "Ahora lárgate".
Asintió sin chistar. El mercader retrocedió, y la mente de colmena mercantil de Piltóver se abrió para reformarse a su alrededor mientras tropezaba por toda la calle. Solo mi escolta sombría permanecía inmóvil, observándome desde un puesto a la distancia.
Continué a través de la multitud; la gente se abría paso al notar mi presencia. Cuando la oportunidad se presentó, me escabullí hacia un callejón sin salida y disparé mi gancho hacia una cruz de madera en lo alto, encima del corredor. Subí hacia la oscuridad y aguardé.
Unos segundos después, mi escolta entró al callejón. Sus prendas estaban cubiertas y eran lo suficiente anodinas como para no llamar la atención en los atestados niveles de Zaun, pero el látigo ornamentado en su costado gritaba Piltóver, o al menos un mecenas muy generoso. Dejé que avanzara unos cuantos pasos hacia un rayo de luz que seguro la cegaría. Tan pronto estuvo en posición, caí a su espalda y las puntas de mis espadas se incrustaron cuidadosamente en los adoquines.
"¿Perdiste algo, niña?", Le dije en un tono amenazante.
Llevó la mano rápidamente al mango de cuero negro de su látigo. Se sintió tentada, pero el sentido común pareció ganar.
"Parece que lo encontré". La muchacha levantó las manos abiertas hasta los hombros. "Traigo un mensaje".
Arqueé una de mis cejas.
"De su hermano, señora", agregó.
El drama de Stevan acabaría con la vida de alguien si no tenía cuidado.
"Dámelo".
La muchacha mantuvo una mano en el aire y usó la otra para sacar una pequeña nota de la manga. El sello de cera mostraba el sigilo de Ferros y la marca personal de Stevan.
"Mueve algo más que tus pestañas y te rebanaré la garganta", le dije.
Abrí la nota. Podía sentir cómo mi ira subía como si fuera fiebre. Stevan se había tomado la molestia de buscarme una ayudante. En caso de que mi investigación despertara cualquier "sentimentalismo durmiente" que evitara que cumpliera con mi labor.
Me convencí de que quería lo mejor, pero después de todos esos años, parece que aún no confiaba en mí con Hakim. Fue cobarde ocultar estos sentimientos debajo de la manta y no decirme esto a la cara antes de irme.
"Debería matarte por entregar el insulto", le dije, sopesando su respuesta. "Tu nombre".
"Aviet. Sus manos y su voz se mantuvieron estables. Era joven, ni siquiera un dedo amplificado".
"¿Y tomaste esta misión conociendo la posible consecuencia de mi irritación?"
"Sí, mi señora", respondió. "Esperaba que, si le agradaba, habría un... cargo más permanente dentro de su casa".
"Ya veo".
Le di la espalda y empecé a salir del callejón. Le di una oportunidad de matarme, si esa era su verdadera intención. Escuchaba su respiración exaltada y un tintineo áspero mientras arreglaba el acero enrollado del látigo en su costado. Y luego siguieron sus pasos.
"¿Tenemos un destino, señora?"
"La iglesia", respondí mientras sentía el rosario en mi bolsillo. "Muévete".
El Primer Grupo de los Magníficos Evolucionados, técnicamente, seguía dentro de Piltóver, pero solo apenas. Aquí, más allá de los mercados limítrofes, el pernicioso hedor de la ciudad superaba el aroma festivo de carne asada y pasteles dulces. El Zaun Gris se movía como una marea baja. Se apoyaba en las piernas y se condensaba a lo largo de toldos de mercaderes cubiertos de hollín sobre charcos de fango oscuro.
Me volví hacia la muchacha. "Espera aquí".
"Debo seguirla", Aviet respondió. "Su hermano..."
"Esperarás aquí", dije de nuevo, sin dejar lugar a una réplica. Mi paciencia para el juego de mi hermano se estaba agotando. "Los Magníficos Evolucionados son creyentes fervientes. No son amables con los no amplificados".
Observé a mi nueva asistente, esperando su respuesta. Aviet se limitó a inclinarse un poco. Ansiaba pelear, probarse a sí misma, pero no estaba segura de si este era el momento.
Sonreí. "Ya tendremos tiempo suficiente para eso, pequeña".
La entrada del viejo edificio daba paso a un vestíbulo sombrío separado del salón principal por una celosía de hierro. A través de los patrones de diamantes de metal soldado, varios grupos de lámparas termales de color anaranjado iluminaban la congregación. Las cincuenta o más personas que allí esperaban murmuraban en un unísono atronador, dando la impresión de que una gran máquina respiraba a sus pies. Telas de pana en colores oscuros cubrían las partes de sus cuerpos que seguían siendo carne, mientras que sus brazos metálicos y piernas amplificadas estaban expuestas a la cálida luz. Aquí, amplificaciones de alta tecnología se mezclaban con aquellos con una función más utilitaria. Piltoviano o zaunita, no importaba para los Magníficos Evolucionados. Estas designaciones eran secundarias a su objetivo mayor. En el centro del grupo, una joven mujer con codos mecánicos se dirigía a un hombre con una mandíbula de metal brillante."El cuerpo es frágil", le dijo al hombre. "La carne es débil".
"La máquina nos impulsa hacia adelante", respondió el grupo. Las palabras hicieron eco en el aire vacío sobre ellos. "El futuro es progreso".
No estaba allí para ser testigo. Me mantuve en las sombras, ignorada por el rebaño amplificado, y continué con mi búsqueda.
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Camille: La sombra de acero
Ciencia Ficción"La precisión es la diferencia entre un carnicero y un cirujano". -Camille