Antes que nada me disculpo por tardar más de lo que dije.
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Los días pasaron de forma rutinaria, ella había pasado de ser la pobre cantante de un bar apestoso y sombrío a ser la muñeca y el adorno de un multimillonario, no sabía si estar contenta o no por ello realmente, ni siquiera sabía que veía en aquel hombre de tan notable nariz. Siguió haciendo formas con la lana en sus manos mientras miraba el techo y sin darse cuenta empezó a cantar algo muy triste.
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Una deliciosa voz inundo la mansión, Francisco en ese instante estaba muy ocupado leyendo unos papeles y anotando cosas por el bien de la empresa pero aquel sonido entró en su ser y sintió la necesidad de ver de donde provenía como si estuviera encantado, dejo los papeles sobre la mesa y camino por los pasillos siguiendo la voz como si lo hubiera hechizado. Ella se quedó en silencio cuando escucho los pasos afuera de su pieza y miro fijamente la puerta, Francisco entró y miró desconcertado a su invitada.
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—¿Oíste algo?
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Ella negó con la cabeza sonriendo angelicalmente con cierta inocencia. Él pestaño confundido y luego la miró de nuevo, por el bien de la compañia su padre le había pedido que visitara la fundación a la que le donaban para que la gente los viera de forma más positiva y les comprara más productos, él había hecho espacio en la agenda para la dichosa visita en unos cuatro días si la llevaba a ella de seguro su imagen ayudaría mucho a la compañia.
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—Tengo mucho trabajo, cuidate mi salvadora, el próximo martes saldremos, empieza a elegir que ponerte, si no te gusta nada los sirvientes pueden conseguirte algo… si los llamas.
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Sirena dejo ir un bufido, si… llamarlos ¿Cómo? ellos iban a verla para llevarla a almorzar y preguntarle si necesitaba que la pusieran en la silla de ruedas, pero ella jamás los llamaba porque no hablaba y no iba a buscarlos por el esfuerzo que suponía tratar de lanzarse a la silla de ruedas… aunque era su culpa no aceptar que la pusieran en la silla de ruedas pero ¿para que sentarse en la silla si no tenía nada que hacer?, incluso la llevaban al baño cada dos horas, pero ella jamás decía nada…
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—Hora de la ducha, señorita —dijo una sirvienta muy amable con ella que siempre le contaba historias de su vida, al parecer nadie quería escucharla y todos la interrupian, así que ¿Por qué no aprovechar de hablar con la muda?
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Sirena pensaba en que debía hacer algo con su vida mientras pasaba la esponja por su cuerpo y escuchaba a la sirvienta contandole cosas sin descuidarla, estaba atenta por si algo le complicaba pero dejaba que hiciera lo más que pudiera por ella misma. A Sirena le gustaba mucho la libertad que le daban de tratar de hacer las cosas por si misma y no que la tomaran como una inutil garrapata.
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Luego del baño la sirvienta le ayudo a vestirse y la coloco en la silla de ruedas, sin tan solo hbalara Sirena hubiera protestado pero como no podía solo agito las amnos molesta, aun más cuando la sirvienta empezó a mover la silla ¿A dónde la llevaba? Estaba algo asustada, debía admitirlo, la sirvienta solo reía al verla agitar sus manos y a ratos decia “tranquila” peor no le decía hacia donde iban, quizá porque ella no lo había preguntado pero aun así sería bueno que le dijiera a donde la llevaba, finalmente la dejo en el living y le señalo la biblioteca que había.
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—Ya deja de estar tirada en la cama pensando en la inmortalidad del cangrejo, no sé realmente uqe crees pero lamentandote y negandote a la comunicación no llegaras a algún lado, al menso lee algo si el ocio te esta colapsando.
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Sirena pestañeo sorprendida y paso las manos por el suave sofá en el que la habían sentado, tenía razón no podía quedarse todo el día en cama y eso ya la estaba matando por dentro, por suerte leer era una de las cosas que aprendió en la escuela pública, finalmente señalo un libro romantico que se veía lo suficientemente grande como para entretenerla la semana, total ahora tenía todo el tiempo del mundo pero el costo de ello no le gustaba para nada. La sirvienta le paso el libro y ella se puso a leer aunque no puso toda a atención en el libro porque una parte de ella le decía “¡Basta de la autocompasión! Debes buscar algo que puedas hacer!”, la respuesta llegó a ella de una forma muy dulce, el aroma a galletas, ella podía tratar de cocinar.
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Francisco terminó todo el papeleó de ese día, despidió a dos personas por el bien de la empresa, ajusto los sueldos y bajo a almorzar como merecía, cuanod llegó abajo notó humo slaiendo de la cocina, corrió asustado allí para ver a su invitada tratando inútilmente de sacar algo del horno, mientras todos los sirvientes la veían y daban ideas, si alguno se acercaba ella los echaba atrás con sus manos con ojos suplicantes que decían “Quiero hacerlo yo”, si bien el horno estaba apagado pero el queque inevitablemente se había quemado y ahora Sirena trataba inútilmente de alcanzar el queque pero al inclinarse podía caerse de la silla. Francisco se agacho junto a ella y le sonrió.
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—Ven dejame ayudarte, no seas tan obstinada si estas empezando en esto es normal recibir ayuda.
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Sirena se echo atrás completamente resignada y dejo que Francisco sacara con un mantel el dichoso queque. Luego de eso coloco el queque más alto que ella y lo corto en pedazos, comió un trozo y sonrió con pesar.
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—Quizá hacer queques no sea lo tuyo —Besó su mano—, pero si mi salvadora desea trabajar encontraremos algo en lo que se desenvuelva bien.
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Sirena lo miró sonrojada y sonriendo, él se puso nervioso ante su mirada, miró a otro lado riendo y decidió cambiar de tema.
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—¿Ya sabes como vestirte para acompañarme al hogar?
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Ella negó con la cabeza.
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—Perdona por arrastrarte a esto pero si bien esto no es algo que vaya a salir en un programa de chismes podría ser mencionado en las noticias o en una revista sobre las empresas y su aporte al mundo, ya sabes últimamente la gente compra más a empresas con dueños “altruistas” y bueno mi padre quiere que mantenga mi perfil intachable y ser acompañado por la encantadora señorita que me rescato puede ser…
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Sirena tomo su mano y sonrió asintiendo con la cabeza, si iba a ser una decoración para ayudar a su imagen al menos pagaría lo que él hacia por ella además le gustaban mucho los niños, quería verlos.
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—¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! —Casi saltaba de alegría, no estaría solo e incomodo sin saber ocmo lidiar con el tema, luego de eso volvió a ver él queque quemado y agrego—. Pero no hagas queque para ellos por favor.
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Ambos rieron de buena gana y ella asintió.
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Sirena
Romance"Sirena" así se llama la joven, hermosa y talentosa cantante del bar de mala muerte "Marine", su vida no es un cuento de hadas, padece de "mutismo selectivo" temiendo hablar frente a los demás si ven su rostro y/o están muy cerca de ella y además a...