Apatía

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* Hola xD se que no he actualizado, sorry :'v este capitulo va ligado al anterior, para que vayan armando bien la historia 7u7 les dije que empezaria a cobrar sentido a medida que todo avanzara :v disfrutenlo, ojala sea de su agrado asi como para mi fue agradable escribirlo <3*

"Vive el Eterno y vive tu alma, que apenas hay un paso entre mí y la muerte"

(1 Samuel 20:3).

Crepúsculo vespertino. Los copos de nieve, grandes, húmedos, giran perezosamente alrededor de los faroles y van cubriendo con una delgada y suave capa los tejados, los hombros, las gorras. Víctor Nikiforov se encuentra de pie en un puente poco transitado con la mirada perdida en el blanco infinito que le supone el cielo, tan cerca de él en ese puente, con la ciudad dormida frente a él. Sus ojos tristes contemplan los tonos de blanco que siempre le han parecido cotidianos, observa la danza alegre y graciosa del viento como si el tiempo fuera más despacio para dejarle ver tan precioso espectáculo. Se forman remolinos, flores de lis que se deshojan y de ellas nacen brazos delgados y blancos que caprichosamente juegan en el aire. Y esos brazos de copos de nieve parecen poseer dedos que le acarician la piel, que lo señalan y tocan sus labios. Y el dolor vuelve con ese toque efímero, los brazos y las flores se van a juguetear a otra parte dejándole el recuerdo de las manos cálidas de él. Cuántas veces no besó esas manos por las noches cuando buscaban su rostro, cuántas veces no lo señalaron al terminar una rutina, cuántas veces no las observó moverse como pájaros en el aire, cargando el oro que simbolizaba lo que ahora está roto.

-¡A dónde vas, diablos!-no tarda en llegar a los oídos de Víctor el grito que parte de un extremo del puente-. No estarás pensando en saltar, anciano.

-¿Tan mal luzco...Yuri?- Víctor tragó saliva antes de atreverse a pronunciar el nombre de la pequeña figura malhumorada que se encontraba ahora frente a él. No había necesidad ya de llamarle por el apodo que le habían puesto en Japón y aun así costaba trabajo el pronunciarlo.

-Puedes no decirlo si quieres...si eso evita que tenga que ir a verte a un sucio hospital de nuevo está bien por mí-dijo tratando como siempre de aparentar una fortaleza que todos veían como pubertad, una mala pubertad, a lo que Víctor sonrió divertido, siempre le había hecho gracia verlo así, se preguntaba si él mismo se comportó de esa manera a su edad. ¿Qué estaba haciendo a la edad de Yuri? Se preguntó y su mente evocó aplausos de personas, un viejo iPod, un conflicto con la OTAN que no entendía en ese momento, el cabello de Sofía. Su mirada se dirigió hacia el suelo, hacia los costosos zapatos de diseñador cubiertos por la incesante nieve.

-Huh, ¿no piensas responderme?- el rubio lo sacó de sus pensamientos-. Te pregunté a dónde ibas, el asfalto de abajo del puente no es una opción.

-Pensaba llevarle algunas cosas a Yakov-dijo moviendo una bolsa de compras que tenía en la mano-.Aunque no sé dónde queda la casa de Lilia.

-¿No pudiste hablarle y ya?

-Quería pasear un poco- el platinado alzó los hombros excusándose-. Así que lo iré a buscar a la pista.

-Entonces vamos, igual voy algo tarde.

Ambos se pusieron en marcha, en silencio, con la mirada hacia enfrente mientras la nieve en el camino absorbía a cada paso los pensamientos de cada uno. Los rusos tienen una habilidad especial para pisar sobre la nieve en el asfalto gastado y resbaloso, o esa es la creencia. Se les ve como superiores al ocurrir en esa hermosa tierra eventos que occidente no logra entender del todo. Cualquiera pensaría que son indestructibles. Su ejército es fiero, su mandatario todo un personaje al cual le temen las potencias, su cultura vasta y su entereza admirable. ¿Qué se piensa cuando alguien dice Rusia? Seguramente en un hombre con bigote montando un oso hacia la gloria, pensó Víctor y rió un poco ante su propia ocurrencia. Cualquiera ciertamente se sorprendería de ver a este ruso de ojos azules y rostro sereno como lo que es, un hombre destrozado por el amor de un pequeño nipón que le ofreció la vida para arrebatársela luego. Rompiendo el estereotipo ruso con lágrimas nocturnas, reforzándolo a cada paso sobre la nieve que cruje bajo sus pies y le hace sentir un frío al que ya está acostumbrado desde que empezó a sentirlo desde dentro de él. Lo único que lo hizo quitar la mirada de la nieve fue la pregunta del pequeño rubio frente a él.

OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora