—¿Por su bien? —preguntan Stu y su mamá al mismo tiempo, una reacción que divierte más a tía Pat que a Stu.
—Sí. Tengo que descubrir si hay algo raro en él, que probablemente lo habrá, y lo digo por tres razones.
Tía Pat arquea las cejas, escéptica pero expectante, algo que Stu también hace a veces.
—Una —levanto el dedo índice para enfatizar mis palabras—, todos sus novios tienen algo raro. Dos —levanto un segundo dedo—, lleva cuatro meses saliendo con él y no lo ha traído a casa, así que probablemente esté escondiendo algo. Y tres, algo relacionado con la primera razón, Kate no tiene ni una pizca del criterio de Maggie —nuestra hermana mayor— en lo que se refiere a elegir chavos adecuados para ella.
—¿Y tú lo tienes? —pregunta Stu.
Me avergüenzo al recordar la fiesta de ex alumnos de la escuela y respondo:
—Bueno, yo elijo mejor para Kate que la propia Kate. ¿Sabes por qué? Porque no estoy cegada por el amor como ella. Yo abordo la cuestión de un modo mucho más lógico.
—Nunca te gustó ninguno de sus novios —dice Stu.
—Mi opinión está influida por la persona.
—Está bien. Cuéntanos entonces qué tenía de malo el último.
—El maíz —respondo.
—¿El maíz? —pregunta tía Pat.
—El maíz —repite Stu.
—Ese tipo se alimentaba sólo de maíz, carne y chocolate —le explico a tía Pat—. ¿Ves?, ahí es donde Kate deja de ser autocrítica. A ella le gusta cocinar. Y además come toneladas de crucíferas. Pero sería imposible cocinar a largo plazo para un hombre adulto que no las prueba. Por lo tanto, y por lógica, no era una buena pareja para Kate. Sabía que romperían. Lo único que hice fue sugerirlo un poco antes de que ella estuviera preparada para oírlo.
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Amor y otras palabras extrañas
Teen Fiction¿Puede alguna persona ser verdaderamente ella misma -o estar verdaderamente enamorada- en un idioma que no es el suyo?