CAPÍTULO UNO
Tiene que haber alguna manera de resolver esto.
Reflexiono sobre la posible fórmula, tumbada en la cama de Stu mirando fijamente el techo, viendo únicamente equis, yes, paréntesis e incógnitas. Al otro lado de la habitación está Stu, sentado frente a su teclado, dándome la espalda mientras toca una combinación periódica de acordes para luego detenerse a escribir o borrar jeroglíficos musicales en un cuaderno.—No se puede resolver —le digo—. Hay demasiadas variables.
—Ya te lo había dicho yo —responde.
—Pero debo saberlo.
—Creo que puedes vivir sin conocer ese dato. Al menos, yo sí.
Me incorporo, me ajusto los lentes y me doy cuenta de que hay un hilo suelto en la franja color ladrillo de su cobija estilo sarape.
—Tienes que arreglar esto antes de que se descosa —le digo.
—¿Qué?
Se lo explico.
—Jálalo —responde.
—No voy a hacer eso.
—Entonces, ignóralo.
—Ten en cuenta que sería incapaz de dormir debajo de esta cobija con ese hilo así. No podría dejar de pensar en él en toda la noche.
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Amor y otras palabras extrañas
Novela Juvenil¿Puede alguna persona ser verdaderamente ella misma -o estar verdaderamente enamorada- en un idioma que no es el suyo?