Disfruta el silencio

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La luz entraba a raudales a través de las ventanas abiertas de la sala, JungKook miraba divertido la fotografía que acababa de subir en honor al cumpleaños de su mayor. Lo mejor de esos días era precisamente el molestar al festejado, pruebas fehacientes de que el amor fraternal tenía ciertas gotas de molestarse entre sí.

Eso no significaba que el cariño que JungKook sentía por su mayor se limitara al ámbito fraternal, de haber sido así se habría rehusado a aceptar el regalo que YoonGi y SeokJin le ofrecieron en su cumpleaños.

Siendo sincero consigo mismo, JungKook solo había sentido una vaga curiosidad por la propuesta, él era incapaz de imaginarse prestando a su pareja, y aunque no comprendía cómo funcionaba la mente de sus mayores al proponerle eso, era cierto que él no pudo negarse. Simplemente su curiosidad le superó, ¿qué se sentiría tener sexo? ¿Qué sentiría al tener un par de carnosos labios envolviendo su pene erecto? ¿Qué sentiría al hundirse en otro cuerpo?

JungKook era consciente de que en un principio solo había visto la oferta de YoonGi y SeokJin, como lo que era; sexo. Un cuerpo bonito y dispuesto a ser follado de una y mil maneras. Ni siquiera era capaz de pensar en SeokJin y la persona que iba a guiarle en su primera vez, como un mismo ser.

Y sentado ahí, en la sala, con meses de distancia entre un JungKook curioso y virginal, y el JungKook de ahora, un hombre enamorado y no correspondido, se preguntaba cómo había llegado a ese punto.

El quid de la cuestión era ese, JungKook estaba enamorado de un hombre que no podría pertenecerle, y se negaba a renunciar a él.

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—Te amo, Kim SeokJin.

YoonGi beso los párpados de su novio, acarició sus pómulos, y subió a besar su frente. Dándole mimos suaves y sutiles, como el viento cálido del otoño, un ósculo luminoso y puro. Sin rastro alguno de lujuria, ni de pasión. Solo un abrasador amor.

Jin seguía temblando entre sus brazos, aunque con menor intensidad, su piel seguía fría después del baño y no conseguía calentarse pese a la ropa abrigadora que Suga utilizó para vestirlo.

—Deberíamos ir por algo para desayunar — murmuró YoonGi, levantándose. Tendió una mano hacia su novio, Jin inmediatamente se la estrechó.

Cuando salieron de su cuarto, el primero en saludarlos fue NamJoon, el líder llevaba el cabello alborotado y una cara de cansancio que resultaba graciosa. Abrazó a Jin, alzándolo del suelo, para luego bajarlo y desearle un feliz cumpleaños.

Para Jin, fue como una sucesión de rostros queridos desfilando frente a él, sosteniéndolo con afecto, palabras dulces y bromas internas. Fue igual que ver el paisaje hermoso de un verano a través de las ventanillas de un automóvil en movimiento. Un efímero vistazo de la belleza.

Fue dejado en la sala, junto a JungKook. El más pequeño de la casa le aseguró a YoonGi que podría cuidar del mayor, una sonrisa de dientes blancos y la inocencia en sus grandes orbes. El rapero confió en él.

De un momento a otro JungKook se encontraba junto a él, con sus fuertes brazos atrayéndolo hacia su pecho. El menor olía a jabón y una débil nota de algún perfume varonil. Le beso la coronilla, y susurró algo que a Jin le llegó como un par de frases incoherentes.

Supo que decía su nombre, que le pedía algo, y conforme hablaba también afianzaba su agarre, si hubiera estado más lúcido se habría quejado por lo doloroso del abrazo, y no hubiera levantado el rostro para ver la cara confundida y desesperada de JungKook. Si no se sintiera como una muñeca de porcelana habría negado el beso con el que su adorado menor, sello su promesa — cuál —.

A un par de metros de ellos, YoonGi miraba la escena. Un incipiente dolor anclándose en sus intestinos, en su pecho. Cada palabra de Jeon siendo repetida en su cabeza. Lo delicado que fue al besar a Jin. El amor con que lo sostenía. La desmadejada figura de Jin dejándose hacer.

Sabía que cada persona era diferente al enfrentarse a las escenas de BDSM, incluso si la suya no fue más que un par de azotes y un nimio rastro de humillación, SeokJin parecía no terminar de procesar nada. Supuso que su error fue dar por sentado que Jin estaría bien, que el dolor que le infringiría sería meramente físico, que disfrutaría un poco de ello. No obstante, los hechos lo contradecían.

Lo peor de todo, era que muy dentro de sí, la parte más oscura de él, había disfrutado el dolor de Jin. Sus lágrimas. La desesperación. Disfrutó destruir un poquito de aquella belleza.

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El beso no fue correspondido, pero el contacto le bastó a Jeon para hacerlo sentir que valía la pena estar ahí, con un taciturno Jin, corriendo el riesgo de que en cualquier momento regresara YoonGi y lo golpeara por acercarse de ese modo a su novio.

Si JungKook aprendió algo durante todo ese tiempo, fue que YoonGi no dudaba de la fidelidad de Jin, y que los celos parecían ser una palabra inexistente en su vocabulario, porque confiaban entre sí y se amaban, mas eso no significaba que a YoonGi le agradara del todo el que los demás rondaran al mayor.

YoonGi solo disfrutaba que apreciaran a Jin en la distancia, como los buenos amores platónicos.

En cambio fue una figura pequeña y ágil la que saltó el sofá y fue a dar con ellos. Una media luna y ojos cerrados saludaron a JungKook.

Jimin echó sus brazos sobre el mayor, y solo entonces Jin pudo sentir de nuevo la tibieza de un cuerpo junto al suyo.

Del mismo modo en que su cuerpo reaccionaba al de YoonGi, Jin se encontró separándose de JungKook para buscar el confort de los brazos de Jimin. El pequeño vocalista lo estrechó.

Las palabras fueron innecesarias al ver el rostro herido y enamorado de Jin. Una curiosa combinación.

La tercera verdad que Jin no pudo apreciar aquel día en la cocina, volvió a iluminar el rostro de Jimin, y era tan evidente que SeokJin quiso golpearse nuevamente. Quería a Park Jimin. Lo quería de una manera que era injusta para el menor, para YoonGi y para él. Lo quería tanto que el dolor de por fin conocer esa verdad, reparó cada una de las grietas que YoonGi dejó en él.

Porque al final, cada azote lo mereció. Cada dura palabra de YoonGi era cierta. Sin embargo, eso no borraba el hecho de que se amaban. Lo hacían con toda el alma.

—Feliz cumpleaños, Jinnie.

Salió de Jimin. Pese a que en la sala reinaba el silencio.

Para: JinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora