Capítulo 2

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Once años después...



La luz era tenue, las sábanas estaban revueltas, el par de hombres desnudos aún se besaban con frenetismo, la sesión sexual había terminado hacía unos cuantos minutos. Lejos de sentir saciedad querían intentar la segunda ronda, finalmente aún no era muy noche. Pese a que la oscuridad ya reinaba en la calle, para ellos la fiesta apenas iniciaba. Los musculosos sujetos abrazados y rozando sus narices con parsimonia degustaban de los carnosos labios el uno del otro.

-- Estoy listo para la segunda parte – comentó lujuriosamente el chico de cabellos rubios y revueltos que estaba al lado derecho de la cama.

-- Estoy seguro que sí, porque aún tengo energía y mucha pero mucha vitalidad por ofrecerte – Braulio Alanís sonrío ladinamente luego de contestarle. Ese muchacho era la conquista de esa noche, luego de conocerse en un parque y quedar esa misma tarde, justo en ese instante estaban reposando luego de tener relaciones.

-- Pues no digas más y...- no terminó su frase debido a que el imprudente teléfono de Alanís comenzó a sonar – No... no respondas... anda...- suplicando y besándolo al mismo tiempo, el rubio fogoso pedía toda la atención.

-- Aguarda, es importante... - separándose un poco para aceptar la comunicación, puso el auricular en su oreja izquierda – Fábrica de sueños, donde todas sus fantasías eróticas gay, lésbicas y bisexuales se pueden cumplir... ¿Con quién tengo el gusto? – respondió con un tono sumamente sensual.

-- Creo que equivoqué la llamada, yo quería comunicarme con mi promiscuo amigo – el interlocutor mencionó riendo.

-- ¡Oye! No soy tan promiscuo – dijo con un fingido tono de ofendido.

-- ¿Enserio? Supongo entonces que no estás en la cama de un hombre hermosamente esculpido por los dioses ¿cierto?- preguntó Mario sabiendo la respuesta.

-- Bueno... lo que puedo decirte es que...- su compañero sexual de esa noche se había levantado para tomar un poco de agua que tenía una botella colocada en el peinador frente a la cama, lo cual le daba una vista perfecta de las redondeadas y blancas nalgas que acababa de disfrutar – No está tan esculpido, digamos que solo es un lindo trasero – comentó en voz baja para evitar ser escuchado.

-- Lo imaginaba, a Braulio Follatodo no se le puede ir uno vivo – el otro soltó la carcajada.

Mario Vanegas se encontraba sentado mientras esperaba en la mesa de un restaurante italiano de muy buen gusto. La cita que había pactado con un varonil chico de ojos verdes, que conoció en una oficina que visitó una semana antes, tenía una hora de retraso. Miraba de un lado a otro esperanzado en ver la cara del que sería su acompañante, sin embargo por más que veía entrar gente, ninguno era el sujeto que esperaba. Su cara de incomodidad reflejaba la preocupación que sentía.

-- Ya sabes, una buena dosis de amor físico a nadie le hace mal, y tampoco una buena lasagna, pero un mortal no lo puede tener todo en esta vida – comentó de forma casual Braulio al otro lado de la línea. Al no querer esperar como tonto, Vanegas optó por llamar por teléfono a su mejor amigo con la firme intención de hacer tiempo - ¿Y tú que se supone que haces? – preguntó al otro muchacho.

-- Pues... espero – contestó el muchacho mientras veía la entrada, pues alguien acaba de ingresar al restaurante – Mi cita a un no llega – remató su idea cuando comprobó que no era.

-- ¡Oh vaya! Con que cita y toda la cosa ¿Es el de los ojos verdes más hermosos que hayas visto en toda tu patética y jodida existencia? – preguntó en tono burlón, pues con esas mismas palabras Mario se había referido al chico con el cual saldría.

El plan BDonde viven las historias. Descúbrelo ahora