Capítulo 10 - FINAL

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Un crudo momento de silencio se había formado en el lugar. Claudia se cubría la boca para impedir que un alarido de sorpresa se le escapara. Braulio por su parte, podía escuchar y ver cómo aquel hombre sostenía cariñosamente la mano de Mario. La propuesta había sido clara y contundente, no había mucho qué hacer al respecto.

-- No, no por favor – alcanzó a exclamar con un tenue y entrecortado tono de voz. Mario, su amigo, su compañero y cómplice le estaba siendo arrebatado frente a su cara y no podía evitarlo, era como si se tratase de una broma del destino, tanto tiempo lo tuvo a su lado, y justo cuando reconocía lo que sentía por él, otro se adelanta y se lo lleva.

Christian no tardó mucho tiempo en percatarse de la pareja que había llegado, su cálida sonrisa se esfumó como por arte de magia, ahora fruncía el ceño mientras miraba atentamente al hombre que estaba posicionado justo detrás de Vanegas.

-- ¿Qué haces aquí? – con un tono monocorde preguntó. Ante tal cuestionamiento Mario volvió la cabeza para saber qué ocurría.

-- Braulio – dijo en tono bajo mientras se ponía de pie. Su acompañante lo imitó, la caja con la argolla se quedó sobre la mesa, abierta, mostrando la exquisitez de la joya.

-- La... lamento, lamento haber interrumpido – con los ojos cristalizados, como pocas veces en su vida, estaba a punto de llorar, pero debía resistir, debía aceptar la realidad.

-- Claudia – pronto se percató de la presencia de su amiga - ¿Qué hacen aquí? – preguntó sin comprender lo que ocurría.

-- Eso es lo de menos, Mario, nosotros, bueno Braulio tiene algo que decirte – la mujer se posicionó junto a su amigo – Anda, habla – lo tomó del brazo y lo instó a hablar.

-- Lo... lo único que quería decirte es... es que... es que siento haber interrumpido tu momento – dio media vuelta casi tirando a la chica que lo sostenía. No tenía el valor de interrumpir el sueño hecho realidad de Mario.

-- Braulio, espera... ¡Espera! – le hablaba, pero el aludido simplemente comenzó a caminar descendido las escaleras – Bien jugado, Christian, el famoso Christian – mencionó con cierto recelo y sin perder más tiempo siguió a su amigo, pues sabía de sobra que no estaba bien.

-- ¿Quién es ella? – con extrañeza preguntó, no conocía a aquella chica que lo miró mal.

-- Claudia – contestó sin mirarlo, seguía viendo rumbo a la escalera, en la cual ya ninguno de sus amigos era visible.

-- ¿Estás bien? – Velarde se acercó al hombre que estaba en completo mutismo.

-- Creo que... que no sé – un nudo se le formó en la garganta, su corazón sentía algo extraño, su estómago se sentía revuelto, y aquellos cristalizados ojos que pudo ver unos segundos lo tenían en una completa inquietud.

-- Deberías sentarte – le indicó a lo que el otro simplemente asintió, era una situación por demás rara, parecía de tontos el que no supiera cómo reaccionar ante lo que acababa de ocurrir con su amigo, al decirse aquella palabra: 'amigo', no pudo sino sentirla demasiado hueca, demasiado alejada a lo que había significado años antes, le era insuficiente la palabra amigo para referirse a Braulio.

-- Gracias – parpadeó un par de veces y cuando aclaró la vista, delante de él, sobre aquella mesa de su cafetería favorita, estaba esa argolla, aquella alianza que había esperado durante tantas y tantas noches se lágrimas y sueños rotos.



Luego de caminar unas cuadras, bajo aquel intenso frío que se podía percibir en las partes de piel que los abrigos no alcanzaban a cubrir, Braulio se detuvo, con la mano derecha se recargó de un poste eléctrico y las ganas de vomitar se hicieron presentes. Sentía como un líquido rasposo le pasaba por la garganta. Todo ante la atenta mirada de su amiga incondicional. Ella en silencio observaba como su amigo somatizaba toda su frustración.

El plan BDonde viven las historias. Descúbrelo ahora