Kriptonita Rosa

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El mismo título lo dice, es la pareja más imposible que se puede encontrar, sin embargo yo comencé a tomarles gusto así que los comparto con ustedes.



Hace días, cuando encontró la pequeña piedra color rosa brillante, habría dicho que ni en sus sueños más húmedos y retorcidos, después de haberse caído de cabeza entre las piedras o emborrachado hasta perder el sentido, se encontraría ante semejante patética situación.

Si algo tenían en común Batman y él, que admitiese abiertamente, era su desconfianza por el alíen de pantimedias azules.

Siendo sinceros, cuando encontró y robó la pequeña pieza esperaba que fuese un arma mucho más definitiva, algo nuclear por cómo se referían a ella entre los traficantes, incluso pensó que sería kriptonita pura, verde, algo muy útil si ese tipo volvía a aparecerse ante su puerta. Sin embargo se encontró con algo apenas más grande que la uña del meñique y cuyo brillo era lo único sobrenatural.

Lo meditó, lo meditó muchas noches tras los arduos entrenamientos o entre misiones, contemplándola escéptico de que algo así, tan pequeño, pudiese causar tanto daño.

Además no había ningún registro sobre sus efectos en la base de datos que Bruce guardaba y ese hombre era un completo obsesivo, debía haber al menos informes, detalles.

Tampoco es como si se llevasen tan bien para ir a preguntarle.

Debió hacerlo. Debió tomar un maldito avión y ofrecer la piedra rosa al murciélago cual ofrenda de paz, quizás al mismo kriptoniano, pero la curiosidad le pudo, la maravillosa curiosidad que hace avanzar la ciencia y condenó a Pandora cuando esta abrió su pequeña cajita misteriosa.

Jason abrió una caja también, sí, dentro no se encontraban los males del mundo ni atrapó la esperanza, sólo liberó un mal personal, algo mucho más íntimo, mucho más atemorizante que le dejaría insomne noches enteras.

Fue él mismo quién le citó al otro lado de la isla, creyó que si algo sucedía entre los dos Kori y Roy estarían a salvo, ni siquiera se enterarían de su visita a menos que lo lanzara unos cuantos metros sobre el aire, pero si la kriptonita verde podía ponerlo como un enorme bebé babeante entonces la kriptonita rosa debía tener algún efecto similar, ¿no?

Oh, Jason, con su curiosidad casi infantil, él, quien no se dejaba guiar más que por impulsos violentos y homicidas, quien debió usar balas para detenerle y no sólo ir a abrirle la pequeña cajita que contenía su peor pesadilla.

Pandora, debía llamarse Pandora moderna.

—Aahg...maldita sea...quítate de encima...idiota...— Empujaba sin éxito, no esperaba lograr nada tampoco, era como intentar apartar una pared sólo soplándole. —Superman...joder...imbécil...

Sentía la manera insinuante en que sus labios se movían, expertos, sobre su lóbulo y después bajando en un camino húmedo por la nuca expuesta, dejándole mordidas que seguramente a durarían varias semanas. No sólo era la boca tortuosa y caliente, sino también el restregar descarado de una dura y enorme erección contra sus glúteos aún enfundados en sus pantalones, pese a que sospechaba no estaría protegido durante mucho tiempo.

Intentaba estirarse lo más posible para alcanzar la estúpida piedra y meterla en su estúpida caja, con eso acabaría, cortaría el efecto y Superman no se comportaría como una maldita chica hormonal que necesita follar sí o sí.

— ¡Serás cabrón!

El superhéroe había colado hábilmente una mano para atrapar su propio miembro ligeramente despierto por el constante estímulo de otro cuerpo caliente, sensual y ondulante, apresándolo contra la arena suave que se le pegaba al traje y a la poca piel expuesta. No debería sentir estremecimientos placenteros ni gemir de forma ahogada cada que el mayor simulaba embestidas. Por el contrario, el asco debía ser su única verdad presente, incluso algunos sanos pensamientos de venganza.

ImposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora