Capítulo 41. Preparativos.

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   —¡Dr. Jones! —El juez se incorporó de su sillón tras el lujoso escritorio para recibir al abogado—. ¡Bienvenido! Espero haya tenido un viaje ameno y que nuestro pueblo le resulte agradable.

   —Su excelencia. —El rubio hombre le tomó la mano a aquel sujeto con unos veinte años más que él—. El viaje ha sido de lo más satisfactorio y el pueblo, pues, es muy poco lo que he podido ver de él, pero, hasta el momento, no puedo quejarme.

   —¡Y le aseguro que no lo hará! —Rió y señaló el asiento frente a su escritorio—. Pero, por favor, tome usted asiento. —Jones obedeció—. Supongo que no viene usted sólo a visitarme y ha de venir a hablarme sobre el caso Williams.

   —Exactamente, pero, también quería ver a un viejo mentor de la universidad, claro está.

   —Y es una grata sorpresa. Usted sí que la ha sabido hacer en grande.

   —No soy yo quien viste semejante sotana y la que pronto cambiará —indicó en referencia a su investidura como juez y sus intenciones de ascender.

   —¿Ya se ha enterado? —Rió sentándose a un extremo del bufete—. Pues, después de tantos años de ser juez, creo era lo que correspondía. Uno siempre debe seguir creciendo.

   —Absolutamente de acuerdo, mi estimado. El esfuerzo bien lo vale.

   —Bueno... lamentablemente en media hora más debo ir a atender ciertos asuntos... así que vayamos al grano. ¿Qué sucede con el caso Williams? Sabe que la señora Harrison, más conocida como Linda Williams, fue quien abandonó el hogar y a su hija; no será fácil.

   —No lo será, pero, el señor Williams ha sido el causante de dicho abandono... de la niña, claro está. Pues, siendo un afamado abogado en la zona y... teniendo a ciertos miembros importantes de la justicia de su lado, pues... se ha manejado de forma poco honrosa que si bien hablan de su capacidad como profesional, dejan mucho que desear como padre.

   —No hay prueba de eso —excusó de inmediato el juez—. Pero, sí es un hecho el abandono.

  —Es cierto. De todos modos, insisto en que sea contemplada la decisión de la joven Williams, la cual ya está a punto de cumplir la mayoría de edad. No es una niña pequeña con la que dos adultos puedan jugar al trofeo de guerra, como ya se ha hecho todos estos años y que no le han sido nada fácil.

   —Pues, la señorita Williams será escuchada, como todos. De eso no se inquiete. Pero, el Dr. Williams es un miembro muy apreciado y respetado de nuestra comunidad...

   —También lo es usted... pero, eso no asegura un comportamiento decente... —El abogado dejó salir como al azar. El hombre mayor entrecerró sus ojos con cierta desconfianza, a lo que el otro le sonrió con astucia.

   —¿Qué está escondiendo entre manos, Dr. Jones? —se atrevió a inquirir.

   —Nada... ¿Por qué, Su Excelencia tiene algo que ocultar? Dudo que un miembro de la comunidad, tan respetable como lo es usted... tenga algún amorío con cierta joven. ¿Verdad? Usted es un hombre felizmente casado con hijos que le han hecho sentir orgulloso de sus triunfos...

   —Dr. Jones... —habló el hombre entre dientes luego de asimilar lo oído—. Si esto sale a la luz...

   —Si esto sale a la luz, usted lo perderá todo, Su Excelencia. Familia, prestigio y un nuevo puesto como magistrado del tribunal. ¡Qué pena! Suerte que eso no sucederá, ¿verdad?

   —¿Usted me está amenazando? —se ofuscó.

   —Sólo le estoy advirtiendo que no favorezca al Sr. Williams tan sólo por ser un miembro de su... "respetable" sociedad y un antiguo compañero de estudios y juergas. O yo no podré detener a los paparazzis que le han estado siguiendo. Así que, no es una amenaza, sino un enorme favor el que le haré. La única diferencia es que estando en el ambiente en el que estoy, me entero pronto de las cosas y tengo contactos diferentes que los que pueda tener usted.

Viviendo dentro de ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora