Capítulo 17. Bendición.

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  —¿Bueno, mi cosa preciosa, qué haremos hoy para divertirnos, mh?

  —Mh... —Se llevó un dedo a los labios, lo cual generó una socarrona sonrisa en el Rey Goblin—. ¡Oh, qué frustración! ¡Yo no sé a dónde podemos ir hoy!

  —Bueno, si prefieres nos quedamos aquí. Yo puedo... entretenerte de todas formas... —le sugirió atrevido arrinconándola contra la pulcra mesada de la cocina. Sarah no pudo evitar sonrojarse. Era cierto que, anoche, ellos... Y que, esta mañana, durante el baño... ¡Pero, eso no significaba que debían estar todo el día haciéndolo! ¿O sí?

  —¡Jareth...! —Ella le detuvo con las mejillas encendidas y las manos sobre su pecho—. ¿Qué no descansas? —No pudo evitar sonreír ante sus cejas pícaramente elevadas.

  —¡Por supuesto! ¿Quieres que vayamos de nuevo a la cama? —La besó entre risas—. Mi pobre chiquita... —la rodeó con sus brazos—, ¿estoy haciendo las cosas algo difíciles, no es así?

  —Bueno... sé que... no disponemos de mucho tiempo aquí, pero, si me voy contigo... es todo lo contrario, ¿no? Entonces... ¿cuál es la prisa?

  —Tienes razón. —La miró con satisfacción—. Tú ya eres mía por siempre. Mi reina; mi novia; mi esposa; la futura madre de mis hijos... —Depositaba un beso por cada título que le daba—. Y te amo y estoy muy feliz de poder tenerte en mis brazos. Es por eso que no puedo estarme quieto contigo.

  —Yo también te amo —dijo ella en un enamorado suspiro para seguidamente mimar su rostro—. Sólo que... me hubiere gustado que todo se diera de otra manera, sin... tantos problemas alrededor mío.

  —Lo sé. —Él la trajo más hacia sí como si quisiera cubrirla en una imaginaria coraza y besó su cabeza—. A mí también me hubiere gustado que fuera de otra forma; especialmente por ti, amor. —Con un dedo en la barbilla la obligó a verle—. Pero, te prometo, Sarah, nunca dejaré que algo te suceda, cosa preciosa. Nunca.

  Ella cerró los ojos confiada y se aferró más a él; a su vez, el agarre del fey fue más prieto. Jareth observó la oscura cabellera bajo su barbilla. Él no deseaba apresurarla más de lo que había hecho, pero, si fuera por él, ellos ya estarían en la seguridad de su castillo.

  —Tengo una idea de lo que podemos hacer. —Obtuvo la atención de aquellos enormes ojos verdes que se elevaron para verle con inocente sorpresa.

  —¿Qué?

  —¿Qué te parece si vamos a nuestro parque y tenemos un día de campo allí? —Sarah rió como una niña.

  —Me parece una estupenda idea. ¿Pero, desde cuando es nuestro parque?

  —Bueno —sonrió travieso—, desde que posé mis ojos en ti y tú, sin saberlo, me seguías. Y, ahora, es absolutamente nuestro. Garantía del Rey Goblin.

  —¿Qué significa eso? —Se alegró con sus brazos tras el masculino cuello.

  —Eso significa que nadie osará a molestarnos —gesticuló con maldad—. Ni fotógrafos; ni vecinos; ni viejitas con sus pequeños perros... —Sarah no pudo evitar reír.

  —¡Oh, Jareth, eres tan... tiernamente malvado!

  —Lo sé —respondió presumido—. Soy el Rey Goblin, ¿no? —La besó—. Vayámonos a disfrutar del día, amor.

  La abrazó y aparecieron en medio del parque, próximos a donde se encontraron la última vez.

  Jareth la soltó para que pudiera apreciar el panorama. Sarah pudo distinguir toda una merienda bien dispuesta sobre una manta. El día era precioso; el sol brillaba en lo alto y el aire llevaba los aromas de diferentes flores. Los cisnes nadaban en armonía con el entorno y la melodía del canto de las aves parecía acompañarlos. Ella aspiró con satisfacción ante la complacida mirada de su pareja.

Viviendo dentro de ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora