Capítulo 3 - Melodías del pasado

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Capítulo 3 - Melodías del pasado

Las primeras luces del día se habían colado por el ventanal del salón. La luz del amanecer se había posado delicadamente sobre el piano, iluminando su contorno curvilineo y oscuro. El chico de aparentes 24 años acariciaba con sus finos dedos las teclas del piano sin formar ningún sonido.

-Buenos días- la voz del español no sobresaltó al austriaco solo provocó que girará su cabeza un poco.

El moreno acababa de salir de la habitación de invitados, su pelo estaba revuelto y su voz era casi un gruñido. Se arrastró hasta la puerta que conducía al balcón y la abrió dejando entrar un aire gélido acompañado con un ligero olor a humedad.

-Buenos días- Roderich apartó su mirada y la volvió a clavar en su piano.

Antonio se acomodó en el pequeño asiento del piano al lado del austriaco pero este ni siquiera le miró. Se mantuvieron en silencio durante unos largos segundos que parecieron años.

-Se le atribuye la invención del piano moderno a Bartolomeo Cristofori al rededor de 1700, pero nosotros ya lo teníamos desde antes- Antonio acarició las teclas y situó sus dedos en diferentes teclas.

Era el mismo piano que había tocado junto a Roderich cuando habían estado casados, tenía algunos arreglos y modificaciones pero poco más, era el mismo de siempre con las rozaduras que hicieron Feliciano y Lovino cuando eran pequeños, todo seguía en su sitio.

El español comenzó a mover sus dedos por las teclas del piano, creando una melodía. Una melodía que ambos conocían y que sin Roderich estaba llena de melancolía.

El austriaco movió ambas manos para depositar sus dedos sobre las teclas del piano. Acompañó a Antonio en su melancólica melodía que ahora gracias a su aportación sonaba mucho menos triste, era una canción diseñada para ser tocada por los dos. En los años en los que Antonio aún le llamaba al chico de ojos lilas "Su dulcinea" le habían puesto como nombre a esa melodía "Kanglose Melodie".  El austriaco aún tenía guardada la partitura de la canción que escribieron un día de invierno a mitades del siglo XVI. No la necesitaban, conocían esa canción perfectamente, la canción sin sonido que sólo escuchaban ellos, que sólo entendían ellos.

-No dormiste bien ¿verdad?- preguntó Antonio en un susurró que pareció llevarse el viento mientras aún movía sus dedos sobre las teclas.

-Dormí bien- mintió Roderich presionando las teclas con menos fuerza.

Dormir envuelto en el olor de Antonio después de tantos años no le había sentado nada bien, lloró durante una hora y sí, definitivamente sentía algo por Antonio. No estaba seguro de si era amor o simplemente era el único que realmente le había querido y ahora le echaba de menos.

Las ojeras violáceas que decoraban su pálida piel delataban su falta de sueño, y si no fuese por que apenas los primeros rayos de sol habían tocado las paredes del piso, Antonio se habría dado cuenta de la ligera rojez de sus ojos.

-Está bien- obviamente el moreno no le había creído y el austriaco lo sabía así que agradeció que no le preguntase nada -Voy a preparar café.

Antonio se levantó y arrastró sus pies hasta llegar a la cocina, preparó una cafetera y dos vasos.

-Anoche Brígida me dió un par de galletas que había preparado ella ¿quieres desayunar eso?- preguntó Antonio desde detrás de la barra de la cocina.

Soundless melody (SpAus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora