Parte 4

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De ahí en adelante le dije a mi secretaria que tomará todos los datos posibles para dar inicio a la investigación en relación a la viuda Letrado. Así poder organizarlos y comenzar con la línea investigativa a seguir.

Primero necesité saber ¿Quién más podría tener acceso al código de seguridad de la viuda? Resultó qué al parecer la viuda era la única que poseía la clave y nadie más. En segundo lugar, me trasladé hasta Ciudad Intelectron donde al llegar y sin perder tiempo pude verificar en su residencia quienes podían ser posibles sospechosos entre los empleados y quienes frecuentaban a la viuda. Para mi asombro no encontré nada fuera de lo común lo que significaba que tendría que leer en profundidad cada detalle por más insignificante que me resultase. Tampoco di con nada extraño entre las pertenencias de finado Sr. Letrado. En su mayoría eran documentos de facturas de servicios, hoteles, casinos y otras banalidades de los ricos despilfarradores. El difunto se dio la gran vida mientras estuvo entre los vivos. Pero si pude descubrir  que en meses anteriores a su muerte, muchas de sus amistades ya no los visitaban como antes y ademas que habían despedido a muchos de sus empleados sin una razón de peso. Aunque eso si me pareció extraño luego corroboré que habían obtenido una sustanciosa liquidación. 

Tercero y último, realicé una revisión exhaustiva de los cuentos en la cámara de seguridad con la ayuda de mi buen amigo y experto literario Juan el Alquimista. Juntos logramos certificar que la Colección de Cuentos era auténtica; incluso las que tenía las páginas en blanco. Cada hoja representaba un misterio que necesitaba revelarse con suma rapidez sino no cobraría. Eso si sería un horror.

Me dediqué en cuerpo y alma a profundizar cada detalle con ayuda de la joven viuda, a quién aún no descartaba como sospechosa, pues ¿A quién más le interesaría desaparecer las historias de los hermanos Grimm?

Durante días me instalé en la residencia de los Letrado. Por momentos aproveché al máximo el brillo de la opulencia literaria que en nada se comparaba a la pobre oficina y que además era mi residencia. Tanta fama y sin un centavo.

Seguí con los interrogatorios, descarté y volví a poner como sospechosos y los volví nuevamente a descartar. En su mayoría los posibles sospechosos habían salido bien librados. Esto me dejaba sin pista que seguir, sin posibles culpables y con un pago casi a punto de volar con las alas de Ícaro. De solo pensarlo sentí escalofríos. De seguro Mixhit me mataría.

Así que luego de recabar toda la información referente al caso. Abandoné la mansión y regresé a Ciudad Letraria. Estaba seguro que en mi humilde oficina podría trabajar alejado del ruidoso lujo que me tenía el sexto sentido encandilado. 

Al llegar.

Había comenzado a perder la paciencia. Siempre he pensado que el detalle más insignificante puede ser la pieza clave para la resolución del caso y este no sería la excepción.

Volví a revisar minuciosamente todo cuanto había investigado. Todo lo que Mixhit había
recopilado y organizado estaba frente a mí. Regado en mi escritorio como un rompecabezas al que aún le faltaba tan sólo una pieza. Aquellas pistas estaban deseosas de hablar y de contarme algo que me ayudará a esclarecer lo que se había ocultado de mi vista.

En eso me vino a la mente la forma como entró la Sra. Letrado en mi agencia. Ese día noté algo que pasé por alto por lo apresurado de nuestro encuentro y entonces...

—¡Ah, su vestimenta! —Pensé en voz alta que estaba seguro que Mixhit me había escuchado.

Augusto Librón Detective Literario   Donde viven las historias. Descúbrelo ahora