Paraguas azul.

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El invierno nunca había sido tan largo y eterno, sin lugar a dudas, ese año había sido distinto al resto. Comenzó con su navidad y remató con el año nuevo; todos estos días coloreados en matices que resaltan la incertidumbre y desdicha que parecían no tener fin. Estos mismos, le hacían padecer insomnio y desear terminar con aquella etapa de su vida que odiaba con creces conforme los meses pasaban.

Caminaba como de costumbre por aquellas calles mientras veía como algunas personas corrían a cubrirse de la lluvia. Sentía las pequeñas gotas caer sobre su cabello así que de su mochila sacó el paraguas que su madre le había dado antes de salir y dando gracias a que aquella mujer, esa mañana hubiera prendido el televisor antes de irse de casa, colocó sobre él aquel paraguas sobre él.

Se detuvo unos segundos frente a una de las tantas tiendas que estaban en toda la acera y se miró en el reflejo de aquella ventanas. Frunció el ceño levemente al notar que su cabello se había desacomodado un poco, así que con la mano que tenía libre ordenó un poco este, rogando a Dios que no hubiese perdido el estilo que le había dado a este antes de salir de casa.

Por su mente la idea de no estar alineado le incomodaba. Su vanidad le impedía llegar despeinado o no arreglado a la universidad. Su propio egocentrismo acabó por hacer que sus amigos en un intento de mofarse de su mayor debilidad acabaran por apodarle "Johny Bravo". Más que por el narcisismo y ego enorme que tenía -muy parecido al personaje-, lo hacían por las graciosas coincidencias que ambos personajes podrían llegar a poseer. Ambos poseían un amor y fanatización por los pantalones de mezclilla y tenían una cabellera rubia que siempre estaba bien peinada, además que lucir bien era algo que debía ir de cajón. Su narcisismo lo hacían ser atractivo, más de lo que él ya era, sin embargo, a diferencia que el personaje de aquella caricatura del siglo XX, él no jugaba con los sentimientos de las chicas. Su demisexualidad se lo impedía. Ser demisexual había hecho que muchos de sus amigos que estudiaron con él en preparatoria hubiesen llegado a pensar que era gay porque no había presentado a su novia oficial hasta sus diecisiete. Esa chica sin lugar a duda había sido su primer todo: amor, beso, experiencia sexual, desilusión amorosa. Por ende, en cuanto ella se fue, él trató con una depresión que jamás imaginó. Intentó lidiar con esta misma como todo adolescente: con soledad, reflexión y ciertas fiestas que terminaron con él enrollado con una chica o con algunas copas sobre él -nunca cayendo en la borrachera-.

Mientras terminaba de acomodar su cabello, en el reflejo de aquella ventana a medio limpiar vio la imagen de una chica y, como si se tratara de una de las famosas escenas de las películas de amor en donde el chico al encontrar a la chica de sus sueños la lluvia cesaba, una música alegre comenzará a escucharse y la luz se enfocara en una chica. Sonrió divertido al imaginarse cantando alguna canción de las que solían pasar en las películas cuando se enamoraban.

La realidad lo golpeó fuertemente en cuanto aquella chica sonrió tras ver su teléfono.

Tal vez tiene novio. Las personas hermosas nunca están solas》. Se dijo a sí mismo como asimilando el hecho de esa no era una película de comedia romántica en la que el desconocido al ver a una mujer atractiva le dice algo que la hace reír y después de una comida -posterior a la presentación del mismo día- descubren que son almas gemelas y quedan juntos por el resto de su vida. No, esa era la realidad. En la realidad donde las chicas lindas como ella no tienen novios como él: superficiales y egocéntricos.

¿Cómo será él?》 Se preguntó mientras su mano apretaba el mango del paraguas y caminaba hacia la parada.

La miró de pies a cabeza. Soltó una pequeña y ahogada risa que fue posteriormente acompañada de una sonrisa un tanto estúpida, puesto que ella era lo que actualmente se denominaba por algunas personas como un crush no formal o momentáneo.

Era hermosa a su parecer, a pesar de no ser diferente a la mayoría de personas que él ya había visto. Sus ojos azules no eran algo extraordinario o poco común -de hecho él tenía amigas que igualmente poseían y él mismo-, su cabello rubio probablemente podía ser teñido, a decir verdad no sería la primera y única chica de su edad que se teñiría el cabello por una búsqueda inútil de pertenencia, su fisonomía delgada era una de las más comunes que podían encontrarse en su país, no obstante lo que generaba en él la suficiente atracción para desear mirarla con detenimiento era el hecho de que tenía los ojos grandes.

La chica se acomodó uno de sus auriculares con un extremo cuidado, probablemente evitó mojarse en cuanto su mano no impermeabilizada tomó su auricular para acomodarlo. Probablemente nadie estaba buscando llegar a clases empapado por una lluvia que se desató de manera espontánea esa mañana.

—I know is sad sons...— Susurró, lo cual hizo sonreír a Len. Tal vez no se había percatado que su acababa de hablar un tramo de una de las canciones que hasta cierto punto le eran completamente extrañas -más que nada por ser un ermitaño que se negaba a abrir su mente a más de un género musical-.

Ella mantuvo su mirada perdida en la nada mientras tenía sus audífonos puestos. Su pie derecho bajaba rápidamente siguiendo el ritmo de aquella canción, salpicando en la bota izquierda de la chica un poco del agua acumulada entre las grietas y huecos de la banqueta que parecía volverse cada vez más tranquila y silenciosa.

En su garganta miles de cosas buscaron salir, sin embargo ninguna de ellas pudo ser formulada, ya que cada vez que buscaba decir alguna oración sus pensamientos lo callaban, recordandole que era muy poco probable que volviese a verla, que todo lo que hasta ese entonces significaba amor no era más que un desastre.

Verdaderamente, ¿qué era el amor?

Sus experiencias pasadas no habían sido las mejores en cuanto a relaciones se trataban. Cada una de aquellas que había comenzado lleno de ánimos y anhelos, poco a poco se habían transformado en tristes anécdotas que algún día pasarían a ser contadas a alguien más como su padre o su abuelo lo habían hecho.

—Qué asco de clima.— Exclamó más para ella misma que para él.

Sí, era un asco tener que salir vestido con ropa que pudiese estropearse si llegase a exponerse a las grandes cantidades de agua que esa mañana habían decidido acompañar a los habitantes de aquella ciudad. Era un asco el tener que usar un suéter cuando no hacía frío, todo con el fin de no acabar más mojado. No odiaba la lluvia, en absoluto, lo relajaba. Sin embargo esa mañana no estaba de humor y lo único que lo animaba un poco era la canción que la chica se encontraba bailando exclusivamente con su pie derecho. Hasta ese entonces la única canción que había logrado reconocer había sido Fire met gasoline de Sia. Más que nada porque en las estaciones de radio que él difícilmente oía no solían transmitir esa clase de música.

—Yo...— Abrió los labios para hablar, mas no lo logró. Nada salía de él, todas las palabras acabaron por obstruir su garganta e impedir que terminase su oración.

Días lluviosos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora