Capítulo 1

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—Omegas tipo 2, por favor, dirigirse inmediatamente al salón 404.

—Oh no, otro estúpido alfa. —refunfuñó Louis.

Louis formaba parte de los omegas tipo 2, preciosos pero no tan perfectos para algún alfa ejemplar. El ojiazul era el único omega varón en estar en dicho sector ya que por su género debería estar en el tipo 3 o 4, pero Louis tenía la suerte de haber sido bendecido con unas curvas definidas que no tenían nada que envidiar a una omega del primer sector.

—¿Están sordos? ¡Al salón 404 ahora! —gritó con aspereza una de las madres, frunciendo el ceño y gruñendo hacia los alborotados omegas.

Inmediatamente todos se dirigieron hacia el lugar indicado, las madres podrían ser monjas y supuestas santas que nunca lastimarían a nadie, pero todos los omegas que convivían con ellas les tenían terror.

El salón 404 era donde los arreglaban para un cliente nuevo. No era muy lujoso pero desde luego era más bonito que sus pequeñas habitaciones compartidas. Cada habitación era compartida por cuatro omegas, no tenía ningún lujo, simplemente camas duras y pequeñas con sábanas de color gris haciendo juego con las paredes de igual color.

Louis extrañaba la habitación que solía pertenecerle en casa de sus padres, era un poco más pequeña que la que tiene actualmente (sin embargo no la tenía que compartir con nadie), con las paredes celestes, una cama de una plaza con las sábanas del mismo color que sus paredes, un pequeño librero repleto de libros que Louis había tardado años en coleccionar y un televisor donde solía ver las caricaturas que él tanto amaba.

Pero lo que el pequeño omega más extrañaba de casa era a su madre, no había día en el que no pensaba en ella. Todos los días se preguntaba qué estaría haciendo ella, si quizá ella piensa en él o si tal vez lo extraña de la misma manera que él a ella.

Un pequeño suspiro escapó de sus labios, dejando de lado sus recurrentes pensamientos, decidió observar a las demás omegas mientras una beta arreglaba su cabello.

Todas las omegas estaban entusiasmadas y chillaban de felicidad. Cotilleaban sobre como un hermoso alfa que las elegirían, como las tratarían como unas princesas, como presumirían sus preciosas mordidas eventualmente, sobre los preciosos hijos que tendrían y como tendrían un final feliz.

"Ja, ilusas" pensaba Louis.

La mayoría de alfas solo venían a llevarse una omega para un buen polvo y luego las regresaban ya desvirgadas haciendo que bajen de sector y se conviertan en omegas tipo 3 o 4.

A veces Louis sentía pena por ellas, porque las veía volver con los ojos llorosos y cabezas gachas, con la mirada perdida, el brillo en los ojos con el que salieron solo se convertían en un vago recuerdo de lo que solían ser.

Louis había decidido que los alfas eran una completa mierda.

Afortunadamente, él nunca fue elegido por un 'sucio' alfa ya que cuando venían, el joven omega actuaba un poco bastante grosero y bueno, les deja muy claro que era un omega varón provocando que lo descarten inmediatamente y pasen al siguiente.

Obviamente luego de eso las madres lo castigaban a palos, pero valía la pena totalmente.

Luego de terminar de arreglarlos, los llevaron al salón 303, que es la sala donde los alfas los esperan. Esta, a comparación de las otras, es elegante, presuntuosa y es meticulosamente aseada, sin exagerar los obligaban a limpiarla tres veces por día.

Todos los omegas se esparcieron por el centro del salón hasta formar tres columnas perfectamente alineadas y voltearon a dirección al alfa que los miraba expectante, analizando cada rostro en la habitación detenidamente como si fueran una maldita mercancía.

Era lo típico, un alfa adinerado y en traje observando a los aproximadamente quince omegas los cuales llevaban la cabeza gacha en señal de sumisión. Lo único que Louis consideraba inusual era que el alfa era deslumbrantemente apuesto.

En todo el tiempo que había vivido en la institución, nunca había visto a un alfa tan atractivo. Los ojos color miel acentuaban su piel bronceada a la perfección, sus prominentes pómulos resaltaban la filosa quijada que era abrazada por una suave capa de vello facial.

—¿Quién desea que lo lleve conmigo?—una voz dominante acompañada de una sonrisa confiada postrada en su rostro sacó al ojiazul de sus pensamientos.

Louis rodó los ojos.

Conocía esa clase de alfas, sabían la respuesta, pero igual preguntaban para elevar aún más su ego.

Inmediatamente todos levantan el rostro, con miradas suplicantes, rogando ser llevados. Claro, excepto por Louis. Logrando llamar la atención del alfa quien lo observa extrañado por no haber mostrado ni un poco de interés en su propuesta.

—Hey, tú ¿No quieres que te lleve conmigo? —preguntó, indicando hacia Louis con un movimiento de cabeza, luciendo ofendido y totalmente extrañado.

—No, no me gustan los morenos.—respondió sin ni siquiera posar su vista en él al responder, fingiendo irritación y desinterés.

El alfa, con el ego herido y completamente indignado ante tal respuesta le gruñe, provocando que todos los omegas se encogan un poco.

—¿Disculpa? No soy moreno, solo estoy bronceado. Tengo el tono de piel perfecto.

—Seguro, lo que usted diga, gran hombre.—soltó con burla, con la típica sonrisa socarrona que solo Louis podía hacer.

Inmediatamente una madre lanzó una mirada de advertencia a su dirección, pero el castaño omega sólo le devolvió una mirada inocente.

—Le vas a encantar. —susurró con burla, mirándolo fijamente con una sonrisa marcada en sus labios y una mirada de satisfacción.

—¿A qué te ref—

—Lo quiero a él. —dijo mirando a la madre superior, esta lo mira como si no hubiera comprendido lo dicho, pero asiente lentamente.

Absolutamente todos se quedaron callados haciendo todo aún más temible para el ojiazul, el cual definitivamente no comprendía que estaba sucediendo.

Heaven gift | Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora