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Liah

El camino de su casa a la academia era de no mas de media hora a pie, así que Liah decidió ir andando. Sus pies cubiertos por unas botas altas con un pequeño tacón la guiaron al centro del lugar, pasando por el café que hace unos días ya había visitado. El olor de canela abrió su apetito animándola a entrar.

Sonrió al ver como entraba la luz de la mañana por los ventanales, se acerco a la barra y pidió un chocolate con crema batida y canela para llevar. Camino otro poco hasta un gran ventanal que da vista a un gran jardín con unas cuantas mesas, se sentó en un sofá al a par de esta viendo todo el lugar.

Su mirada se desvió hasta una de las esquinas del lugar, las hojas esparcidas por la mesa debajo de una laptop llamaron su atención junto con la cabellera rubia saliendo de ella, los ojos de ambos conectaron.

Sus respiraciones se cortaron, sus labios se entreabrieron, con un sonrojo apartaron la mirada al escuchar que llamaban por la orden que Liah había hecho. Esa fue la primera vez que ella odio el chocolate con canela.

La mirada verdosa del chico le recordó el color de cada amanecer en su hogar.

Con una buena mirada se conquista lo inimaginable.

Nathan

La nariz de Nate ardía por el frió.

Sus labios rajados disfrutaban su tercera taza de chocolate, la excesiva cantidad de trabajos que dejo para ultimo momento lo tenían pegado a su laptop un sábado por la mañana, a pocas horas de sus clases.

La campanilla sonó lejana bajo la música de sus auriculares, no fue hasta que noto la voz de una chica que levanto la mirada de sus papeles, su mirada no se despego de ella ni un segundo, la vio caminar hasta el gran ventanal y sentarse el el sofá de su abuelo, bajo la mirada tratando de regresar su atención a su tarea, pero a los instantes su vista regreso a la delgada y cautivadora chica, su corazón se detuvo, o fue lo que el sintió al encontrar unos ojos cafés mirándolo, sus mejillas se tintaron de un rosa muy delicado que apenas se notaba por el color canela de su piel y sus pupilas se dilataron al mismo tiempo que soltó un suspiro.

La voz de su abuela llamo la atención de ambos haciendo que sus miradas se separaran y ya no se volvieran a juntar. La chica salio del café con la orden en sus mano y una mirada tras de si.

Su abuela salió al patio con una rebanada de brownie en la mano.

-Ya cariño, no va a regresar-murmuro su abuela con una leve sonrisa.

-Eso parece... -Dijo el dejando flotar sus palabras.

Liah

La academia recibió a Liah con los brazos abiertos, esa mañana no hubo mucho que aprender, la mayoría de los maestros dieron la presentación de sus cursos, lo único interesante que tiene para contarle a su hermano es el haber conocido a un par de mellizos muy curiosos.

Tomando el mismo camino de la mañana paso por la Librería-cafeteria, entro con la iniciativa de tomar otro chocolate, el de la mañana duró menos de lo habitual. Y puede que unos lindos ojos verdes contribuyeran con la causa.

-Hola -le sonrió la misma señora que atendía en la mañana- Así que decidiste regresar.

Liah consiguió un leve sonrojo y le regresó la sonrisa.- No podía no pasar de nuevo, el chocolate estaba tan delicioso que decidí merecer otro.

-Comprendo -dice sin quitar la sonrisa de su rostro- ¿algo más que el chocolate? -Liah nota "Lucía" bordado en el delantal de la señora.

-No, estoy bien con el chocolate, gracias.

Tras una larga charla, y otros cuantos chocolates Liah se dirigió a su casa, al entrar dio un saludo general antes de sentarse a ver televisión con su hermano mayor.

Nathan

Después de la universidad Nate fue directo al lago que queda detrás del parque.

Bajando su mirada al café en sus manos recordó la calidez de los ojos de la hermosa chica que vio en la mañana, ese café claro que le llamo tanto la atención y, el tono rojizo que subió a sus mejillas cuando su abuela le hablo.

Cuando volvió a tener la mente en la realidad se dio cuenta que ya había llegado al lago.

Se sentó en la orilla viendo a los patos nadar.

La universidad consumía la mayoría de su tiempo, y ya necesitaba tiempo solo para el.

Sonrió guiando el café a sus labios.

Después de alimentar a los patos camino por las calles frías de Praga a la casa de su mejor amigo.

Tras tocar la puerta esta se abrió dejando a la vista unos rulos rubios. —Hola olvidador. —Carlos se hizo a un lado dándole paso.

—Solo pase a dar una vuelta —. Tras entrar se pusieron cómodos pasando el resto de la tarde juntos.

*                                                                                                                                                      

—Hola a todos –Nate entro a la sala de estar donde se encontraban sus padres y abuelos.

—Hola cariño —Lucia volteo a ver a su nieto con una sonrisa.

El le regreso la mirada con el ceño fruncido, su abuelo le dirigió una mirada cómplice a su esposa.

—¿Por que esa mirada? —su madre le sonrió.

—Problemas de faldas... —Nate abrió los ojos con sorpresa viendo a su abuela dar la vuelta.

—¡Abuela! —dijo Nate con un leve sonrojo.

—¿Con que una chica?

Su padre dejó el periódico a un lado prestándole atención a toda la situación.
En cambio a Nate que saco su teléfono para no prestarles más atención.

—Hay hijo —, dijo su abuelo mirándolo con nostalgia.

–Bueno, ya mejor comamos —Nate suspiro dejando su teléfono a un lado levantándose del sofá y caminando a la cocina.

–Bueno, ya mejor comamos —Nate suspiro dejando su teléfono a un lado levantándose del sofá y caminando a la cocina

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El Chico de la LibreríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora