Prólogo

211 38 22
                                    

"Luego de que fuera apuñalado en reality, la vida de Martín está a un hilo de la muerte, mientras que los demás tratan de llegar a tiempo para salvar su vida"


Martín: Veo la luz y es muy brillante —afirma débilmente la mano de Romeo, respirando lentamente.

Romeo: Carajo, es la luz de la linterna, ¡Que alguien apague esa cosa! —intenta liberarse del agarraré del herido más este logra apretar con más las manos de su amigo.

Kuro: ¿Cuánto falta para llegar? No quiero apurar al conductor, pero el papel higiénico se nos está acabando —se muerde su labio interno,mirando los restos de papel agotarse mientras ella retiene la herida.

Mateo: Además Martín está manchando el suelo con su sangre —lo observa con suma preocupación, por más que el chico trataba de mantenerse sereno, era evidente que estaba por colapsar en llanto.

Martín: Romeo, amigo... —murmura con una voz débil.

Romeo: Dime, amigo mío... —se agacha hasta quedar a su altura con tal de escuchar sus palabras.

Martín: ¿Podrías...? —tose un poco.

Romeo: ¿Podría? —Sus ojos quedaron puestos en el cuerpo tendido en el suelo sin separar las manos que seguían afirmándolo con fuerza—. Dilo, estoy para escucharte.

Martín: ¡Salirte de encima! —grita en lo que señala que todo el cuerpo de Romeo estaba sobre su pecho, dificultando que este pudiera respirar—. ¡Me estás aplastando, maldita ballena! —se queja molesto en lo sigue desangrándose.

Romeo: ¡Ay, no, por la mierda! —se aparta—. Genial, manchaste mi ropa con tú sangre, por tu culpa ahora estoy todo sucio —se cruza de brazos, observando su playera blanca que se encontraba con manchas rojas.

Martín: Aquí él que se está muriendo soy yo, no tú, creo que las condiciones están peor para mí —bufa sintiendo una opresión intensa en el pecho—. Joder...

Romeo: Si, pero me va a costar mucho sacar la sangre —comenta pasando a desviar su vista.

Leo: Abuela, ¿Cómo me encontraste?— le sonríe acomodandose a su lado.

Abuela: No es difícil encontrarte, siempre te me perdías de niño —se encoge de hombros para alzar su brazo dándole una cachetada sobre la mejilla izquierda al muchacho que de inmediato se levanta de su lugar exaltado.

Leo: Por eso mismo eres una vieja mala — llega a cruzar sus brazos, pero luego comienza a sentirse mal por ello se tira contra los suelos quedando frente a los zapatos de ella―. Perdón, no eres mala, no te enojes... yo te quiero abuela —aferra su cuerpo a las piernas de la mujer ―. Eres la luz de mi vida

Abuela: Ya empezaste con tus cosas...
— lo aparta de una patada quitandoselo de encima―. No sé porque de todos mis nietos, tuviste que ser tú el que es más fastidioso y patético de todos

Shandy: Le creo abuela, yo no sé cómo lo soporta — le mira de reojo enarcando su ceja.

Leo: ¿En serio?, Me hice la misma pregunta desde ése día en que te conocí — se observan furiosos dándose empujones bruscos.

Shandy: Oh, yo ya me preguntaba cuando te ibas a caer contra la dureza del suelo y comenzabas a rodar por las escaleras hasta chocar contra los basureros

Leo: Que halagadora, pero sabes pensamos igual excepto que yo esperaba que te cayera de cara sobre un ladrillo, a ver si así te quitaba lo desagradable — ambos bufan molestos y mirando hacia otras direcciones maldiciendo entre dientes.

Martín: Mateo...acércate — tose haciendo un gesto con sus dedos para venga.

Mateo: Asiente ―. ¿Dime? Yo te escucho — agacha su cuerpo para estar frente a él.

Martín: Yo...te... — le tose sangre en la cara―. Me pase poh..

Mateo: ¡MARTÍN! — su mirada pasa de preocupación a enojo poniendo sus manos sobre la garganta de Martín estrangulandolo con firmeza.

Romeo: Si este pendejo no sé muere por la herida, morirá siendo asesinado por decir pendejadas — suspira viendo la escena.

Todos: Tan cierto... — asiente mirando a la distancia como aparecía un atardecer ignorando los chillidos de Martín.

El internado para idiotas 2 [Libro4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora