Capítulo 1: Escena del crimen.

128 18 4
                                    

La luz cegadora atravesó la ventana. Había llegado el día. Kerry despertó un tanto molesto, era bastante terco a la hora de madrugar... aunque fuera el medio día, el despertar como acción en sí, lo ponía terco.

Se estiró y bostezó bien fuerte, después de eso fue a darse una ducha.

De nombre Kerry y apellido King, un estadounidense residente en Chile desde su adolescencia. Una vez finalizados sus estudios en la enseñanza media, decidió entrar a la Policía de Investigaciones y comenzó su vida laboral allí. Su familia regresó a los Estados Unidos y él se quedó donde mismo, tenía un empleo fijo de por vida.

O eso creyó.

A los treinta y un años de edad, fue diagnosticado con una enfermedad que le imposibilitaba ejercer cualquier trabajo, por lo que fue obligado a jubilar tan joven debido a que su problema iba y venía. Días sanos, y días enfermos. En este momento tiene treinta y cinco, su vida se ha basado en estar encerrado en casa con el miedo de enfermar en la vía pública, lejos de sus medicinas, cosa que podría derivarlo a algo peor.

Se contacta con sus parientes mediante el internet al igual que con sus amigos de la PDI. Las festividades como Navidad y Año nuevo, es visitado por éstos últimos acompañados de sus respectivas familias. Nunca estaba solo, pero sí encerrado.

Eso cambiaría.

Algo que desde niño sabía, es que el ocio era un arma mortal, estar en su habitación en la computadora todo el día no le serviría de nada, de hecho, eso lo haría perder la sanidad mental (si es que no la había perdido), por lo que quiso enfocar su mente en algo distinto a la rutina.

Desde hace un año que un asesino serial llevaba suelto en las calles de Santiago y cometía infames crímenes contra la población, decidió poner la marcha de investigar por su cuenta ese caso, obteniendo ayuda de sus ex-compañeros. En su hogar estuvo analizando unos cuántos documentos y fotografías de la evidencia del último caso registrado, envió sus hipótesis y hechos a los investigadores.

Sin embargo, este día en particular daría el siguiente paso, de forma literal, iba a salir de casa. ¿A dónde? A la escena del crimen. ¿No que está bloqueado el acceso? No si tiene contactos.

En caso de que lo descubrieran... ya era una cara conocida, cincuenta y cincuenta de probabilidades de meterse en problemas.

Le extrañó no ver a nadie, siendo que le advirtieron acerca de los horarios, estaba acostumbrado a que más de alguno se quedara por el área a pesar de que el horario dijera "descanso".

Gran parte de los puntos claves fueron llevados  a un laboratorio. Sólo quedaban... detalles que a simple vista no serían llamativos. Eso y el característico graffiti que comete el asesino cada vez que ataca.

"Sex. Murder. Art." Decía en letra manuscrita. Se sabía que en realidad, el asesinato como tal, no era allí, de hecho, seguía sin saberse dónde ocurrían los hechos con exactitud. El espacio físico de referencia resultaba siempre en el lugar en que hallaban el cadáver o restos de éste.

Desde que salió de su residencia, tenía claro que no iba a hallar la solución sin tener un kit especializado o la misma información que fue recolectada por los demás antes de llegar. No obstante, lo único que le importaba era tener su cabeza ocupada en algo.

Y disfrutar de salir de casa para algo que no sea hacer las compras de sobrevivencia.

Sus sentidos se agudizaron al oír pasos a la distancia, concretamente de alguien que parecía arrastrar el zapato en vez de levantar los pies. Movió un mechón de su cabellera castaña detrás de su oído con el objetivo de escuchar mejor. Nada. Tampoco hubo mucha diferencia, era joven pero el cabello se le comenzó a caer por los fuertes medicamentos que trataban su enfermedad.

Sex. Murder. Art. (Slayer, Tomerry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora