Capítulo 15 + Epílogo: Sexo. Asesinato. Arte.

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— Que... bonita... casa —murmuró Kerry, por supuesto que mentía. 

Le daba mala espina que su pareja viviera alejado de todo el mundo, no al punto de creer que era un asesino serial, esa ternura reflejada en una falsa inocencia y una torpeza a base de bromas infantiles lo hacían dudar de que pudiera romper un plato siquiera.

— Gracias —respondió con una sonrisa temblorosa, no sabía qué le ponía peor de nervioso: que sospechara de él o que sostuvieran su mano. El amor lo ponía loco y no en un sentido poético.

La incomodidad no duró por mucho, aprendieron a romper los silencios de ese tipo de una forma más emocionante y satisfactoria para ambos: apasionantes besos, de a poco caminaban en dirección al cuarto del dueño de casa para llevar aquellos gestos a un nivel más alto, aunque las coquetas caricias que se proporcionaban ya aumentaban el nivel de por sí.

Todavía tenía como deber el acostumbrarse a vivir a base de esas cosas que le daban mariposas en el estómago, seguía siendo un mundo nuevo el que alguien lo quisiera sin tener que recurrir a la violencia.

Chocaron contra una pared y contra ésta se apoyaron, no fue un impedimento para el romance.

Unas bocinas a las afueras los distrajeron, trataron de continuar cuando escucharon la puerta derribarse violentamente.

"Manos arriba" fue la orden de los carabineros que irrumpieron en el área.

— ¿Qué mierda está pasand...?—el castaño no acabó de formular su pregunta. 

Reiteraron la orden e hicieron caso entretanto eran apuntados con pistolas. Los llevaron a las afueras de la casa, apoyados sobre una patrulla, al poco rato llegó la PDI a investigar el área. En numerosas ocasiones King trató de hablar, era callado a la fuerza. Araya, cabizbajo, no pronunció palabra alguna, sabiendo que ya era su fin.

Tras tanto insistir en querer preguntar qué sucedía, un oficial le explicó que un testigo de un atropello había visto el coche de Tomás desde la distancia comportándose de una manera extraña, para luego descarrilarse y arrollar a una mujer que buscaba que la llevaran. Que anotó la patente y con eso rastrearon el vehículo.

Revisaron el historial psicológico del moreno y...

— Esperen, ¿qué? ¿Qué historial?—cada vez la cosa empeoraba.

No había mucho que explicar, numerosas veces llevaron al dueño del automóvil al psiquiatra para analizar su comportamiento, sin embargo, por falta de dinero, jamás se llevó a cabo un tratamiento. Y allí, en un lugar muy recóndito y lleno de polvo, se hallaba aquel historial que revisaron y era suficiente para tener en cuenta que algo malo iba. Eso y que jamás de su parte se reportó una denuncia porque le hayan robado su auto o algo. No podía excusarse con nada.

Podían detenerlo así como así, no obstante, decidieron revisar su hogar en caso de que hallaran algo más.

Por otra parte, Kerry admiró a su amado con una expresión de horror absoluto.

— Tú...—musitó, incapaz de decir algo más.

— T-te juro que... —trató de excusarse, sin saber qué agregar. Estaba acorralado por todos lados.

Un investigador salió de la casa para avisar algo: hallaron lo que parecían ser restos humanos en descomposición estancados en las tuberías y otras cosas que era mejor verlas por ellos mismos. En aquel instante, la mirada del castaño empezó a arder de furia, dejó de lado el hecho de que estuviera embobado de amor y las cosas en su mente comenzaron a cobrar sentido.

¡Estuvo frente al asesino todo ese tiempo, y hasta se enamoró de él!

Tomás lo despertó de su estado de shock.

— ¡L-lo siento mucho!—gritó, mientras las lágrimas caían de sus retinas— ¡Te amo, lo juro, pero no me puedo controlar! ¡Nos unimos en contra de un monstruo, y no sabes cómo lo odio! — trató de retener la tempestad pasando cuidadosamente sus dedos por sus mejillas— ¡Quise dejar de matar, pero, pero no pude! ¡En serio, perdóname!

Incapaz de mirar a los ojos a su amado, de manera cobarde, trató de salir corriendo. Sin dudarlo dos veces, un carabinero que desde hace rato lo venía apuntando, presionó el gatillo; disparándole directo a la cabeza.

El cruel asesino serial cayó al suelo, desalmado y solitario, igual que sus 'objetos' de tortura, murió tendido con poco cuidado sobre un terreno desagradable, abandonado por la sociedad.

Y como mayor ironía proporcionada por el karma, bañado en sangre, de mismo modo que sus 'objetos', lo que más resaltaba de su muerte era la frase "Sex. Murder. Art" citada en su camiseta.

El monstruo y el humano que lo portaba se han ido, las calles de Santiago de Chile pueden ser consideradas seguras otra vez.

Sex. Murder. Art. (Slayer, Tomerry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora