Capítulo 15

179 16 3
                                    

Ben se retiró el flequillo de la frente y se tumbó al otro lado de la cama. Yo estiré de la sábana y me tapé hasta el ombligo. Me acurruqué sobre el pecho de Benson y él me ofreció un cigarrillo.

Empezamos a acariciarnos mutuamente; él me acariciaba el hombro mientras que yo le acariciaba el pecho. Aunque no nos mirábamos nos veíamos como nunca nos había visto nadie. El humo de los cigarrillos era nuestro único testigo.

Volvía a sentirme tan frágil como cuando conocí a Sergio y aunque era una sensación agridulce pude por fin dejar de estar en guardia todo el rato. Había vuelto a perder todas las barreras que me protegían del amor, para bien y para mal, pero en ese momento me daba igual, en ese momento no tenía miedo. En ese momento solo quería quedarme en la cama por el resto de la eternidad, vivir en un bucle de tiempo infinito acariciando el pecho de Benson y compartiendo el humo de la habitación.

No quiero que acabe el verano —susurró Ben.

Yo tampoco he querido nunca que se acabara el verano —reí.

No, lo digo en serio. Es verdad que nunca he querido que se acabara el verano para no volver a las clases, al trabajo... Pero esta vez es distinto: cuando acabe tú no estarás aquí conmigo.

Benson tenía razón. Llegaría el momento en el que tendría que volver a España y ese momento iba a ser difícil.

No quiero pasar el verano contando los días que faltan para que te vayas —continuó—, no quiero estar pensando todo el rato que va a llegar un momento en el que te vayas.

Benson, no quie...

Llámame Ben —me interrumpió.

Ben —paré para pensar—, no sé qué decirte, si te soy sincero...

No digas nada entonces.

Comprendía a Benson. Sabía que tenía miedo. Yo mismo había experimentado un miedo similar en el pasado y no podía reprochárselo. Quería pasar el verano de mi vida y a los tres días de llegar a Chicago ya podía decirlo alto y claro: ese era el verano de mi vida. Quería pasar cada momento con Ben y quería que se sintiera cómodo cuando estuviera conmigo.

Entonces Benson me miró. Tenía una sonrisa triste y los ojos húmedos como si estuviera a punto de llorar pero a la vez intentara ocultarlo. Le devolví la mirada con una sonrisa esperanzadora, una sonrisa que le animara a no pensar en el futuro. Nunca hubiera imaginado que alguien sería tan especial para mí como lo estaba siendo Benson. No habían pasado ni veinticuatro horas siquiera.

Nos acabamos a la vez el cigarrillo. Parecía que estábamos compenetrados al cien por cien. Benson apagó la luz y al igual que con el cigarrillo, justo a la vez los dos nos escondimos entre las sábanas.

Todo estaba oscuro y no veía absolutamente nada. Esperé a que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad para poder distinguir al menos la cara de Benson. Había perdido completamente la noción del tiempo y casi había olvidado que mis primas estaban en la fiesta y probablemente se preguntarían dónde estaba.

Entonces sentí como Benson me acarició la cara. Sentí también su respiración en mis labios y se acercó para darme un beso. Con cada beso comprendía que había sido preso de mis propias barreras y que si algún día me protegieron ya no lo hacían más. Las barreras que yo mismo había creado para evitar el sufrimiento también habían impedido que fuera capaz de disfrutar del amor y el apoyo de los que me querían.

Sergio no había sido el único que me había hecho daño en mi vida pero sí había sido el que más me había marcado en ese sentido. Sergio había hecho que me aislara de todos los que intentaban ayudarme y que solo querían hacerme bien.

Aunque yo mismo creía en aquel entonces que no debemos flotar a la deriva esperando a que alguien nos salve mentiría si dijera que Benson no fue mi salvavidas. Él me mantuvo a flote y me llevó hasta la orilla más cercana en un momento de mi vida en el que no tenía fuerzas para nadar.

Le di a Benson el beso más suave que pude para que viera que mis intenciones eran nobles. Quería decirle sin mencionar una sola palabra que iba a estar para él todo el verano hasta que mis días en Chicago llegaran a su fin.

Nos destapé y le hice una seña para que se vistiera. Tardamos bastante en vestirnos, queríamos saborear hasta el último instante juntos esa noche. Me puse de nuevo mi ropa manchada del verde del césped y me coloqué la gorra.

Subimos las escaleras juntos, él detrás de mí. Nuestra burbuja estalló y volvimos al mundo real. Casi ya no quedaba nadie en la fiesta; tan solo mis primas, Tony y un par de chicos más a los que desconocía. Mason estaba dormido en el sofá y Sugar y Abigail abrazadas charlando con Tony.

Me apoyé en el marco de la puerta y los miré desde allí. Benson me rodeó con su brazo y me besó en la coronilla. Tony se dio cuenta de que habíamos vuelto y le dio un golpecito a Sugar para avisarla.

¡Por fin habéis vuelto, chicos! —exclamó Sugar.

Estoy muy cansada, me quiero ir ya... —se quejó Abigail con las pocas fuerzas que le quedaban.

Venga, chicas, es la primera fiesta americana de Rubén, dejad que disfrute —me defendió Tony—. Chicos, vosotros a lo vuestro —se dirigió a nosotros.

Creo que ya he tenido suficiente fiesta americana para lo que queda de verano, cuando queráis nos vamos.

Sugar saltó del sofá con las pilas cargadas y se desperezó estirando los brazos. Abigail tardó un poco más en reaccionar aunque tenía muchísimas ganas de volver a casa.

Tony me dio mi riñonera y me la coloqué. No quería irme pero sabía que tenía todo el verano por delante para pasarlo con Benson.

Ben nos acompañó hasta el coche y despidió a los pocos que quedaban en la fiesta. Tony besó a Sugar en los labios y se despidió de mí y de Abigail. Ya no era de noche pero tampoco se podía ver el sol en el horizonte. El cielo era azul oscuro pero las estrellas ya no se veían.

Benson se acercó a mí y mis primas nos dieron algo de intimidad montándose en el coche.

No sabes lo feliz que soy por haberte conocido.

Sí lo sé, Benson, porque yo me siento igual.

Llámame Ben, Rubén.

Ambos nos reímos.

Está bien, a partir de mañana empezaré a hacerlo, Benson.

Nos dimos un abrazo.

No hemos recogido la ropa de la piscina —recordé en ese mismo instante.

Ben rio:

Menos mal que me lo has dicho porque se me había olvidado completamente.

Me dirigí al coche y me monté. Ben me siguió y se agachó para verme bien através de la ventana. Bajé el cristal para poder despedirme. Saqué la cabeza del coche y agarré a Benson del cuello. Nos dimos el último beso antes de volver a casa.

Nos vemos entonces pronto, ¿no? —le pregunté.

Déjame que duerma un rato y voy a buscarte.

Vale.

Adiós, Rubén.

Adiós, Benson.

Y así fue como conocí a Benson. Así fue como se convirtió en una de las personas más importantes de mi vida y cambió completamente mi pasado, mi presente y mi futuro. No sé por qué pasó ni cómo tuve tanta suerte pero fue todo tan maravilloso que prefiero no pensar mucho en ello. A partir de entonces viví el verano de mi vida.

Fútbol americanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora