Capítulo 7

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No tardamos ni quince minutos en llegar desde la casa de Jade hasta la de Mason. Elmhurst es otro suburbio de Chicago pero con muchísimos más habitantes que Oak Brook.

Mason vivía en una zona residencial de casas de una sola planta. Parecían sacadas de una película de los años sesenta y me encantaba. Los jardines eran enormes pero no había tantos árboles como en Oak Brook.

La casa de Mason era de paneles rosas y ladrillos rojizos. El techo era marrón oscuro y los canelones y ventanas blancos.

Abigail aparcó justo en frente de la casa de Mason. Nos bajamos los tres a la vez y noté el olor a jardín recién regado. El sol no tardaría en ponerse y cada vez las sombras eran más suaves, el ambiente tomaba un tono como azulado.

Todo parecía mágico. Me sentía como si fuera un extra en una película. En el jardín había algunos grupos de personas, algunos bebiendo y otros jugando. Justo en la entrada, apoyada en la pared, había una pareja que se besaba. Desde detrás de la casa se oía a la gente reír y bañarse en la piscina.

Seguí a Abigail y a Jade hasta la puerta donde se escuchaba música pop que no reconocí. Entramos sin llamar. Abigail me pidió que le guardara las llaves del coche en la riñonera y Jade saludó a unos conocidos. El ambiente estaba un poco cargado porque había mucha gente. Entonces me fijé en que algunos tenían vasos rojos de plástico.

Rubén —se giró Abigail hacia mí y se acercó—, ¿vamos a la cocina a por algo de beber?

Sí, por favor, pero, ¿me puedes conseguir un vaso como ese? —le pedí señalando a un chico que estaba cerca de nosotros.

Una de las cosas que más me llamaba la atención de las fiestas americanas era que todas tenían vasos rojos de plástico.

Claro, ¿qué te apetece?

Me apetece cerveza, la verdad.

Venga.

Mi prima avisó a Jade de que íbamos a por cerveza, me agarró de la mano y tiró de mí hasta llevarme a la cocina.

¿Qué, te mola el ambiente? —preguntó Abigail.

Me encanta. Es genial, parece una peli americana.

Bienvenido a América. Espera a que estén borrachos de verdad y entonces me cuentas —bromeó riéndose.

Abigail me sirvió una cerveza en un vaso de plástico rojo y justo en ese momento empezó a sonar Never Meant de American Football. No me lo podía creer, mi canción favorita estaba sonando en una puñetera fiesta americana con vasos rojos. Increíble.

Unos amigos de Abigail se acercaron a saludar. Ella me los presentó pero lo que me apetecía en ese momento era ir a buscar quién estaba poniendo la música.

Oye, Abigail, ¿te importa que vaya a dar una vuelta? —le pregunté como excusa para ir a buscar dónde estaba puesta la música.

Claro, ve, pásalo bien.

Di una vuelta por la casa intentando buscar el equipo de música. Había altavoces por el pasillo y en algunas de las habitaciones. Cuando llegué al salón vi un equipo de música al que estaba conectado un portátil. Me acerqué y pude ver una lista de reproducción que se llamaba Música de verdad. Me reí y me puse a mirar las canciones que tenía.

Todas eran geniales; canciones de American Football, The Orwells, FIDLAR, Neutral Milk Hotel, MSMR, Radiohead, Feist, The Black Keys, Salvia Palth... Eran muchos de los grupos que mi hermano y yo escuchamos.

Sin esperármelo alguien se acercó bastante alterado.

¿Qué haces cambiando la puta música?

Eh, que yo no he sido —me morí de la vergüenza.

¿Entonces quién carajos ha sido, eh?

Lo siento pero es que...

Antes de que pudiera terminar apareció un chico diciendo que había sido él el que había cambiado la música. Gracias a dios no tardó en aparecer, me podría haber muerto allí mismo y no hubiera sabido qué decir para que me creyera. Salí del salón lo más rápido que pude sin mirar atrás porque odio las confrontaciones y más cuando no las he causado yo. Salí a que me diera un poco el aire porque me estaba entrando bastante calor.

Una vez fuera me lie un cigarro y me senté en un escalón de la entrada para fumar tranquilo. En ese mismo momento cambiaron de nuevo a la música pop. Hubiera estado genial que dejaran la lista de reproducción que el chico había puesto porque aunque el pop no me disgusta del todo prefiero la música alternativa.

No pude evitar acordarme de Sergio mientras me fumaba el cigarrillo. Pensé también en la conversación que tuve con mi tía la noche anterior para dejar de lado los malos recuerdos y centrarme en pasarlo genial.

Sin darme cuenta apareció mi prima Sugar con el que parecía ser su novio. Se llamaba Tony y me cayó bastante bien. Estuvimos charlando un rato y les conté lo que había pasado. Ambos coincidieron en que probablemente era Mason el que me había reñido por cambiar la música, según ellos solo él podía decir tantas palabrotas.

No hay quien aguante a Mason, joder —escuché justo detrás de mí.

Sugar y Tony gritaron y se alegraron de ver alguien. Me giré y entonces lo vi. Era la persona más increíblemente grande que había visto en persona. Mientras con un brazo abrazaba a Tony y con el otro levantaba en peso a Sugar dejó ver una sonrisa traviesa. Tenía un hueco entre las paletas que hizo que me derritiera y me contagiara la risa. Sus ojos eran celestes y tenía la nariz y los mofletes rojos, parecía borracho aunque no lo estaba.

Rubén, este es Benson, es el hermano de Mason —me lo presentó mi prima.

Durante unos segundos no supe qué hacer pero le tendí la mano para darle un apretón.

Encantado Rubén, me llamo Benson.

Cuando me di cuenta de lo que había dicho ya era demasiado tarde y quise que me tragara la tierra.

Benson se rio, me apretó la mano con fuerza y exclamó:

Encantado, Benson yo soy Rubén.

Tío, hace mil que no te veíamos —le dijo Tony a Benson.

Volví hace un par de días pero no le dije a nadie nada para poder darles una sorpresa cuando vinieran a la fiesta.

No pude concentrarme en la conversación porque Benson me tenía embobado. Tenía una barba de cuatro o cinco días que me volvía loco. Era rubio y llevaba el pelo no muy largo recogido con una gorra para que no le molestara el flequillo. Tenía puesta una camiseta negra serigrafiada con Benson de Historias corrientes. Llevaba puestos unos pitillos negros y unas Vans negras.

¿Entras con nosotros, Rubén?

—¿Qué? —contesté en español porque no sabía siquiera que me estaban hablando.

Sugar entonces repitió:

Vamos dentro, ¿vienes con nosotros?

No, no —titubé—. Me quedo fuera.

Como quieras, nos vemos luego —dijo Sugar mientras que Tony solo se despidió con una sonrisa.

¿Tienes fuego? —me pidió Benson.

Sí, claro —le ofrecí mi mechero.

Entonces, antes de encender el cigarro, Benson se dio cuenta.

Ostras, tío, tú eres el chaval al que mi hermano casi mata por cambiar de música antes.

Sí aunque no fui yo el que cambió de música, yo solo me acerqué por curiosidad.

No, si ya lo sé, el que puso la música fui yo —se rio.

Fútbol americanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora