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Regalo de San Valentín de mi bella parte.

Michael.

—¿Crees que estarás bien?

Luke me miró intentando poner una sonrisa que terminó siendo una mueca de incomodidad. Era difícil intentar ver una sonrisa en su rostro si sus ojos estaban inundados de tristeza, de dolor. Esperé su respuesta, la cuál fue un simple suspiro y un asentimiento con la cabeza.

—Creo que es necesario.

Fue mi momento de asentir, comprendí en ese segundo que tenía razón y era necesario. Tomé su mano con delicadeza entre la mía, la suya estaba fría y temblaba un poco. Vi sus lágrimas asomarse en sus bellos ojos, me estaba sintiendo culpable de tan solo verlo así. Me sentí extraño de volver a tomar su mano de tal manera.

Él no quiso ir ahí desde que le avisaron, no quiso pensar en el lugar, en por qué iría y qué haría. Pero ahí estaba con toda la pena sobre sus hombros.

—Ve con tu madre, te necesita —susurré apretando fuertemente su mano. Él inhaló duramente y asintió soltándome.

Lo vi caminar a pasos cortos con su madre, quién parecía caer en pedazos con cada segundo que pasaba; su rostro había perdido vida, sus ojos estaban rodeados de pesadas y notables ojeras por las que seguían bajando las lágrimas. No había cruzado palabra con nadie, no demostró emoción alguna a pesar de que las lágrimas cayeran. Estaba tan ida que dolía verla así cuando ella era luz en los momentos más difíciles para los demás.

No fue hasta que su hijo llegó a darle un fuerte abrazó que se desmoronó por completo, dejándose caer en brazos de Luke mientras él apretó fuertemente sus labios y cerró sus ojos para no llorar. Ella hablaba entre lágrimas, después comenzó a gritar fuertemente como para que todos se dieran cuenta del dolor que estaba pasando. La estaba consumiendo, tocó fondo, no le importó para nada que los doctores y enfermeras intentaran silenciarla, ella solo seguía llorando de forma desgarradora al observar la habitación de la puerta en la que estaba parada.

—Nadie lo va a amar como yo —le dijo a su hijo mientras comenzaba a hacer efecto el calmante que un enfermero le administró.

Cayó inconsciente, Luke la abrazó con fuerza y vi las lágrimas bajar a pesar de que sus ojos estaban cerrados con fuerza cuando rodeaba a su madre de forma protectora. No iba a dejar que los doctores se la llevaran.

Mi teléfono vibró tranquilamente, estaba en silencio y suspiré al ver el nombre en la pantalla.

Era mi padre.

—¿Sí? —pregunté al responder la llamada.

—¿Es cierto?

La preocupación en su voz no me hizo tener duda de lo que se refería.

—Sí.

—¿Cuándo pasó?

—Anoche —respondí pasando mi mano por mi cabello.

—Oh.

—No recomiendo que vengas —le dije tranquilamente—. Su esposa está devastada, Luke no sabe ni como se siente. Esto es un caos...

—Supongo que...—hizo una pausa para soltar un suspiro—. Supongo que los veré en el funeral.

—Supongo que sí.

No dijo nada más, como si estuviera intentando asimilar el hecho que yo le confirmé. Se despidió con un débil "adiós" y cortó.

Todo volvió nuevamente a la imagen de Luke con sus ojos rojos, su madre inconsciente con lágrimas húmedas en sus mejillas, ambos frente a la habitación donde intentaron hacer todo lo posible para salvar a su padre.



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