capítulo 3

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Narra Isak.

A veces creo que los humanos estamos hechos de tristeza.

Que somos cristales rotos, dibujos sin terminar y almas ciegas en busca de algo o alguien que consiga cambiar todo eso. Todos somos vacío hasta que llega alguien que cambia todo eso, somos vacío hasta que encontramos algo que consigue llenarnos de una manera o de otra. Que nacimos siendo lágrimas y gritos desgarradores.

Creo que somos sonrisas forzadas hasta que llega alguien que consigue sacar incluso una carcajada llena de felicidad de nosotros. Creo que nos pasamos la vida buscando a alguien que nos llene sin darnos cuenta de que en realidad, las mejores cosas pasan cuando menos te lo esperas.

Y de una manera o de otra cuando Even y yo tuvimos esa tan pequeña primera conversación, fue como olvidarme de todo y centrarme en su sonrisa y su grave voz y el color tan azul de sus ojos. Fue como sentirme completo sin en realidad estarlo. Y fue confusión de por qué alguien que ni siquiera conocía podía haber logrado hacerme sentir así.

Llevo varios días confundido. Confundido por el hecho de no saber la razón por la que cada vez que pienso en Even un extraño calor se instala en mi pecho, uno que soy incapaz de describir con palabras.

Y Eskild estos días ha estado un poco distante y creo que Even y el hecho de que no se haya fijado en él es la razón.

Y yo le he aclarado decenas de veces que entre Even y yo no hay nada y que no lo va a haber, aunque una parte de mí se nuble al pronunciar esas palabras en voz alta.

Camino lentamente por el sendero de un parque, esperando a Eva. Me ha dicho que llegará más tarde, así que aprovecho a despejar mi mente dando un paseo.

Una brisa helada propia de invierno inunda el aire y estoy seguro de que tengo la punta de la nariz roja como siempre que hace frío. Me limito a dar patadas a las pequeñas piedras que voy encontrándome delante de mí mientras ando. Al final, me siento en un banco, mirando a mi alrededor con el fin de encontrar a Eva, pero sigue sin venir.

Saco mi móvil del bolsillo trasero de mi pantalón y miro la hora. Hace media hora que habíamos quedado, y chasqueo la lengua por el hecho de que tarde tanto. Es decir, Eva siempre llega un poco tarde a todos los lados, pero hoy especialmente hace mucho frío.

Entonces noto unas manos tapándome los ojos.

– Eva, he estado a punto de irme, para otra vez no quedo contigo. –me quejo sin poder ver nada.

Eva no parece querer apartar las manos de mi cara, y no entiendo la razón. Sólo oigo su respiración.

Me revuelvo e intento quitarme las manos de mi cara, y al tocar las manos, me detengo un segundo y enseguida sé que no son las manos de Eva, y comienzo a asustarme.

Y entonces consigo apartar las manos de mi cara y de entre todas las personas que esperaba encontrarme, probablemente él era el último.

– ¿Te habías asustado? – Even me sonríe ampliamente y da la vuelta al banco hasta sentarse a mi lado.

– Un poco –titubeo con la mirada fija en el suelo, y me río disimuladamente–. ¿Qué haces aquí?

Y no sé cómo pero el ambiente ya no me parece tan frío y ese extraño calor se ha instalado en mi pecho. El silencio sólo dura unos segundos.

–Cuando no tengo inspiración o me siento agobiado, suelo dar paseos –frunce el ceño pero instantes después relaja su expresión–. Esa tal Eva no es muy puntual, ¿verdad?

Me río.

– No, para nada. De hecho, estaba a punto de irme a casa. Hoy hace mucho frío.

– Ya, y si estás ahí quieto, aún más. ¿Damos una vuelta?

Asiento y ambos nos levantamos del banco y comenzamos a andar. Durante el camino compartimos carcajadas y sonrisas y tal vez me guste lo cómodo que me siento cuando hablo o simplemente estoy con él.

– ¿Y por qué te gusta tanto dibujar?

Even gira su mirada hacia mí y me observa, divertido.

– ¿Cómo sabes que me gusta dibujar?

– Bueno, yo... te vi en la sala de espera hace semana y media –admito.

Pasamos por un puente y me fijo en la fuente que sale del lago y cómo el agua se va moviendo en éste y seguidamente el suave viento moviendo las pocas hojas que quedan en los árboles y haciendo que el agua se desplace de un lado a otro. Y Even me mira esbozando una pequeña sonrisa.

– Dibujar para mí es como una manera de expresarme. En realidad –carraspea–, no sabría describirlo, no existen unas palabras exactas que describan lo mucho que dibujar y pintar y mezclar colores me libera. Es como mi manera de evadirme del mundo, es el momento donde creo, y creo y plasmo en un papel cosas que se hallan en mi cabeza. No sé, es genial. Y cada cosa que dibujo, aunque sean simples pinceladas de distintos colores en las que estos se mezclan entre sí, tienen un significado distinto, algo que los hace especiales, y nunca un dibujo queda igual que el anterior porque siempre hay aunque sea un pequeño matiz que los diferencia, y eso es algo que me encanta.

Even no para de sonreir y ambos seguimos andando y yo soy como un niño pequeño escuchando un cuento, ese cuento que todas las noches pide que le vuelvan a contar, y simplemente no digo nada y sigo escuchando.

– Es algo que me llena completamente, y a veces es como respirar, como cuando te falta el aire y no sabes que hacer. Ahí es cuando necesito aire, necesito dibujar, y entonces me siento delante de un lienzo en blanco y a veces me viene la inspiración y otras puede que no, y comienzo a trazar líneas hasta crear una imagen sacada completamente de mi cabeza. No lo sé. Dibujar es liberación, es tranquilidad y es una manera de expresar lo que sientes y de descubrir cómo eres. Y, desgraciadamente, la gente no lo aprecia lo suficiente, no saben apreciar la belleza de un cuadro.

– Son unos ignorantes –susurro interrumpiéndole y compartimos una mirada y una sonrisa.

– Lo son.

Seguimos caminando por el parque hasta que anochece y nos sentamos en el banco de antes mirando la puesta de sol, y Even me comenta que es precioso cómo los colores del cielo van degradándose desde el azul hasta terminar en tonos naranjas, rojos vivos o incluso morados y rosas. Cómo esos colores iluminan las nubes dándole un toque que es digno de admirar. Y me habla de cómo el sol siempre trata de esconderse de la luna pero luego él es el único capaz de hacer que ésta brille. Que la luna está triste pero el sol le da el brillo que necesita.

Y Eva no ha aparecido pero en ese momento es lo que menos me importa. Y la mano de Even ha buscado lentamente la mía y ahora nuestras manos están entrelazadas mientras el sol se esconde pero a ninguno de los dos parece importarnos.

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Si habéis llegado hasta aquí, muchísimas gracias por seguir leyendo esta novela, os lo agradezco de corazón. Si os ha gustado, me haría muy feliz que me lo hiciérais saber. Gracias :)

work of art | evak (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora