Llevé a Chantal a una cita, o algo que parecía serlo. Pero ella se pasó todo el rato hablando sobre psicópatas y describiendo a cada persona del jodido planeta tierra como uno, ella no tiene una mínima idea de lo que significa ser un psicópata o un sádico, ella jamás ha estado con uno. ¿Cómo puede atreverse a hacer esa descripción de ellos cuando no ha vivido diez años de su vida junto a uno? Creo que fue mala idea habérselo preguntado desde el principio... pero es bueno tener la opinión de una futura psicóloga.
—A nadie. Jamás le perteneceré física o espiritualmente a alguien —Ella contestó, mordiendo su labio. Tendí a asentir con mi cabeza, algo shockeado por la inteligencia que ocultaba detrás de toda esa belleza. —No soy una mujer que se entrega a una persona así porque así. Creo que cada uno es dueño de su propia anatomía y no puede pertenecerle a nadie más.
Verla luego de esa velada acompañada por otro hombre me dio mucha rabia, estaba comenzando a interesarme de una manera exagerada. Chantal tenía una rutina bastante aburrida, salía de su apartamento, coge el transporte público y se mete a la universidad, regresa a su casa y permanece allí por varias horas hasta que comienza su turno en el bar del viejo Joe.
A ella parecía no importarle mi presencia, traté de mantener mi mente alejada de la boba escenita que estaba montándose con el niñato rubio que va junto a ella. Le coqueteé a la camarera, tratando de observar su reacción de reojo... los resultaron fueron inesperados. ¡Chantal estaba celosa!
Supe que ella había tenido una cita el sábado con ese mismo niñato, pero preferí no intervenir... aunque siempre es bueno mantener un ojo sobre tus enemigos. Él no parecía ser una amenaza para mí, era estudiante y tenía un año más que Chantal, sus padres aún estaban casados y tenía dos hermanos. Obviamente no tendría ningún problema con este tipejo. Ella no lo ama, a ella le parece atractivo y puedo jurarlo.
Visité a mi madre luego de que las vacaciones comenzaran, nunca estaba de más darle una inspección a la antigua propiedad a las afueras de Riverstone. Ella había estado viviendo allí por su cuenta los últimos treinta años, sin importarle que esas cuatro paredes conserven recuerdos tan horrendos del pasado; mamá es una persona fuerte, tanto mental como físicamente. Porque de haber sido una debilucha, ahora mismo tendría que llevarle flores al cementerio.
—Me gustaría que vinieras a cenar, para que conozcas a mi nieta —La señora Brown me indicó, sonriendo de oreja a oreja. —Ella aún no ha tenido un novio y creo que tú podrías agradarle, pareces ser el tipo de muchacho que le atrae a todas las muchachas. Estoy segura de que ambos se llevarán de maravilla.
—Eso espero señora —Solté, obsequiándole una sonrisa. Esto no podía ponerse mejor.
—Si quieres... puedes traer a tu familia, Chantal y yo estaremos muy solas y se siente feo —La mujer se encogió de hombros. —Ustedes saben que siempre serán bienvenidos en mi casa.
La perseguí por todo el pueblo, tratando de encontrar el momento justo para atacar y quedar frente a frente con ella... ambos a solas. Pero sus movimientos eran tristes, ella parecía apagarse minuto a minuto y aquello hacía que me sintiera terrible. ¿Por qué alguien con sus cualidades pasa sus días lamentándose por la muerte de sus padres? Pasó casi cuatro horas en un tétrico y solitario cementerio, llorando a los que ya se han ido y jamás regresarán.
Muchos han de imaginarme trepado en su balcón, escondido dentro del clóset o debajo de su cama... pero la verdad es que, Chantal tiene algún tipo de alergia a las cortinas y desde la habitación de mi madre todo puede observarse a la perfección. Ella sostenía una caja repleta de fotografías, vestía unos pantalones a cuadros rojos y azules, una camiseta y estaba bebiendo una taza de té.