31. Bajo el guindo

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-Greg, bájame por favor -le pedí, mirando el suelo.

-Pero...

-Por favor.

Bajó los brazos y mis pies tocaran el suelo. Esto era malo, Seth podía maliterpretar las cosas. Otro agudo dolor atravesó la parte baja de mi abdomen antes de que pudiera dar un paso hacia él. Gemí y Seth se acercó rápidamente, de pronto olvidando la situación.

Llegó en dos zancadas a mí, sujetándome por los hombros para no caer arrodillada. Greg, institivamente, también alargó un brazo.

-¿Qué ha pasado? -le preguntó Seth a Greg.

-No lo sé, se siente mal.

-¡Ya dije que estoy bien, maldita sea! Sólo necesito llegar a la enfermería -exclamé, exasperada. Seth pasó un brazo por mi cintura y me levantó cómo hacía unos segundos me tenía Greg. A pesar de que los cólicos me estaban matando, no pude evitar sonreír, atontada por el contacto de Seth -aunque no era tan necesario, ya estábamos cerca de la enfermería-.

Llegámos rápido, Greg le pisaba los talones a Seth, y Hellen estaba ahí, anotando algo en una libreta. Seth me bajó para poder entrar y la enfermera, en cuanto me vio, supo lo que sucedía, pues se lo dije todo con la mirada. Me dio un analgésico y me recomendó reposo mientras la pastilla hacía efecto.

Hechó a los chicos fuera, pero antes de que pudieran salir, le pedí a Seth que se acercara. Le di un beso en los labios tan rápido como pude, apenas si fueron un suave roce. Se mostró sorprendido demasiado tarde: ya habíamos cambiado.

Hacía mucho que no probaba sus labios, y su tacto me dejó con ganas de más, sedienta de sus besos. Pero ahora no era el momento.

Los ojos que hacía segundos habían sido míos, me miraron sorprendidos.

-Descansa -le dije mientras le daba un beso en la coronilla.

-McFare, sal de aquí -me ordenó Hellen, en tono de profesor que prohibe a los alumnos mostrar su afecto en público.

Greg y yo salimos y cerré la puerta detrás de mí. Acto seguido, solté un demasiado exagerado suspiro. Se sentía bien estar en su cuerpo, ligero y cómodo (oh, dulce pantalón). Y lo que era mejor, en este masculino cuerpo era imposible que me dieran cólicos. Estaba segura de que, una vez que regresáramos a la normalidad, Seth me daría una buena regañada. Hasta cierto punto, me lo merecía por hacerlo sufrir esos infernales dolores, pero por otro, no lo hice para que él lo sufriera. Mi motivo para cambiar de cuerpos había sido otro.

Miré a Greg, que me miraba con el ceño fruncido.

-¿Es tu novia? -preguntó con algo en la voz que no supe reconocer. Sonreí al tiempo que asentía. No era totalmente oficial, pero lo mejor era mantener ciertas distancias con Greg, y nadie mejor que Seth para darle una advertencia.

-Jenna es hermosa, es única y especial. La chica que me ha cambiado, besarla es fenomenal, siento que estoy en el cielo -sin embargo, no llegué a decir esas palabras. ¡Como si Seth fuera a decir algo así! En lugar de eso, dije -: Así que más te vale no acercarte a ella.

Ignorante a que esas palabras pudieran afectar en un futuro, le di la espalda a Greg con toda la masculinidad que pude reunir. Sentí una vibración en el bolsillo y saqué el móvil de Seth.

¿Está tu princesa contigo?

Era un mensaje de Liz. No pude evitar que mis ojos resbalaran hacia el último mensaje, que también era de ella.

¡Rescata a tu princesa del caballero Knight!

¿Rescatar a su princesa? ¿Qué quería decir con eso? ¿Rescatarme a mí? El apellido de Greg era Knight, así que no había duda; se refería a él. ¿Acaso era eso lo que Liz había estado escribiendo cuando salimos del gimnasio?

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