Lily me había dicho que usara el vestido con flores, el veraniego que siempre me había negado a ponerme por vergüenza a verme demasiado extravagante. Con un suéter de botones azul me veía más informal. Al final terminé por hacerle caso a Lily.
Estaba demasiado nerviosa, quizá más de lo necesario. Era como si fuera a presentar el examen de ingreso a la universidad, o a una entrevista de trabajo, o una "casual" charla con el jefe: si algo salía mal, podía ser mi fin.
Me hice cuatro peinados diferentes y al final me decidí por una media cola de caballo. Tal vez era un poco salido de temporada, pues el verano estaba llegando a su fin, pero ignoré la vocecita en mi cabeza que me decía que era inadecuado y me maquillé con una ligera capa de rubor y rimel.
Me miré al espejo por un largo rato y me repetí incontadas veces que todo saldría bien.
Me aseguré de llegar a la hora exacta, las tres y media. Estaba a unos metros de el lugar donde Gabriel y yo habíamos quedado cuando lo vi llegar. Vestía un pantalón de lana blanco, zapatos formales negros y un blazer gris sobre una una camisa azul bien abotonada. Sonreí sin poder evitarlo. Gabriel sabía vestir, y me sorprendía que no fuera modelo, tenía tanto como el cuerpo y el rostro como la actitud suficiente para serlo. Y aunque no lo fuera, yo sentía como si estuviera caminando hacia un modelo que no sólo era guapo y bien parecido, sino inteligente y razonable.
Acababa de pararse frente al puesto de helados y le hechó una ojeada a su reloj de pulsera. Levantó la mirada y me vio caminando hacia él con una apenas sonrisa. Me sentí incómoda en el trayecto hasta llegar a él, con sus ojos sobre mí todo el rato, evaluándome.
-Hola -le dije una vez frente a él.
-Hola -me sonrió. -¿Vamos? -hizo un ademán con la cabeza hacia el pasillo que nos llevaría al restaurante donde comeríamos.
-Claro -asentí con la cabeza y me ajusté la bolsa al hombro.
Caminamos en silencio y noté a Gabriel incómodo, pero él no era el único. Busqué y busqué un tema para sacar, algo en lo que concordáramos, música, estilo de vida, películas, pero de mi boca no pudieron salir las palabras.
-¿Te gusta la carne? -me preguntó de repente, rascándose el cuello.
-Sí, me gusta -respondí un poco perdida. Al principio no había entendido sus palabras, mi cerebro no había llegado a captarlas por lo nerviosa que estaba. Sentí cómo la temperatura subía y me recorría brazos y piernas, obligándome a esforzarme más en respirar. -¿Eso comeremos? -me interesé.
Me miró y asintió.
-Sí, es un restaurante muy bueno y conocido más por la carne que ofrece que por otra cosa -al decir esto, se relajó un poco y sonó despreocupado. Había veces que, cuando hablaba, parecía que se había aprendido algún artículo de una revista o texto de un libro, o que había escrito lo que iba a decir en tarjetas y respondía con alguna de ellas de acuerdo con la situación. No parecía improvisar nada, todo lo tenía siempre planeado y calculado y eso era algo que me encantaba de Gabriel.
-¿Vas mucho? -incliné la cabeza para mostrar más interés. Se giró para mirarme y sonrió un poco.
-No, sólo en ocasiones especiales.
Traté de sonreír pero sólo atiné a desviar la mirada. Me sentía abrumada cada vez que me miraba directamente a los ojos, como si me sujetara de brazos y piernas para que no me moviera y le sostuviera la mirada, lo cual no era jamás capaz de hacer. Y a pesar de sentirme así, quería que me siguiera mirando, que siguiera intentando, aunque yo lo evitara; porque quería vencer la vergüenza y mirarlo sin miedo, para que realmente viera dentro de mí.
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Cambio
Teen FictionSeth McFare y Jenna Kent no se llevan lo que se puede llamar... bien. Pero un buen golpe del destino hará un cambio de ciento ochenta grados que los involucrará completamente en la vida del otro. ¿Quién diría que un tropezón en las escaleras te podr...