d o s

439 39 15
                                    

La razón por la que me sorprendía la extraña actitud de YoonGi aquel día era porque lo conocía, o por lo menos, tenía una mínima idea de lo que cruzaba por su mente. Pensé que era una persona fría por dentro, cubierto de pensamientos oscuros que de hecho eran el porqué te podía helar con su mirada. Sin embargo, cuando me defendió aquel día, despidiéndose de mí con una pequeña sonrisa, advertí que su presencia no era tan oscura. No obstante, a pasar los días, aún me seguía preguntando porqué había hecho eso. Quiero decir, no éramos amigos, ni siquiera conocidos. Tan sólo habíamos entrelazado miradas un par de veces, pero hasta ahí llegaba la cosa. No quise darle tantas vueltas al asunto de todos modos; no era como si tuviera las agallas de dirigirme hacia él y preguntarle.

Y así transcurrió la semana. Mis compañeros ya no me prestaban mucha atención; se sentían amenazados por YoonGi, quien pretendía que nada había ocurrido. Noté como su indiferencia disimulaba lo que ocurría detrás de sus ojos. No logré entender cómo una persona como él, quien no le importa nada en lo más mínimo, podía haber hecho toda esa escena aquel día.

El viernes por la tarde, cuando las clases se habían dado por terminadas, emprendí mi camino hacia mi casa, cuando me percato de que algo me faltaba. Recordé entonces haber dejado mi collar de plata con un pequeño dije en forma de luna. Me lo había quitado porque no podía ir a la clase de educación física con él puesto, por lo que lo había dejado debajo del banco. Di media vuelta y comencé a trotar nuevamente en dirección a la entrada de la escuela. No podía creer que me había olvidado de aquello. ¿Y si alguien lo había tomado y llevado consigo? ¿Y si no lo volvería a ver jamás?

Aquel colgante tenía toda una historia detrás de él. Hace aproximadamente unos diez años o más, yo solía jugar con un niño, quien en ese entonces, solía ser mi vecino. Compartíamos todas las tardes juntos y nos divertíamos en el parque, que quedaba al frente de nuestras casas. Un día, mientras explorábamos entre las cosas viejas de su madre, encontramos un pequeño dije en forma de luna.

Al principio, le dije al niño, quién hasta el día de hoy no recuerdo su nombre y seguramente si me lo cruzo por la calle no lo reconocería, que no deberíamos tomar aquel precioso objeto. Entonces algo cruzó por su mente y corrió a preguntarle a su madre si podríamos tomar prestado el dije. Ella no le prestó mucha atención, por lo que nos adueñamos del objeto.
Luego de unos días, a mi vecino de ese entonces se le ocurrió una idea. Buscamos una cadena que hiciera juego y convertimos el hermoso dije en un colgante.

—Deberías ponértelo—me alentó, abriendo el colgante para de esa forma, depositarlo sobre mi cuello y unirlo.

Desde ese instante, sentí un gran cariño hacia ese collar, que no era solamente un accesorio.
Si lo llegaba a perder, de seguro estaría devastada. Varias veces lo perdía de vista y sentía como mi corazón empezaba a latir más rápido de lo normal por los nervios.

Cuando llegué por fin a mi sala, sin aliento y los cabellos desordenados por la carrera que acababa de tener, noté cómo estaba vacía. Sin embargo, cuando entré por completo, sentí una presencia extraña, como si alguien hubiera estado ahí. Localicé mi colgante, recostado por mi banco.

—Qué raro—murmuré para mí misma—Juraría que lo había puesto por debajo del banco. —con una mueca y sin darle más vueltas al asunto, retorné el collar en donde pertenecía. Una vez que sentí el metal sobre mi piel, suspiré aliviada. A veces pensaba que sin aquel objeto sobre mi, yo no sería la misma. Era extraño, lo sé. Incluso me daba miedo a veces. No obstante, cada vez que no lo tenía puesto, actuaba de forma diferente. No me sentía segura. Y, en cierto modo, era mi amuleto. Es por eso que suelo entrar en pánico unas millones de veces.

Indiferente⇝Min YoonGi {short}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora