Una Hawthorne

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Tirones, tirones, tirones.

Jalones, quejas, suspiros, argumentos, pestañas,labiales, colores.

Miro mis manos.

El anillo.

-Se supone que debe verse natural- dice Effie mirándome reprobatoria y negando con su enorme pelo morado.
-La quiero natural, recuerden que debe parecer que acaba de despertar. Una aparición, perfecta, divina, como la ve Peeta a diario.

-Él me ve como me encontraron hace media hora-argumento con toda la logica del mundo.

-Ay querida pero es que eso no tiene nada de divino ni perfecto.

Todos asienten y yo me siento ofendida.

-no estoy tan mal

-Pero si tenías saliva en la mejilla- argulle incrédula Fulvia.

Hacen un gesto dramático como si eso fuese un crimen.

-Eso deberian haberlo grabado, más al natural no me ibas a encontrar- finiquito un poco avergonzada de como me hacen sentir. Peeta nunca ha mencionado nada de eso.

El grabar algo natural fue lo más antinatural que hemos hecho. Nos grabaron desde que "despertamos" hasta que "dormimos". El programa llevaba por título un Día, en realidad tomaron 5 días de frustración, de incomodidades y más farsa de la que habíamos realizado.

El peor fue el cuarto día, el tener que representar una actividad tan íntima, nos llevó a Peeta y a mi a la vergüenza más extrema que habíamos experimentado.

Él a pesar de la destreza que posee frente a cámaras, estaba tan rígido. Nos besabamos en cuanto decían grabando, pero siempre parecía ser soso, aburrido, sin fuego. Pero él y yo nos poníamos colorados porque debíamos parecer íntimos cuando pasábamos días sin hablarnos si quiera.

Tratamos de negarnos, no podía ser que quisieran grabarnos teniendo eso. Ellos nos calmaron, solo debía entenderse que éramos un joven y nuevo matrimonio, jugueteando en donde se diera la oportunidad.

Peeta soltó el aire cuando escuchó eso y yo lo retuve porque no podía ni imaginarmelo.

Sentarnos a la mesa a conversar, de decoración, telas, pinturas, platicas escritas de pies a cabeza, incluido donde debíamos reír o tocarnos. Ya que parecía ser que como matrimonio te la debes pasar todo el día manoseando al otro.

Peeta debía sonreír a cualquier tontería que me tocara decir, alabar mi belleza con sus ojos, literalmente así lo decían las tarjetas. Sujetarme la mano en cada segundo que estuviésemos juntos. Pareciamos imbeciles.

Lo único que hicimos natural y bien fue la pequeña discusión que debíamos incluir, sobre mis nulas labores de cocina. Al parecer yo tengo la capacidad de una papa para preparar alimentos dignos para mi espectacular esposo.

Todo el día había estado fatal, solo oía reclamos hacia mi, a mi falta total de saber actuar, a que nada parecía fluido, al desastre que era.

Estaba harta, enfadada de ser un caos y estar arrastrando a Peeta con mi ineptitud.
La escena era sencilla.

Peeta debía reclamarme por hacer una asado duro. Lo que obtuvieron fue:

LOS MELLARKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora