Las cúspides oscuras brindaban cobijo del sol naciente, opacando el azul y meciendo el horizonte. Se arremolinaban en el cielo, en ondas elegantes de claroscuro con destellos de blancos inminentes. La luz del día aún no era fuerte y en el palacio real todos parecían seguir durmiendo. Nadie se había percatado del caballo que faltaba.
El emperador avanzaba en cortos pasos, con las bellas manos acariciando las puntas de las altas hierbas. Esta vez sus anillos de jade no lo acompañaban, pero sus dedos desnudos se llenaban de las gotas de rocío que jugaban a resbalar por los frágiles tallos, en danzas suaves y compases lentos. Su vestimenta blanca brillaba entre la naturaleza, meciendo la fría brisa su largo pelo sin ataduras, libre como los pájaros que se atrevían a cantar bajo las nubes cargadas de agua. Y aunque ese día no había llovido, Xue Yuan casi podía sentir el rugir de las gotas, como si la lluvia corriese por sus venas.
Miró hacia atrás, girando con lentitud y deslumbrando al paisaje con una sonrisa hermosamente elegante, elegantemente hermosa. Todos los árboles parecieron estremecerse ante su belleza y él lo observó con júbilo cariñoso, que aunque del cielo no brotase sereno, los pétalos lilas parecían suaves gotas aterciopeladas que caían mimosas sobre su siervo. Por ello corrió sin que lo viese, ocultándose como un niño y rodeando el tronco centenario de corte grisácea.
Xue Yuan abrazó la cintura de Ahn, pillándolo por sorpresa. Este plasmaba sus ideas con el pincel entintado sobre el pulcro papel de arroz, sentado en las raíces sobresalientes del Kiri violeta, el árbol más bello de todo el imperio.
—¿Te refugias de la lluvia? —susurró contra su oído, acariciando el cuello blanquecino con su nariz—. El escritor de los textos de la lluvia no debería de hacerlo. Tendría que correr bajo ella, jugar bajo ella, amar bajo ella...
—¿Quién os dice que no amo bajo ella? —cuestionó pícaro, apartando con gentileza su mano y el pincel.
«Dicen que somos como la lluvia, y en cierta manera tienen razón. Dicen que el pájaro no vuela cuando llueve por miedo a mojar su plumaje, así como nosotros no amamos por miedo a equivocarnos. Dicen que somos como la lluvia, y den cierta manera tienen razón. Dicen que la memoria es una marea llena de torbellinos y tormentas a diestra y siniestra, pero no nos dicen que amando se colman los males de nuestro diluvio. Dicen que somos como la lluvia, y en cierta manera tienen razón. Dicen que cuando el agua en granizo se transforma, el corazón de agua entre seda blanca se guarda».
—El corazón de agua entre seda blanca se guarda... —releyó Xue Yuan de nuevo.
—Hoy tampoco hay que refugiarse de ella, porque no llueve de todas formas —dijo, acunando el suave rostro con una de sus manos, regalándole al emperador una cálida caricia—. Pero observa las flores del Kiri, sus racimos están cargados del rocío que con la mínima pizca de viento caería sobre nosotros de cualquier manera. ¿Entonces me estoy refugiando o me estoy exponiendo? —preguntó con una sonrisa que el contrario respondió de igual forma.
Ahn dejó de lado sus cosas y se permitió el atrevimiento de aferrarse a la delgada silueta de Xue Yuan, recostando su cabeza sobre la seda de su ropa a la altura del pecho, escuchando el latir del corazón que tanto lo amaba.
Él sabía que el cuerpo de su majestad no estaba del todo sano, el estrés y la ansiedad formaban parte del día a día, por lo que pasaba noches en vela a su lado para cuidarlo sin que él se lo pidiese. No podía sentarse a esperar una recuperación que sabía que no llegaría, pero siempre y cuando pudiese menguar la situación al demostrarle su cariño todo estaría bien.
—El Kiri puede crecer en el suelo infértil, medir veinte metros y retoñar de su tronco cinco veces en cien años. Resiste al frío y al fuego, produciendo una cantidad incontrolable de oxígeno. El Kiri es como tú, A-Yuan —susurró contra su hombro, a la vez que él acariciaba su largo pelo, igualmente suelto—. Eres bello como sus flores y fuerte como sus raíces. Eres el emperador de una dinastía absoluta. Tu corona puede vacilar a veces como el viento que agita sus ramas y la lluvia fuerte que marchita sus flores, pero tus raíces son profundas y firmes. Temes pero enfrentas tus temores, y si las cosas no van bien siempre tendrás mi mano y me tendrás a mí para seguir tu mismo camino. Mi emperador. Mi A-Yuan.
Ahn husmeó con su nariz en la curva de su cuello, consiguiendo besar una de las pálidas clavículas
—No me importa que nunca haga sol, porque siempre te tengo a ti para iluminar y mantener cálido mi día—susurró el emperador contra su frente.
Sus ojos se perdieron entre las enredadas ramas que siempre salían a flote, y comprobó que el rocío descansaba sobre los pétalos con gracia serena. Incitó a su siervo a mirarle a él, y cuando besó sus labios una briza azotó al Kiri, haciendo que el rocío cayese sobre ellos como una leve lluvia ligera, colmada de pétalos lilas y de olor a primavera.
«Dicen que somos como la lluvia, llenos de desespero por vaciar nuestras propias nubes, pero no siempre seguros de causar la tempestad correcta. Dicen que somos como la lluvia, y en cierta manera tienen razón».
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Somos como la lluvia ©
Short StoryUna complicada historia de amor entre el emperador Xue Yuan y su romance secreto con su siervo personal Park Ji Ahn, durante su reinado en la Dinastía Xue. La historia está comprendida en un largo de nueve relatos y un epílogo. Género: AU/Romance/D...