El anciano entró en la que antiguamente habría sido la pagoda donde el emperador Xue Yuan pasaba el tiempo observando las altas cordilleras. Ahora, sin embargo, era el pequeño templo donde descansaba el mismísimo emperador, y en donde las flores y las varas de incienso adornaban la bonita lápida por la que las ramas de Kiri parecían escalar al cielo.
Los cortos pasos de Park Ji Ahn arrastraban consigo recuerdos, experiencias, amor... un amor inquebrantable. Un amor que ahora sólo vivía en su interior, alimentándose de la esperanza de partir pronto al esperado encuentro.
—Otro día sin ti —susurró—. Otro día sin ver tu precioso rostro, tu precioso pelo, tu preciosa sonrisa, tus preciosos y vivos ojos... y sigo tan enamorado de ti como la primera vez que te vi —comentó, siguiendo con la mirada el humo del incienso—. Echo de menos el suave tacto de tus dedos contra mi piel, de tu voz recitando mis textos; aquellos donde plasmé con gotas de lluvia todo el amor que me dabas. Y aún no me acostumbro a tu ausencia.
Ahn sintió su labio temblar y las raíces de un interminable dolor penetraron en su alma.
—Te echo tantísimo de menos —confesó, mientras que sus ojos cansados y decaídos se nublaban de dulces lágrimas—. El aire por donde paseábamos aún continúa impregnado de tu dulce perfume, del melifluo reflejo de tu sonrisa... y aunque algo muy grande nos separe yo sé que sigues aquí —Alzó una de sus manos hasta dejarla sobre su fatigado corazón—, a mi lado, observando la lluvia caer —Ahn sorbió su nariz, mientras que su otra mano se mantenía temblorosa sobre el bastón—. Siempre desee morir entre tus brazos, pero ahora que sé lo que es buscarte y no verte, llamarte y no escucharte... ahora sé que esto hubiese sido mucho para tu cansado corazón.
»Te fuiste aquel día donde el arcoíris por fin había salido, y lo viste desde tu lecho, y sonreíste. Allí, tumbado y con la piel amarilla me dijiste el último «Te quiero», el último «Te amo»; me diste el último beso. No puedes imaginar cuánto añoro uno más. No puedes imaginar cuánto he llegado a necesitarte ahora que ya no estás.
Las lágrimas del anciano cayeron con calma por sus arrugadas mejillas de piel de cebolla, en donde ya no quedaba ni rastro del joven y hermoso rostro que lo caracterizó en su juventud.
—Amaría rodearte con mis brazos una vez más, sentir tu ahora inexistente calidez, besar tu suave frente... La lluvia ya no consuela mi dolor y el Kiri se muestra triste, ha perdido color desde tu partida al otro mundo.
»Mi felicidad se ha reducido a una piedra donde tu nombre está escrito, y a la cual le cuento mis penas. Y me pregunto si puedes escucharme al hablarte, si me contestas aunque no te escuche. Eras mi más preciado tesoro, al que nunca cambié por nada ni por nadie, para mí sólo eras tú. Y aunque mucha gente quiso hacernos daño, separarnos porque creían que cometíamos una falta grave, yo jamás permití tal aberración hacia nuestro amor, y tú tampoco. Como yo te amé y te amo ninguna de esas personas ha amado nunca ni amará. Ellos no saben que amar no es una falta, sino una bendición... una que yo tuve la suerte de encontrar en donde menos lo creía, en la persona que nunca imaginé.
Calló por un momento, escuchándose únicamente el sonido de la lluvia y de su violento llanto:
—Me cuesta muchísimo recordar tu voz al hablarme —dijo—. Mi memoria ya no es lo que era, más sé que era una voz tierna y suave, con un ápice de efusividad... algo muy propio de ti. Si bien, eso no impide que te piense todo el día, que intente sentirte a mi lado. Me juro que daría lo que me queda de vida por verte una vez más, por acurrucarte contra mi pecho y respirar el aroma de tu cabello. Te necesito de un modo asfixiante, mi A-Yuan.
Ahn se arrodilló con dificultad, sintiendo las rodillas débiles y dañadas. Todas sus articulaciones dolían cada día un poco más, pero el dolor no se podía asemejar con la ausencia de su hermoso emperador.
Con cuidado besó la fría piedra, dejando que las calientes lágrimas recorriesen el camino vertical y plano de la lápida. No era fácil besarla, no era fácil besar lo único que quedaba del amor de su vida; no era fácil no encontrar los pequeños y rosados labios que una vez repartieron tantos besos sobre los suyos.
—Te amo —susurró contra la gélida superficie—; y jamás dejaré de hacerlo.
Con dolencias se irguió, inclinando su cabeza en señal de respeto.
Park Ji Ahn giró sobre sus pies y caminó hacia la salida, sintiendo que esa era la última vez que estaría allí:
—Todos mis pensamientos estarán contigo por siempre, amor mío. Continúa descansando en paz, durmiendo en un inmenso cielo donde ya nada te dolerá, donde el sufrimiento no existe... y espérame.
Y en ese momento el humo del incienso siseó, sonriente, confirmando su petición.
«Cuando el agua en granizo se transforma, el corazón de agua entre seda blanca se guarda».
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Zeniev
Todo estaba bien, hasta que terminé de editarlo y llegué a esta parte que escribí hace tres años:
«Siendo sincera me puse a medio sorber el moco escribiendo este relato, no pude evitar pensar en Ashlan. Entiendo y sé que la vida sigue, y que para muchas personas tan sólo era una cobaya, pero su sufrimiento fue real, su dolor fue real, sus sentimientos eran reales... Ha sido muy duro para mí dormir anoche sin tenerle a mi lado, despertarme de igual manera y no verlo durante este día. Lo echo mucho de menos, y sé que ya no volverá jamás».
Recuerdo a mi cobaya muchas veces, muchos días. Su hermana también falleció, en diciembre del año pasado. A día de hoy sólo tengo a Lyra, mi coneja. Me gustaría tener más cobayas, pero ahora mismo estoy un poco sopesada en este aspecto. Cada vez que uno de mis animales muere me pongo fatal, así que, sinceramente, no quiero tener más por el momento.
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Somos como la lluvia ©
Cerita PendekUna complicada historia de amor entre el emperador Xue Yuan y su romance secreto con su siervo personal Park Ji Ahn, durante su reinado en la Dinastía Xue. La historia está comprendida en un largo de nueve relatos y un epílogo. Género: AU/Romance/D...