De los techos de las pagodas caían témpanos de hielo, puntiagudos y amenazantes. Así pues el invierno estaba siendo duro de sobre llevar, y por ello el emperador se estaba refugiando en su lugar favorito: Los brazos de su siervo personal.
A más de media década de la batalla contra Li Zhao, la Dinastía Xue estaba experimentando un periodo de tranquilidad como los que hacía tiempo no había. De igual forma las cosechas de los meses de siembra se recolectaron con resultados favorecedores, por lo que el invierno era más ameno incluso para los más desfavorecidos, a quienes el emperador había prestado su más humilde ayuda.
Todos los que estaban bajo la protección de su majestad estaban a salvo y con comida asegurada.
—Creo que te ha salido una nueva cana —habló Ahn, quien físicamente había envejecido de buen ver.
Xue Yuan, quien le daba la espalda dentro del mullido abrazo, se giró con una ceja alzada:
—¿Lo dice el que se dejó ese horrible bigote? —le cuestionó—. Voy a ordenar su ejecución —bromeó.
—Oh, vamos, ¿aún estás resentido por él? —comentó, inclinándose y picoteando su mejilla con besos—; creí que te gustaba porque te hace cosquillitas —murmuró, obligando al emperador a alzarse un poco, saliendo del nido de calor.
—No me hace cosquillas —dijo seguro—. ¡Me da picazón! —y le lanzó un cojín de seda a la cara.
—¡Entonces me lo dejaré mucho más largo! —exclamó con maldad, lanzándole él también otro cojín.
Pese a que sus cuerpos envejecían, sus espíritus de niños aventureros seguían intactos.
Xue Yuan ya tenía las patas de gallo un tanto marcadas, y tal y como Ahn recalcó, su larga melena negra se teñía de blanco poco a poco. Este, en cambio, había optado por el vello facial creyendo que así se vería más apuesto para el emperador, y aunque tuviese la mirada pícara rodeada de notorias arrugas, seguía siendo tan atractivo como de costumbre.
De buenas a primeras Ahn lo sostuvo por las muñecas y lo besó, degustando la boca ajena con hambre. Para él aquellos labios seguían siendo suaves y tiernos como la primera vez, a pesar de estar espigados por el clima y ligeramente agrietados.
Cuando dejó los labios atrás atacó el blanquecino cuello, tan elegante e infinito como siempre le había parecido.
—Ahn —lo llamó Xue Yuan, con el pecho subiendo y bajando rápidamente—. ¿Te sigo pareciendo atractivo?
El nombrado dejó repentinamente su dulce cuello, elevando la mirada a sus ojos.
—No deberías de preguntarme eso —comentó con seriedad—. Has sido siempre el único en mi vida —le recordó, a lo que el emperador asintió con desgano—. Estamos envejeciendo, y lo estamos haciendo juntos y a la par. Nunca me preocupé de cómo te verías en ciertos tantos de años, ni de cómo me vería yo a tus ojos.
Ahn se aproximó aún más, rozando su nariz con la ajena. Y prosiguió:
—Desde el principio sólo te quise a ti, con tus fallos y con tus imperfecciones; esas que te hacen ser lo más perfecto para mí —Xue Yuan enrojeció levemente, sonriendo—. Cuando te conocí eras el emperador del que todos dudaban, y yo un simple traidor entrenando para entrar en tu ejército. Y te convertiste en mi mayor inspiración desde que te vi allí, tan hermoso como la luz del sol cuando se filtra entre la lluvia y crea un arcoíris. Eras lo más bonito del mundo, con una mirada triste que logré recuperar y a la que le devolví el brillo perdido.
»Desde que te vi supe que quería envejecer a tu lado, ver cómo el tiempo no te hacía más viejo, más sí más perfecto de lo que ya eras.
—Te amo —dijo Xue Yuan sin más, agradecido de un modo especial por lo que acaba de oír—. Siempre voy a amarte. Incluso cuando nuestro largo viaje comience. Voy a amarte como te he amado siempre, con el alma. Aun cuando mi corazón desaparezca mi alma perdurará, y te amaré por esto, y por todo lo que has hecho por mí durante tantos años.
Xue Yuan no pudo hablar más. Los labios de Ahn le arrebataron las palabras en un amoroso beso.
Con suavidad lo recostó sobre el lecho de seda, acariciando el nacimiento de su cabello con tranquilidad.
—Pero tendrás que amar a mi bigote también —susurró contra sus labios, haciéndolo bufar.
Con una sonrisa traviesa Ahn lo volvió a besar; y a desnudar.
Abrió el hanfu, dejando al descubierto un cuerpo delgado, fino, con el vientre plano y la piel caliente. Descendió sus labios por él desde los contrarios, deleitándose con los erectos pezones debido al frío. Los meció con lentitud con sus dedos y con su boca, regalándole placer y dicha al hombre que había cambiado su vida, su propia tormenta.
El cuerpo del rey siempre había sido su santuario, su fuente, su lago... su manantial de vida. Xue Yuan era el agua, la nieve y el hielo. Era todo y cuanto amaba dentro de la misma persona.
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Somos como la lluvia ©
Short StoryUna complicada historia de amor entre el emperador Xue Yuan y su romance secreto con su siervo personal Park Ji Ahn, durante su reinado en la Dinastía Xue. La historia está comprendida en un largo de nueve relatos y un epílogo. Género: AU/Romance/D...