Capítulo seis.

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Bueno... veamos, me queda 2% de batería. Lo más lógico sería llamar a una grúa. Marqué el número y esperé a que alguien respondiera. 

—Buenos días. Se está comunicando con Remolques Peterson ¿En qué podemos ayudarle? —habló con amabilidad la voz de una mujer al otro lado de la línea.

—Buenos días, quisiera pedir una grúa, mi auto se quedo sin gasolina. —informé rápidamente sin desperdiciar ni un segundo de carga. 

—¿Puede decirme su ubicación?

¿El problema? No sabia donde rayos estaba mi trasero. 

—¿Mi ubicación? Oh... claro. —titubeé.

Coloqué mi móvil en la opción de manos libres para poder ver la ubicación en el GPS y divisé el punto rojo que marcaba en donde me situaba.

Muy bien... Bouton Dr. 

Iba a comenzar a dictarle la ubicación, pero el maldito e intermitente sonido indicó que Remolques Peterson me había cortado 

¿Enserio? ¿Que hay de la atención al cliente? 

Marqué el número una vez mas pero antes de que alguien pudiera responder el móvil se apagó, ahora si que estaba en problemas. 

De no haber sido por la lluvia que comenzó a descender, podría haber hecho algunas señales de humo, pero adivinen, la vida, todas las fuerzas sobrenaturales del planeta y Remolques Peterson me odian. 

Recosté mi cabeza sobre el volante con resignación. No me quedaba otra opción más que esperar a que algún ser afable se compadezca de mi. 

Los minutos pasaban, la lluvia no cesaba y comenzaba a ponerme nerviosa. 

¿Qué sería de mi si no conseguía ayuda? 

¿Y si la noche llegaba y aun seguía aquí varada?

¿Tendría que dormir aquí?

¡No tengo comida!

Me seguí lamentando y tratando de descifrar mi trágico destino, hasta que un fuerte bocinazo resonó y me causó un cruel susto. 

Traté de ver por el espejo retrovisor el auto responsable de mi sobresalto, pero a causa de la gran cantidad de gotas de lluvia que cubrían los vidrios, lo único que lograba identificar era una mancha negra.  

El auto se adelanto hasta quedar situado justo al lado del mío, baje la ventanilla hasta la mitad y el conductor bajo completamente la ventanilla del lado del acompañante.

Esto tiene que ser una broma. 

—¿Qué se te ofrece? —pregunté de mala gana dejando ver una falsa sonrisa. Peter me miró incrédulo y dejó escapar una carcajada.

—Esto es demasiado bueno para ser verdad. —dijo entre risas. — A mi no se me ofrece nada ¿A ti? —se mofó de mi.

—Mira, si te detuviste para fastidiarme, te informo que puedes seguir adelante...

—Esta bien, supongo que si no se te ofrece nada no hace falta que siga perdiendo mi tiempo. —habló haciendo rugir el motor de su auto. 

Quizá te parte un rayo y mueres, Cam, pero ¡Bien hecho! No perdiste tu orgullo.    

—Necesito tu ayuda. —farfullé sin quitar mi mirada del volante.

—¿Cómo dices? —me obligó a repetirlo con una sonrisa de superioridad.

—He dicho que necesito tu ayuda. —respondí con un tono de voz más alto de lo normal.

—Bien. —sonrió con satisfacción. — Sube. —dijo quitando el seguro de la puerta del acompañante.

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