Prólogo.

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Doy zancadas hasta la biblioteca y marco el número de Ranik. Suena dos veces, y luego contesta.

—¿Hola?

—Te prohíbo ser amable conmigo —digo inmediatamente. Hay un silencio en su lado. Sé que sabe que soy yo, ha visto mi número.

—Puedo ser amable con quien quiera serlo —dice finalmente.

—Tenemos una relación de trabajo —espeto—. Una de profesor y alumna. No puedo tolerar llegar a gustarte.

—¿Gustarme? —farfulla—. ¿Q-qué te hace pensar que a mí...?

—Te dije expresamente que no podía gustarte.

—Me dijiste que no intentara follarte —me corrige.

—La única forma de que alguna vez tenga sexo con alguien sería que me gustase antes, empezar una relación mutua de agrado. Por consiguiente, no puedo gustarte. Eso sería un paso hacia intentar llevarme a la cama.

La Educación de Alice WellsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora