Capítulo 6.

90 3 0
                                    

Mientras espero a que el semáforo cambie, me quedo mirando el mensaje de Ranik para asegurarme de haberlo recibido correctamente.

Encuéntrame en el Starbucks cruzando la calle desde el edificio Garfield tan pronto como puedas. Necesito deberes...

Cruzo la calle y entro en la tienda de café caliente, quitándome la bufanda del cuello. Veo el rostro de Ranik con su corte alborotado a los costados y su chaqueta de cuero al instante, y me acerco como una tormenta hacia él con una bronca elaborada en mi lengua.

—Ayer te dije en repetidas ocasiones que vinieras a buscar tus deberes —le digo—. Y lo ignoraste por completo, ahora me citas aquí para entregártelo ¡como un repartidor de periódicos común! ¿Sabes que es un paseo de quince minutos para llegar hasta aquí? Tengo laboratorio en el otro lado del campus en siete...

Soy interrumpida cuando un Frappuccino de caramelo y un cálido muffin de virutas de chocolate son puestos en mis manos. Mi boca muerta de hambre por la dieta babea un poco, pero me contengo. La sonrisa de Ranik es demasiado brillante para esta primera hora de la mañana, su rizos negros revueltos por dormir y el oro de sus ojos iluminados por el sol empapado se refleja en la mesa.

—¿Qué es esto? —Frunzo el ceño.

—Un soborno.

Cuando mi ceño se frunce más, se ríe.

—Es una broma. He pensado que podrías utilizar el combustible.

—No soy una persona de desayuno, y realmente me tengo que ir...

—¿Ah sí? ¿No dijiste que es tu favorito? El desayuno le haría algo bueno a una pequeña cosa delgada como tú.

—No soy ni delgada, ni pequeña. Tu repentina preocupación maternal es conmovedora, pero innecesaria. —Tiro la carpeta que contiene sus asignaciones a la mesa—. Tus trabajos. Me voy, ahora.

Doy dos pasos hacia la puerta cuando tintinea detrás de mí.

—¡Oye, espera! —Ranik corre detrás de mí, con el Frappuccino y el muffin en la mano—. ¿Quieres que te lleve? Me aseguraré de que llegues a tiempo.

—¿Por qué?

—¿Por qué, qué?

—Primero me compras el desayuno, y ¿ahora te ofreces a llevarme? — Entrecierro los ojos—. ¿Estamos en medio de una lección acerca de aceptar favores de chicos de la que no me he enterado?

—Uh, ¿no?

—¿Entonces por qué me haces favores? Yo no soy tu preocupación. Puedo cuidar de mí misma.

Ranik parece sorprendido, pero lo oculta rápidamente detrás de su sonrisa habitual.

—Sabes, cualquier otra chica aceptaría estas cosas muy rápido. Les gusta ser mimadas.

—Yo no soy cualquier otra chica, —Empujo mis gafas más arriba en mi nariz—. Ahora hazte a un lado.

Durante unos segundos parece que he ganado, y me deja afortunadamente sola.

Pero entonces oigo el sordo rugido de un motor siguiéndome por la acera lentamente. Levanto la cabeza y camino más rápido. La camioneta de Ranik se mantiene a mi ritmo. Baja la ventanilla y grita.

—¡Vamos, Princesa!

Lo ignoro.

—Vas a llegar tarde aunque corras. Y yo te he hecho llegar tarde. Así que sube.

—Prefiero llegar tarde —digo.

—Mira todo ese orgullo que tienes. —Silba—. Es casi como si fuera a arruinar tu nota de participación en el laboratorio para el semestre.

La Educación de Alice WellsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora