Capítulo 3

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«¿Lo entiendes ahora?

Hay encuentros que

nunca debieron existir.»

Capítulo 3

Aquella noche en la que brillaste como nunca antes

Con un andar lento pero firme, Victor entró al Flaming Ice sin saber cuál sería su destino a partir de ese momento; sin estar seguro si viviría lo suficiente para ver el siguiente atardecer. Las luces, que emitían una suave tonalidad violeta, junto con la pausada música que una erótica voz femenina se encargaba de acompañar, envolvían al local de una atmósfera tranquila y diferente. Sobre todo en una noche como esa, en la que Victor descubrió que, sin siquiera proponérselo, él era el máximo invitado.

Había pocas personas; quizá veinte, si se animaba a hacer un cálculo rápido. A todos los conocía de vista, e inclusive con más de uno conversó. Negocios, curiosidad, simple socialización. O, cuanto menos, eso era lo que había pensado durante todas esas noches en las que estuvo allí, esperando por el regreso de Cristal, suplicando porque alguien se acercara y le dijera que aquel misterioso bailarín no había sido un mero producto de sus fantasías o la alucinación de una droga que ni siquiera recordaba haber tomado; quería que alguien se acercara, le sonriera divertido, para luego asentir y decirle que sí, que Cristal había sido real. Tal y como Chris lo había hecho.

Victor lo había investigado. Christophe Giacometti era el dueño de un renombrado banco en Suiza. Dotado de una gran neutralidad y famoso por su alto secretismo, no era sorprendente descubrir que era uno de los clientes favoritos del lugar. Y arriesgándose a una suposición que podría ser incorrecta, Victor imaginaba que Chris era el encargado de proteger las cuentas y las inversiones de la familia Katsuki. Y tal vez fue por eso que había ayudado y tratado de alertarlo al mismo tiempo.

—¿Me engañaste? —preguntó Victor, girando su rostro hacia la izquierda y deteniendo sus pasos un momento. Allí, sentado en un sofá de color negro, con una copa entre sus manos y envuelto en un aura de descarada sensualidad, Chris lo miró de soslayo y sonrió. Se tomó unos segundos para terminar su bebida y dejarla sobre la mesa de enfrente antes de incorporarse a un lado de Victor, para guiarlo hacia un punto que, sin duda alguna, ya había sido determinado desde mucho antes.

—No lo hice —respondió tranquilamente mientras caminaba—. Te dije la verdad: no debías vigilarlo. Te di exactamente lo que querías: una forma de contactarlo. Lo que ocurrió después de eso, fue porque así tú lo quisiste. Si ellos encontraron una manera de descubrir dónde estabas y atraerte hasta aquí, fue porque lo permitiste... o porque estabas metiéndote en sus asuntos.

Victor estaba por replicar cuando Chris se detuvo y extendió su mano, señalándole un asiento. Al mirar con atención, notó que estaban frente al mismo escenario donde había visto a Cristal por primera vez y que al no haber otras personas, aquel espectáculo era exclusivamente para él. Pero ¿con qué fin? Con una dosis de humor negro, Victor pensó que tal vez, si su muerte era inminente, bien podría mandar un último mensaje pidiendo que si algún día se hacía otra película de mafia intentando imitar el éxito de El Padrino, la suya bien podría ser una muerte interesante para la introducción.

—¿Así que hasta aquí llegan mis días? —divagó Victor en voz alta a nadie en particular, pero ocasionando que la sonrisa en los labios de Chris se volviera exasperada.

—Eres tan dramático —dijo, acomodándose el cabello mientras agitaba su mano. De inmediato un mesero colocó frente a Victor una bebida, cuyo ingrediente principal era vodka—. ¿De verdad crees que si alguien de aquí quisiera matarte, se hubiera tomado la molestia de cancelar las actividades de hoy para tener la privacidad que tenemos en el Flamming Ice?

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