No voy a cambiar de la noche a la mañana

Tu Mano

Tu mano.
Es lo único a lo que me aferro ahora.
Y sé que poco a poco, mis dedos se irán deslindando también.
Mi cuerpo ya lo ha hecho del tuyo.
La culpa, ¿a quién se la echamos?
A ti por desterrarme de tus playas, o a mi por abandonar la batalla sin pelear.
Pareciera que estamos esperando a que uno de los dos alce la bandera blanca para dar por terminada la contienda.
Para dar por terminado lo nuestro.
Que ella es más bonita que yo, y tal vez más inteligente o interesante.
Que tal vez suspiras ya por alguien más.
Y, joder.
Está bien.
Lo que no está bien, es que no me lo digas, y siga esperando a que venga alguien a salvar las pocas cenizas que nos quedan.
Porque el fuego ya se ha consumido.
Y yo necesito alguien que sepa amarme y que lo haga sobre todas las cosas. Ya no veo tu mano.
Ya no me sostiene.
Me has dejado libre.
O,
tal vez,
te has dejado libre.