Capítulo III Dolor y satisfacción

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    La vida está llena de sorpresas, esa fue la conclusión que pude formular al volver a ver a mi ángel descendido. Dando vueltas en este remolino de recuerdos pude encontrar lo que llamaría como "la chica destinada para mí".

     Ingresé a la escuela preparatoria; dejando atrás los incidentes amorosos de meses atrás, encontraba cierto sosiego el comenzar de nuevo, aprendiendo de errores del pasado.

     De lo que por supuesto no estaba nada informado era del reencuentro de aquella chica que robó mi corazón el último año de primaria. No sabía porque motivos se volvería a cruzar en mi camino; lo que más adelante clasificaría de coincidencia en ese momento recibía otro nombre, destino, era mi destino.

     No paraba de contemplar el escenario cósmico que yo mismo había creado, si tenía otra oportunidad, una oportunidad de hacer lo que creía conveniente, la oportunidad de no huir de mis deseos.

     Pero no estaban en mis planes algunos percances; en primer lugar no me consideraba una persona atractiva, no me segmentaba así; empero algunas amigas mías comenzaban a idealizar una relación conmigo.

     Imaginen el gran cambio de perspectiva que me tenía, no creía que ese tipo de situaciones las atendería yo algún día; los primeros días me parecieron satisfactorios, pero más adelante comprendí que el amor lo sigo considerando importante, y que nunca jugaría con los sentimientos.

     Eran inevitables las lágrimas que soltaban mis amigas al oírme rechazar (de la manera más amigable) su confesión. Aquellas amigas formarían un círculo de amistad inquebrantable con mi persona.

     La chica que conocí en la primaria, de alguna manera se enteró de esto; eso explicaría porque todo el primer semestre se mantenía lejana. No le tome mucha importancia, trataba de ser un buen estudiante sin fijarme en asuntos de amores insospechados.

     El semestre finalizó, no es que sea un buen estudiante, pero si no reprobaba alguna materia me daba por satisfecho, al igual que mis padres.

     En una ocasión, mis amigos se reunieron con el motivo de festejar el cumpleaños a una de mis amigas, asistí y esperaba divertirme; nadie me había informado anteriormente que la chica de primaria estaba invitada e iría con algunos amigos suyos.

     Llegados al parque algunos se aventuraron en ciertos sitios atractivos, otros buscaban un sitio ideal para poner la comida, y otros solamente observaban (yo era uno de ellos). Miraba el ambiente, los árboles, los pájaros volando con gracia; debo admitir que encontraron una vista espléndida. Demasiado espléndida para otros también, sobretodo Manuel, aquella persona que en pleno parque invitó al ángel descendido a una cita, a lo cual ella le respondió que prefería que fuesen amigos y ya.

     Algo me parecía inusual; además del cambio radical de una niña de once años a una muchacha de dieciséis, obviamente con un cuerpo más desarrollado, su cabellera dorada ahora era de un color negro carbón, en una ocasión llegué a dudar si verdaderamente era ella.

    Regresando de vacaciones podría decirse que experimenté uno de los mejores semestres de la preparatoria, o mejor dicho de toda mi vida escolar. Ella comenzaba a entablar conversaciones conmigo, sin explicación alguna, nuestra amistad había nacido.

     Todo parecía mejorar, comprendía ciertas cosas de ella y ella de mí, sabía de sus gustos, sus sueños, sus metas, en fin, quería escrutar todo lo que no sabía de mi ángel.

     Siempre me he considerado una persona muy nostálgica, recuerdo muchas cosas sin motivo aparente, y ese día no fue la excepción, el tema era la primaria, amistades del pasado, solía recordarle algunas cosas de la primaria, ella mostraba interés en la conversación y pasábamos horas platicando.

La alquimia del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora