Julia 2019
Era una mañana frívola y gris, mis manos temblaban, no importaba cuantos abrigos llevara. Mi único consuelo, el único medio que me brindara una cálida braza a mi corazón, era Sam. Me cautivaba, no sabría decir si era la ternura de sus ojos tristes y fijos, su forma tan inocente y emotiva de hablar, sus impulsos de lucidez amorosa, pero algo movía en mi interior. Tenía que verlo, después de todo lo que había pasado, sentía la necesidad de conversar en persona.
Las piernas apenas respondían, el frío se volvía algo insoportable. Me encontraba caminando hacia el mercado. Mi madre me dio la tarea de ir por algunas verduras para un guiso caliente. Tan sólo de imaginar las delicias que mi mamá haría, me impulsaba sin temor a las calles invernales; además que el mercado se encontraba a unas calles de la casa de Sam.
Le hablé por teléfono, al parecer se sentía terrible. Me honraba que Sam tuviera esa comunicación conmigo; se trataba de una unión, quisiera interpretarlo como un romance entre dos tórtolos, pero no estaría segura de los sentimientos de mi Romeo. Siempre que su cara venía a mi memoria, cantaba, bailaba, gritaba lo feliz que me sentía. Estaba segura que si sufriría un accidente no me dolería ni en lo más mínimo. El amor es lo mejor que pudo existir. El brindarle felicidad a los que te rodean, dándoles cariño y apoyo incondicional, no hay nada en este mundo que se le compare a este delicado, y a la vez, artificioso sentimiento. Algunos son afortunados en encontrarlo, y yo así lo sentí.
Me había armado de valor, algo que desde siempre he estado en constante conflicto conmigo misma; llegaba la hora de decirle lo que tanto atesoraba y posponía para Sam. Un par de guantes, mis botas y un arsenal de abrigos con bufandas eran mis aliados.
Una desbordante felicidad me acompañaba siempre, ya que jamás dudaba del amor, siempre te rodea de alguna manera, cuando menos te lo esperas. Pero Sam no comprendía eso, no le cabía en la cabeza lo simple que era sentirse completo, mientras amabas, sin esperar algo a cambio, debido a que ese amor te alimentaba. Eres tu propio alimento, no dependes de nadie y ofreces amor, sin mendigar ni pedir préstamos, tan sencillo como eso.
Conocía a todo detalle la casa de Sam, tuve la grandiosa fortuna de ir un par de veces a esa vivienda; por consiguiente, podría llegar a su casa sin problema alguno.
En el camino tenía la necesidad de beber algo caliente, por fortuna una tienda de autoservicio estaba cerca de ahí. Pagué un vaso mediano de café. Sentí que no había tanta prisa y me senté a observar a la gente. Un individuo en particular llamó mi atención, se trataba de un hombre, oscilando entre los veinticinco o veintiséis años, llevaba puesto un traje, adivinaría que se trataba de comprometer, y esa fue nada más que la verdad, al ver que una cajita de rojo terciopelo callera de sus bolsillos. Como no se percató de eso, salí a toda marcha para dárselo, me parecía algo importante para él.
Se aferró con tanta ternura al anillo que, con una fuerza extraordinaria, me dio un gran abrazo, casi sacándome el aire; aunque a fin de cuentas me sentí muy agradecida, le di una sonrisa sincera y él contestaba extasiado "¡Gracias, muchísimas gracias!, no sabría que hacer sin el anillo. ¡De nuevo, se lo agradezco demasiado!". El amor es tan maravilloso, tan poderoso que te hace resurgir con una fuerza inmensurable. Su cara se me hacía familiar, tal vez era algún conocido de la universidad a la que asistía.
Reanudando mi recorrido al mercado (y casa de mi querido Sam), trataba de poner orden de lo que le diría. Mi corazón bamboleaba en un tempo algo agitado. Cruzaba algunas cuadras más de la bajada del camión y llegaría rápido. Justo cuando trataba de acercarme a la avenida de su hogar, pude notar algo que me desconcertó, había una chica en su puerta, tenía que serlo, a pesar de la miopía, mis lentes me ayudaban. Era inimaginable, una chica en su puerta; sus cabellos castaños brillaban con la luz del alba. Me alejé algo extrañada, rumbo a mi destino principal, el mercado.
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La alquimia del amor
RomantizmEl amor se expresa de infinitas formas y está en constante cambio, algunos saben como asimilar el amor, otros no tanto. Varias historias quedarán entrelazadas por dicho sentimiento, aun si el resultado es satisfactorio o trágico.