Julia 2017
Vislumbraba aquella escena tan estrepitosa, que no pude evitar derramar una lágrima. Me era tan triste lo que decía Samuel, me parecía una enorme pena. A veces la empatía es un arma de doble filo. Conocía ese sentir, ese sentimiento de desilusión que te aqueja por una pérdida. La clase continuaba de manera cotidiana, la maestra daba ejemplos sobre el manejo excepcional de un trabajo en equipo.
-Juli, ¿quieres juntarte con nosotras? -preguntaba Jazmín, una amiga muy especial. Nos habíamos conocido en los primeros días de ingreso al instituto, ambas estamos en la misma carrera.
El trabajo no era del todo difícil, lo complicado era a la hora de calificar, siendo la maestra una observadora brutal, tanto, que escrutaba hasta el más mínimo detalle de tu trabajo, y verificaba si lo hiciste de la manera que te lo pidió. No me extraña que al principio fuéramos cuarenta alumnos, y ahora quedábamos diecinueve. La maestra era estricta, pero no voy a negar que vaya que sabía de su materia. De un momento a otro, mi celular emitía un tono acompañado de una pequeña vibración, lo que lo había provocado era un mensaje de mi novio. La maestra se había percatado de esto, lo que provocó que lanzara un grito: «Ya les había advertido de los celulares, ¡entréguemelo!», no importaba mucho, a la salida lo recogería.
Carlos solía pasar por mí, conducía un Mazda gris. Llevábamos apenas el año, pero actuábamos como si hubiéramos vivido juntos más de una década. Mi caballero de resplandeciente armadura, el dueño de mis deseos y anhelos, eso era él. Acabada la clase leí los menajes de Carlos, al parecer explicaba que no pasaría por mí: «Parece ser que me demorará un poco el trabajo, ¿puedes irte en camión?, te amo mi cielo». Con un poco de sorpresa me dirigí a la parada del autobús. Mala suerte asistir a clases por la noche, aunque me aliviaba no ser la única persona que abordaría un camión a las nueve y media. Me sentía en cierta compañía, aunque no conociera a algunas personas esperando el transporte público. Por fortuna estaba con Jazmín y Cinthia, con ellas la compañía era muy satisfactoria.
-¿Vieron el escándalo que ese sujeto llamado Samuel provocó? -Cinthia siempre iniciaba las conversaciones entre nosotras.
-Sí, esos gritos me parecían algo exagerados -respondía Jazmín-, de seguro lo habrá dejado su novia.
La conversación llevaba impregnado un sentimiento pesaroso, o al menos así lo sentí. Me impresionaba como a veces mis amigas hablaban de asuntos ajenos sin ninguna atadura, algo que a mi parecer, no logro hacerlo. Ellas me miraron, esperaban alguna reacción de mi parte.
-¡Me asustó un poco! -dije.
-Lo notamos, Juli, de hecho pude observar tus ojos algo brillosos, ¿ibas a llorar? -observaba mis ojos, esperando encontrar alguna prueba de los hechos ocurridos.
-No me malentiendan -exclamé cuando unas sonrisas mañosas se asomaron en las caras de mis amigas-, siempre he sido muy empática, por alguna extraña razón, cuando alguien llora o se siente triste tiende a contagiarme.
-Eso es tan noble de tu parte, Juli -Cinthia suspiraba con una muestra de ternura.
Los camiones uno a uno pasaban, excepto el mío; el afamado 322 tenía la reputación de pasar cada media hora en lugar de cinco minutos. Me daba algo de tristeza ver como todos (incluyendo mis amigas) subían a sus respectivos camiones y partían a sus casas. En un momento a otro toda la gente se había marchado. Creí sentirme sola pero no era así, al extremo de los asientos de la parada resignada estaba alguien, y ese alguien era Samuel. Increíble, justo cuando mi novio (que siempre me lleva a mi casa) no puede recogerme, la persona con la que menos quería encontrarme está a menos de medio metro de mí. Sin embargo me tranquilizaba un poco que ni siquiera notara mi presencia, tenía la mirada absorta hacia la nada.
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La alquimia del amor
RomanceEl amor se expresa de infinitas formas y está en constante cambio, algunos saben como asimilar el amor, otros no tanto. Varias historias quedarán entrelazadas por dicho sentimiento, aun si el resultado es satisfactorio o trágico.