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Lo primero que sintió al despertar fue el dolor punzante en su cabeza, lo cual no era muy beneficioso para comenzar bien su primer día de escuela. No había tenido resaca muchas veces en su vida, pero juraría que aquella era la peor hasta ahora.
Se sacó la camiseta que aún tenía un fuerte aroma a whisky y se dirigió a tomar una ducha.
No se dio cuenta de la herida que tenía en la muñeca hasta que sintió como le ardía al contacto con el agua caliente. Las imágenes se repitieron en su cabeza y recordó al extraño animal que se le había abalanzado el día anterior. Utilizó unos minutos de su ducha para intentar adivinar qué podía haberlo mordido y qué efectos podría traer esta mordida para su salud. Terminó concluyendo que fue un simple perro, pero no tuvo más tiempo para pensarlo porque sabía que estaba llegando tarde. Probablemente pasaría a la enfermería de su escuela para no contraer algún tipo de rabia o algo.
Al terminar de vestirse, escuchó a un claxon desde fuera de su casa y no le costó adivinar quién era. Se asomó por la ventana y le hizo una seña para que le esperara un poco más.
Tomó su mochila y bajó, tratando de pasar desapercibido para sus padres y evitarse todas las preguntas que puedan hacerle sobre anoche. Al bajar se encontró con una grata sorpresa, su padre había salido temprano al trabajo y su madre estaba en quién sabe dónde, así que con una sonrisa sacó una manzana y salió al encuentro de su mejor amigo.
Pero para su mala suerte, al salir se lo encontró siendo interrogado por su madre, esto hizo que la manzana que había tomado, y mordido hace unos segundos, se cayera al suelo siendo cubierta en tierra.
—Así que Liam.— dijo Agatha apoyándose en el marco del auto en el que iba el nervioso chico.— ¿Qué hicieron ayer? Austin dijo que iría a verte.
Las palabras no salían de la boca del rubio, no sabía que le había dicho Austin a sus papás, por lo que cualquier cosa que diga podía arruinarlo todo. Por suerte, su amigo acudió a su rescate corriendo hacia ellos.
—¡Mamá!— dijo algo agitado.— ¿Qué haces?
—Hablaba con Liam, hijo.— sonrió ella, una sonrisa que se veía bastante diabólica a los ojos del nombrado.
—Tu mamá quiere saber que hacíamos anoche.— le aclaró, por lo que Austin entendió rápidamente el mensaje.
—Ya te lo dije, vimos una película.
—¿Ah sí?— su mamá levantó las cejas de manera con la que Austin sabía que no le creía.— ¿Qué película?
—Star Wars.— soltó Liam, que ya estaba cansado de tantas preguntas.
—¿Esa no la habían visto la semana pasada?
—Nos encanta.— su hijo sonrió nerviosamente.— Por eso la vemos tantas veces.
Liam sonrió, pero en su mente solo podía recordar la fiesta de la noche pasada, había mucho desmadre y casi se consiguió el número de una chica. Casi, ya que digamos que su suerte con las mujeres nunca fue muy buena.
