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—¿Se supone que vendría aquí?— preguntó Liam una vez que se bajó de su propio auto.
—Sí, esta es la dirección que me mandó.
Hace media hora que habían salido de la escuela hacia la ubicación que Violet les había mandado. De por sí todo estaba siendo extraño; desde la mordida hasta la actitud de su amiga. Austin no había sido capaz de pegar un ojo toda la noche, debido a la fiebre y a la incertidumbre de qué era lo que estaba pasando. La extrañeza había empeorado al ver a qué lugar su amiga le había dirigido.
Un callejón.
—Amigo déjame comunicarte que nuestra mejor amiga está planeando nuestro asesinato.— el rubio puso la mano derecha en el hombro de su amigo.
Éste la miró, no pudiendo dirigir aquella broma.
—Ni siquiera hay alguien aquí.— respondió suspirando.
—Incorrecto Austin.
Ambos se sobresaltaron al escuchar aquella desconocida voz a sus espaldas, habrían jurado que estaban solos en aquél lugar. Liam se recuperó pronto.
—Solo quiero decirte que si nos asesinas, por favor no me dejes sin los calzoncillos puestos.
Ambos hombres miraron al chico con incredulidad.
—Perdón, hago bromas cuando estoy asustado.
—No estoy aquí para asesinarlos.— el hombre que tenía las manos en los bolsillos les analizaba.
Era un hombre de unos 30 años de tez oscura y pelo bastante corto, estaba usando una camiseta negra con una chaqueta de cuero café.
—¿Eres un vendedor de drogas o algún tipo de mafioso?— habló Austin mirándole desconfiado.
—Ya quisiera.— dijo él expresando una leve sonrisa, hizo que los chicos se tranquilizaran un poco.— Soy la persona que Violet dijo que te podía ayudar.
Ninguno se sorprendió , después de todo era algo obvio.
—¿Ayudarme con qué? Ni siquiera sé qué es lo que está pasando y agradecería si pudiesen explicármelo de una vez por todas.— dijo con un tono pasivo-agresivo, ya se estaba hartando de no saber.
—Bueno antes de cualquier cosa me presento, soy Nathaniel Milani.
—Nosotros somos...
—Sé sus nombres.— interrumpió al rubio.— Austin y Liam.— ambos lo miraron.— Violet me lo dijo antes de juntarme con ustedes.
—Está bien...— el aries parecía aún un tanto inseguro de lo que hacía.— ¿Ahora me explicas?
Nathaniel lo miró y después miró al libra con desconfianza.
—¿No prefieres que lo hablemos a solas?
—No.— dijeron ambos al mismo tiempo.
El treintañero suspiró, la virgo le había dicho que eso iba a pasar y que no lograría separarlos por más que insistiera.
