Capítulo VIII.

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Elena abrió los ojos de par en par encontrándose con la neblina que ocultaba la noche, se había quedado dormida en el brazo de su hermano mayor y le había babeado toda la sudadera

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Elena abrió los ojos de par en par encontrándose con la neblina que ocultaba la noche, se había quedado dormida en el brazo de su hermano mayor y le había babeado toda la sudadera.

—Tenemos que hacer algo con esas amígdalas porque roncas como una vaca.— le molestó él mirándola, se llevaban por unos 6 años sin embargo eran muy cercanos.

—Cállate imbécil.— dijo ella pegándole suavemente en el hombro.—¿Cuánto falta para llegar?— ésta vez se dirigió a sus padres, los cuales tenían su mirada fija en el camino. Su padre el cual iba manejando le respondió.

—Solo unas horas, pequeña. La tía Ruth dijo que tenía las camas listas para llegar directamente a dormir.

—Elena ya ha dormido y roncado demasiado por hoy.— molestó de nuevo su hermano, ganándose otro golpe de su hermana más pequeña.

—Cierra la boca.— dijo ella reprimiendo una sonrisa.— Aún no entiendo como pude aguantar 3 horas contigo en el auto.

—No se peleen niños.— les dijo su madre desde el asiento del copiloto mirando hacia atrás. A pesar de que sabía que todo lo que hacían sus hijos no eran más que bromas tontas.

—Déjalos que se expresen... Me sorprende que no se peleen tan seguido como lo hacíamos yo y mis...

Pero su padre no pudo seguir la frase debido a que tuvo que frenar de golpe, agitando fuertemente a todos los pasajeros.

—¿Eso fue un perro?— preguntó la copiloto con la voz totalmente agitada, se estaba quitando el pelo de la cara.

—Creo que sí.— respondió el hombre echándose hacia adelante para ver mejor, luego se dio la vuelta hacia sus hijos.— ¿Ustedes están bien?

Ambos niños rubios asintieron, la menor aún tenía algo de miedo pero se aferró a su hermano y se sintió algo más tranquila.

De repente todo se volvió confuso, y en la mente de la rubia no aparecían nada más que imágenes sueltas, gritos, la fría noche y unos ojos rojos que le acechaban desde la oscuridad.

Después despertó, encontrándose con el techo color crema de la consulta del señor Phillips; se dio la vuelta encontrándose a su psicólogo observándola fijamente.

—Cada vez avanzamos más con estas terapias de sueño.— dijo terminando de anotar algo en su agenda.— Bienvenida de vuelta.

Elena se reincorporó en el sillón lila sintiendo sus manos sudorosas (siempre despertaba agitada y sudando debido a la intensidad de sus sueños) con cada terapia solía recordar algo más sobre esa noche; sin embargo no era aún lo suficiente para ella.

—Te lo aseguro Elena.— dijo él mirándola fijamente.— Llegaremos al fondo de lo que pasó y me aseguraré de que recuerdes cada mínimo detalle.

La rubia asintió no creyéndose del todo sus palabras y es que llevaba años llendo a distintos psicólogos y aún no podía descubrir con certeza lo que pasó esa noche.

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