-Trabajo muy duro, como una esclavo, págueme dinero.
-Pero si todavía faltan dos semanas para la fecha de cobro.
Abrí los ojos inmediatamente y vi a un sonriente Sr. MacCalister divertido por haberme pescado cantando una canción de los Simpson usando un globo de nieve como micrófono.
Ay Dios qué vergüenza.
-Sr. MacCalister –sonreí nerviosamente bajando el adorno-. Qué alegría verlo. Llegó más temprano hoy.
-Sí, Donna no dejaba de gritarme así que antes de cometer un homicidio decidí venir a trabajar –asintió-. Me alegro que al menos una de mis empleadas tenga tanta energía y felicidad un lunes –sonrió y le correspondí.
-Así soy yo, siempre alegre en las mañanas –declaré con un ademán.
En eso la cara de Gina apareció en mi campo visual enarcando una de sus perfectas y depiladas cejas castañas diciendo "ni tú te crees eso".
-Pues me encanta escuchar eso –llamó de nuevo mi atención-. Ah ¿Tamara? –se frenó antes de entrar a la oficina.
-¿Si?
-¿Podrías traerme un café y un par de esos rollos de canela deliciosos que siempre compras? No desayuné nada.
-Claro, con mucho gusto –sonreí poniéndome de pie.
-Gracias querida –asintió entrando a su despacho y cerrando la puerta suavemente.
-"Así soy yo, siempre alegre en las mañanas" –canturreó Gina haciendo ademanes raros con las manos por lo que reí.
-Oh cállate ¿quieres?
-No puedo creer cómo ese hombre sigue creyéndose todo lo que le dices, si no te tratara como si fueses su hija hasta creería que te acuestas con él –declaró colocándose de nuevo sus gafas.
-Porque tú eres más inteligente que su esposa y el resto de los chismosos de esta mugrosa oficina.
-Tienes razón –se encogió de hombros-. Y a parte porque eras la única no tan estirada o mojigata con la que puedo hablar de sexo y orgasmos en el almuerzo –reí.
-Y no olvides de puntuar los traseros de los camareros.
-Cierto.
-¿Quieres que te compre algo a ti también?
-No gracias, estoy a dieta cariño.
Asentí y comencé a caminar en dirección a la puerta pero me giré el último minuto.
-¿Un muffin de chocolate relleno con crema de fresa? –le pregunté.
-Me conoces tan bien.
Le guiñé un ojo y salí al pasillo optando por las escaleras en vez del elevador. No se confundan no le tengo miedo a los ascensores es solo que aprovecho cada oportunidad para hacer ejercicio cuando se presenta. Eso y que mis jeans ya comienzan a cortarme la respiración.
La ventaja del edificio donde trabajaba es que quedaba justo en frente de, en mi opinión, una de las mejores cafeterías de la ciudad. La vie en rose era un pequeño lugar que era atendido por su propia dueña, Rosalie una anciana francesa que preparaba la panificación más deliciosa conocida por el paladar humano, además de algunos de sus empleados que la ayudaban ya que a su edad no salía casi de la cocina.
Empujé la puerta de cristal y el olor al chocolate caliente y panecillos invadió mi nariz.
-Nunca voy a cansarme de cómo huele este lugar –suspiré.

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Bitch
Teen FictionSiempre fui una mujer libre que no quería compromisos. Nadie que viera dentro de mí, ni que pudiera descifrar lo que oscurecía mi corazón. Alguien que llenaba el vacío con hombres de una noche. Una mujer que no creía en el amor. Una perra. Era i...